Ayer 124/2021 (4): 135-161
ISSN: 1134-2277
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2021
DOI: 10.55509/ayer/124-2021-06
© Jorge Ramos Tolosa
Recibido: 15-03-2019 | Aceptado: 10-01-2020
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

¿Por qué Palestina-Israel es una cuestión de colonialismo de asentamiento? *

Jorge Ramos Tolosa

Universitat de València
Jorge.Ramos@uv.es

Resumen: Por lo general, la cuestión de Palestina-Israel ha tenido como principal marco histórico explicativo un conflicto entre dos pueblos que luchan por el mismo territorio. Con frecuencia, el eje interpretativo se ha centrado en la ocupación militar y endocolonización posterior a 1967, relegando los procesos iniciados con anterioridad a un segundo plano. Sin embargo, cada vez está teniendo una mayor aceptación académica la interpretación de Israel-Palestina como una cuestión prioritariamente de colonialismo de asentamiento. Asimismo, cabe aportar perspectivas críticas, más abiertas, complejas y matizadas, al debate sobre el colonialismo de asentamiento en Palestina-Israel, una problemática que estuvo y sigue estando, periódicamente, en el centro de la agenda diplomática, mediática y política internacional.

Palabras clave: Palestina, Israel, sionismo, colonialismo.

Abstract: As a general rule, historians have viewed the Palestine-Israel question as a conflict between two peoples contesting the same territory. Frequently, the interpretive axis has focused on military occupation and post-1967 «endo-colonialization». In a like manner, the processes that occurred before have been relegated to a subsidiary consideration. All the same, the interpretation of Israel-Palestine as an issue of settler colonialism is increasingly gaining ground in academic circles. It is necessary to provide more critical, open, complex and nuanced perspectives to the debate on settler colonialism in Palestine-Israel. This question was and remains periodically at the centre of the diplomatic agendas, media concerns and international politics.

Keywords: Palestine, Israel, Zionism, colonialism.

La cuestión de Palestina-Israel se localiza en un territorio de una gran importancia histórica y religiosa, conjuga numerosas cuestiones fundamentales en el mundo desde finales del siglo xix y es un episodio de la historia contemporánea «activo» en la actualidad. Se trata del único asunto internacional que continúa en el centro de la agenda de la Organización de las Naciones Unidas desde prácticamente su establecimiento, además de que es el problema al que han hecho referencia más resoluciones de los principales organismos de la ONU. Estos y otros factores se han traducido en que Israel-Palestina haya sido objeto de una enorme atención y atracción internacional dentro y fuera del ámbito académico.

Como en otros fenómenos contemporáneos, el relato y el marco explicativo han sido claves para comprender Palestina-Israel. El objetivo de este artículo es ofrecer un análisis histórico que dilucide los principales relatos o narraciones históricas sobre la cuestión israelo-palestina y proponer la utilización del marco explicativo del colonialismo de asentamiento. En este marco pueden encajarse y articularse las continuas transformaciones de la problemática de Palestina-Israel, su complejidad histórica y sus matices. Además, facilita las perspectivas comparadas con otros contextos y una comprensión más global de este problema, sin eludir algunos debates ni dejar de indicar algunas limitaciones.

Entre otros relatos, la cuestión de Israel-Palestina se ha explicado históricamente en numerosos ámbitos a través de dos grandes relatos con raíces comunes. Por una parte, el que podría denominarse como sionista maximalista; por otra, el sionista liberal (en sentido anglosajón) o de la solución biestatal. Ambos contienen importantes variantes internas, sobre todo el segundo, pero los dos poseen bases comunes; entre las más destacables, la que minimiza o niega el origen y la idiosincrasia prioritariamente colonial del problema israelo-palestino.

Con distintos matices que por cuestiones de espacio no pueden abordarse en este texto, estos dos grandes relatos históricos tienen grandes similitudes, pero en general divergen en o a partir de 1967. En síntesis, ambos suelen considerar que, desde las últimas décadas del siglo xix, varios grupos de judíos emprendedores, idealistas y valientes intentaron regresar a su antigua patria después de dos mil años de exilio. El sionismo era un movimiento de liberación nacional de un pueblo oprimido que acogía una relevante diversidad interna. Siempre según este relato, su intención era crear una sociedad ideal para el pueblo judío en la que pudiera estar a salvo de la persecución a la que estaba sometido en la diáspora. Los pioneros compraron tierras a los pocos árabes que vivían o poseían tierras en la Palestina —conocida como Eretz Israel— del Sultanato o Imperio otomano, un territorio prácticamente virgen en manos de un Estado en decadencia y sobre el que el pueblo judío tenía derechos históricos exclusivos. Con trabajo, esfuerzo y numerosas dificultades, consiguieron «redimir la tierra» y hacer «florecer el desierto». Los sionistas llevaron a cabo diversas oleadas migratorias (aliyot) a Palestina y fundaron ciudades como Tel Aviv, así como kibbutzim y moshavim (diferentes tipos de colonias agrícolas colectivas, cooperativas o autogestionadas). Además, en múltiples casos, el contenido socialista era de gran relevancia. El movimiento sionista construyó una cultura política nacional, creó instituciones y organizaciones económicas, políticas y sociales, y obtuvo el favor de una gran potencia (el Reino Unido a partir de la Declaración Balfour de 1917). Tras ello, durante el dominio británico (1917/1923-1948), el movimiento sionista continuó con sus aliyot y preparándose para la creación de un Estado «judío». Tuvo que luchar contra unos «árabes» de Palestina cada vez más violentos y contra el Mandato Británico entre finales de la Segunda Guerra Mundial y 1947 para que abandonasen Palestina. Según este relato, el Holocausto demostró que el sionismo tenía razón.

La intervención de la ONU en 1947 supuso la partición de Palestina, que las corrientes mayoritarias del sionismo aceptaron, pero que fue rechazada por los dirigentes palestinos y árabes. A partir de diciembre de 1947, esta situación derivó en un enfrentamiento civil y en una «guerra defensiva por la supervivencia del Yishuv», la comunidad judía de Palestina. En mayo de 1948 se proclamó la independencia del Estado de Israel y finalizó el Mandato Británico de Palestina. Los Estados de la Liga Árabe iniciaron una guerra interestatal que, milagrosamente para el nuevo Estado, perdieron. Esta interpretación sostenía que la población «árabe» de Palestina que se marchó de sus casas lo hizo por voluntad propia, por las órdenes de los líderes árabes o, en casos aislados, por excesos de incontrolados. La responsabilidad sobre esta población que se convirtió en refugiada solo recaía y recae en los Estados de la Liga Árabe. Desde el fin de la Primera Guerra Árabe-Israelí, el Estado israelí, el único Estado democrático de la zona y rodeado de enemigos, intentó negociar la paz, pero los dirigentes árabes la rechazaron y la rechazan de manera reiterada.

Según este relato, la Guerra de los Seis Días de 1967 fue una nueva guerra defensiva en la que volvió a vencer Israel. Pero este fue el punto de inflexión para ambos relatos. El sionismo maximalista interpretó que la conquista de Cisjordania —«Judea y Samaria» según los términos sionistas—, Jerusalén Este y la Franja de Gaza solo era la redención de unos territorios que pertenecen al pueblo judío, con un mayor o menor significado religioso o mesiánico. En este campo también se incluyeron sionistas laboristas, algunos de los cuales crearon organizaciones como el Movimiento por el Gran Israel. Por su lado, para el marco interpretativo sionista liberal o de la solución biestatal, dominante en la comunidad internacional y expresado con matices a través de resoluciones como la 242 del Consejo de Seguridad de la ONU de noviembre de 1967, el Estado de Israel debía retirarse de todos —o para ciertos sectores sionistas, solo de una parte— de los territorios palestinos ocupados aquel año. Para la interpretación sionista liberal más habitual, la mayor parte de los problemas israelíes venían y vienen causados por la ocupación militar iniciada en 1967 1. Para numerosos analistas, Estados y organizaciones políticas de todo el mundo, también.

Innumerables personas, tanto académicas como de otros ámbitos, defienden este último relato y son críticas con diversas políticas derivadas de la ocupación militar israelí y la «endocolonización» 2 posteriores a la Guerra de Junio de 1967. No obstante, su postura respecto a problemas clave, como el de las personas refugiadas palestinas, simboliza las raíces compartidas con el resto de sionistas. Esta cuestión, así como los hechos de 1948 y la naturaleza colonial del proyecto sionista, suponen la Caja de Pandora del sionismo y del Estado de Israel. El núcleo de la cuestión de la población palestina refugiada es la limpieza étnica de Palestina de 1948 3, conocida por el término Nakba («catástrofe» o «desastre» en árabe). La Nakba es el hito fundamental en la memoria colectiva palestina y posee un carácter multidireccional. Por un lado, ha supuesto una relación doliente entre el pasado y el presente o una tensión hiriente entre temporalidades, al tiempo que ha funcionado como pilar central de la identidad colectiva del pueblo palestino y como una forma de resistencia en una vida de exilio. La Nakba significó la expulsión de unas 750.000 personas palestinas, la destrucción de entre 418 y 615 localidades 4, la dispersión y división geográfica de las comunidades palestinas 5 y «una nueva humillación árabe» 6. Este episodio histórico ha sido objeto de un intenso debate académico. En especial, la discusión se extendió por distintos ámbitos del Norte Global desde finales de la década de 1980 y la década de 1990, cuando apareció el fenómeno de la historiografía revisionista israelí o «nuevos historiadores» 7. En este punto, como en otros contextos del Sur Global, elementos relativos a la colonialidad del saber han tenido una importancia fundamental 8. Múltiples personas palestinas y árabes llevaban décadas ofreciendo estudios y testimonios escritos, gráficos y orales sobre lo ocurrido en su historia reciente 9. Pero solo la ratificación de gran parte o de prácticamente todos los relatos palestinos sobre la Nakba por investigaciones provenientes de la comunidad colonizadora, en este caso israelíes (de la historiografía revisionista israelí), han conseguido validar en numerosos ámbitos académicos internacionales las narraciones y versiones palestinas de 1948.

Sin embargo, aunque «nuevos historiadores» israelíes como ­Simha Flapan 10, Benny Morris 11, Ilan Pappé 12 o Avi Shlaim 13 llegasen a la conclusión de que en 1948 se produjo un proceso de expulsión masiva o una limpieza étnica en Palestina, fuese premeditada o contingente, entre ellos solo Ilan Pappé ha trabajado y explicado en profundidad la esencia colonial de asentamiento del sionismo y de la cuestión de Palestina-Israel. De hecho, contextos como el de la deriva «neosionista», que surgió en Israel en los primeros años del siglo xxi, revelaron el alma profundamente sionista —compartida con maximalistas— de académicos y figuras públicas consideradas «liberales», «progresistas» o «revisionistas». En este sentido, Benny Morris llegó a justificar la limpieza étnica de Palestina. En el contexto del final de la segunda intifada palestina, este «nuevo historiador» israelí afirmó en 2004 que David Ben Gurión hizo lo correcto al expulsar a cientos de miles de palestinos de sus casas. Justificó que sin ello no podría haberse establecido un Estado «judío» en Palestina y que «en ciertas condiciones» las expulsiones masivas de población no son crímenes de guerra. Por último, Morris manifestó que Ben Gurión incurrió en un grave error al no expulsar a todas las personas no judías de Palestina 14.

Por otro lado, con frecuencia Palestina-Israel se ha interpretado como un «conflicto interminable» 15 entre dos pueblos o dos movimientos nacionalistas que pugnan por la misma tierra. Pero de la misma manera, teniendo en cuenta el relato expuesto con anterioridad, tanto su núcleo histórico como el punto cero de las negociaciones israelo-palestinas se ha situado asiduamente en 1967. Esto significa que problemas vinculados a la ocupación militar israelí iniciada en la Guerra de los Seis Días de 1967 podrían ser susceptibles de negociación, pero no la cuestión de las personas refugiadas palestinas y lo ocurrido en 1948. Y todo ello a pesar de que la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU de diciembre de 1948 establece que la población palestina refugiada tiene derecho al retorno a sus hogares. No obstante, por lo general la versión hegemónica sionista niega este derecho al responsabilizar a las propias personas palestinas, a sus dirigentes y a los líderes de los Estados de la Liga Árabe de su «éxodo» o «huida». Al mismo tiempo, sostiene que el retorno de la población refugiada supondría «la desaparición de Israel como Estado judío» y lo sitúa fuera de las negociaciones 16.

De forma reiterada y de manera más o menos deliberada, todas estas cuestiones han estado con frecuencia marcadas por una cuestión de marco interpretativo. En numerosas ocasiones, a la hora de abordar o comprender la cuestión de Israel-Palestina se ha eludido, minimizado o negado su principal —aunque no único— origen e idiosincrasia: un proceso sionista activo de colonialismo de asentamiento (en inglés, settler colonialism).

En este contexto cabe destacar que el principal objetivo del movimiento político sionista fue y es la creación de un Estado denominado «judío» —establecido en 1948 con el nombre de Estado de Israel— en el máximo de territorio posible con una mayoría o exclusividad demográfica judía. Aunque nada estaba predeterminado, una estrategia cardinal de las corrientes sionistas hegemónicas fue la aceptación de una porción territorial —y, por tanto, de cualquier plan de división o partición de Palestina— para más tarde colonizar la mayor superficie posible con el mínimo de población no judía. Entre otras figuras y discursos, esto fue sintetizado en varios momentos por el gran líder histórico del movimiento sionista David Ben Gurión. En 1937, el dirigente sionista escribió: «Tenemos que expulsar a los árabes y ocupar su lugar [...] y si hay que usar la fuerza [...] contamos con la fuerza necesaria» 17. Por entonces, en una reunión de la ejecutiva de la Agencia Judía, Ben Gurión afirmó que si aceptaba la partición o división territorial era para conseguir un Estado «judío» a partir del cual «cancelaremos la partición del país y nos expandiremos a través de la Tierra de Israel» 18. Once años después, tres meses antes de que estallase la Primera Guerra Árabe-Israelí, Ben Gurión anotó en su diario: «La guerra nos dará la tierra. Los conceptos de “nuestros” o “no nuestros” son conceptos de paz solamente y en la guerra pierden todo su significado» 19.

En un territorio en el que a finales del siglo xix, cuando surgió en Europa el movimiento sionista 20, la población judía tan solo era entre un 2 y un 4 por 100 del total del territorio, la búsqueda de un Estado «judío», como era concebido por la mayor parte de los líderes políticos sionistas, se concretaba a través del colonialismo de asentamiento. A partir de principios del siglo xx se fue consolidando la dinámica de exclusión, segregación e intento de sustitución progresiva de la población autóctona no judía. Cuando entre 1948 y 1949 se estableció el Estado de Israel en el 78 por 100 de la Palestina histórica, fue inseparable la fundación del nuevo Estado, la expansión colonial y el reemplazo de personas no judías —sobre todo musulmanas y cristianas palestinas— por judías. La tierra y la población, como en otros procesos de colonialismo de asentamiento, eran la clave. En 1948 el movimiento sionista consiguió la mayor parte de la tierra y la expulsión de la mayor parte de la población palestina no judía de esta tierra. Pero el proceso de colonialismo de asentamiento continuaba. La Nakba fue un momento clave del proyecto colonial de asentamiento sionista. Sin embargo, no fue ni su culminación ni su final.

Aproximarse al colonialismo de asentamiento

En sus distintas formas, el colonialismo es uno de los fenómenos políticos, sociales, económicos y culturales que más ha configurado el mundo desde la época moderna hasta la actualidad. Durante largo tiempo, el colonialismo se ha asociado por lo general al modelo de colonialismo clásico o de metrópoli, que ha tenido entre sus principales paradigmas contemporáneos el periodo del Raj británico en la India. El colonialismo de asentamiento es un fenómeno relacionado y debe entenderse dialécticamente con el colonialismo de metrópoli, pero al mismo tiempo es diferente y cuenta con sus propias especificidades. El colonialismo de metrópoli comporta la explotación y el dominio económico, epistémico y cultural del territorio y de los sujetos colonizados a través de relaciones asimétricas y concepciones racistas. En su mayoría se relaciona con la anexión o el control de territorios no europeos por parte de Estados europeos. Por su parte, el colonialismo de asentamiento añade más elementos a los del colonialismo de metrópoli y se centra en otros distintos. Sobre todo, en que el propósito principal del colonialismo de asentamiento es el establecimiento por parte de Estados, movimientos o grupos de colonos —sobre todo europeos, pero no solo— de una sociedad o patria colonial propia que intenta excluir, sustituir, desplazar y/o eliminar a la población nativa o a su mayor parte. Para Patrick Wolfe, en este modelo de colonialismo la «invasión es una estructura, no un acontecimiento» 21.

Aunque el marco explicativo del colonialismo de asentamiento no conforma un paradigma histórico-explicativo nuevo (tampoco respecto a Palestina-Israel) 22, a partir de la obra de Wolfe Settler Colonialism 23 se ha ido afianzando como un campo de estudio concreto que cuenta cada vez con más especialistas y publicaciones 24. En este contexto, una publicación periódica de referencia es la revista Settler Colonial Studies, que vio la luz en 2011. Desde entonces hasta el momento en que se escriben estas líneas ha dedicado tres números a Israel-Palestina desde diversos puntos de vista que se enmarcan en el colonialismo de asentamiento.

Cabe tener en cuenta que los casos modernos y contemporáneos más estudiados de colonialismo de asentamiento, sin olvidar que existen otros muchos y con una diversidad interna importante, han sido los de Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Sudáfrica 25. En este último caso, cada vez es mayor el número de investigaciones que establecen una comparación histórica entre el colonialismo de asentamiento bóer y el sionista, y entre el apartheid en Sudáfrica y el apartheid en Palestina-­Israel 26. No obstante, también se ha analizado una de las diferencias más importantes entre ambos: aunque tanto bóeres como sionistas han pretendido controlar la mayor parte del territorio posible excluyendo a la población nativa mayoritaria, la «lógica de la eliminación» que expuso Patrick Wolfe ha funcionado de manera distinta. Mientras que los poderes bóeres —con la connivencia británica en diversos periodos y formulaciones— desplazaron, discriminaron y segregaron a la población no blanca, necesitaban su mano de obra y no la expulsaron masivamente fuera de los límites considerados nacionales. Por su lado, las autoridades sionistas-­israelíes no han necesitado a la población palestina de igual manera, aunque la han utilizado como mano de obra en distintos contextos. Al mismo tiempo, su axioma de máximo territorio con el mínimo de población no judía (en palabras de Ilan ­Pappé, «pureza demográfica» judía o, en la peor situación, «mayoría de­mográfica» judía) 27 ha hecho que históricamente se combine el apartheid con la limpieza étnica.

De este modo, es fundamental entender que el paradigma del colonialismo de asentamiento permite cuestionar el carácter de excepcionalidad que ha marcado numerosos análisis históricos de Israel-Palestina 28. Los fenómenos históricos de colonialismo de asentamiento responden a parámetros diversos a la vez que comparables. En este contexto, y aunque por cuestiones de espacio aquí solo se vaya a indicar, la perspectiva comparada ofrece un valor añadido al conocimiento, ya que permite analizar el colonialismo de asentamiento como un fenómeno transnacional y global. También permite, entre otros elementos, reflexionar sobre los relatos históricos y las construcciones de las identidades nacionales en diversos ámbitos de distintos continentes. En consecuencia, el paradigma del colonialismo de asentamiento se propone como el marco explicativo más útil para comprender el pasado y el presente de la cuestión de Palestina-Israel.

Comprender Palestina-Israel como una cuestión
de colonialismo de asentamiento

A pesar de que su escenario sea la denominada «Tierra Santa», de que el movimiento sionista se haya servido de la religión para sus fines políticos coloniales y de que diversos actores palestinos e israelíes tengan sus interpretaciones religiosas en el centro de su identidad y apuesta política, la denominada cuestión israelo-palestina no es de índole religiosa. Del mismo modo, Palestina-Israel tampoco es la expresión, el puntal o una parte del «choque de civilizaciones». El origen de la cuestión palestina-israelí no es un enfrentamiento entre dos pueblos históricamente vecinos que pugnan por un territorio ni entre dos movimientos nacionalistas. Es, sobre todo, un proceso de colonialismo de asentamiento sionista que se encuentra activo en la actualidad.

Aunque regularmente se utiliza el concepto «conflicto» y se ha considerado que Palestina-Israel es el «conflicto» contemporáneo por excelencia 29, emplear esta fórmula puede ser impreciso. A pesar de que el enorme discurso institucional y mediático en torno a esta categoría puede conducir a ello, explicar lo que ocurre en Palestina como un «conflicto» mueve a pensar que la relación histórica entre el colonialismo sionista-Estado de Israel y la población palestina es, de alguna manera, una relación entre dos partes simétricas que desarrollan roles similares. Esto, argumenta John Collins, es erróneo, puesto que no solo existe un gran desequilibrio en la manera en que cada parte aplica la violencia, sino que ensombrece que Israel-Palestina ha sido el lugar en el que se ha puesto en práctica un proyecto (en marcha) de colonialismo de asentamiento. De este modo, desde el rigor histórico, el lenguaje proporcional de «conflicto» es de dudosa compatibilidad con las realidades del colonialismo de asentamiento.

El origen de la cuestión colonial de Palestina-Israel cabe situarlo en las últimas décadas del siglo xix. Fue entonces cuando surgió el movimiento sionista 30, un nacionalismo judío creado por una minoría de personas judías europeas asquenazíes en un contexto de efervescencia tanto del impulso imperial como de numerosos movimientos nacionalistas en Europa. Su raison d’être era que la única solución a lo que ellos consideraban el «problema judío», es decir, la falta de asimilación y la persecución de algunas comunidades judías (sobre todo en Europa centro-oriental), era la creación de una patria exclusiva o mayoritariamente judía. Aunque se tratara de un movimiento europeo influido por otros nacionalismos de la época, el sionismo era un «nacionalismo sin territorio» 31, por lo que el colonialismo fue la vía para acceder a un territorio propio en el que establecer un Estado denominado «judío».

Mientras tanto, no puede olvidarse que la discriminación y la hostilidad, unidas a las dificultades económicas y a dinámicas más generales de migración transatlántica, condujeron a varios millones de personas judías a migrar entre la década de 1880 y la de 1920 al continente americano, en especial a la Norteamérica de mayoría anglófona y al Cono Sur. Así, Palestina no fue el principal lugar de destino en este periodo; de hecho, estuvo por detrás de Estados Unidos, el Reino Unido, Argentina y Canadá. Solo un 3 por 100 aproximadamente de las personas judías que migraron desde Europa entre finales del siglo xix y la década de 1920 lo hicieron a Palestina; más de cuatro quintas partes marcharon a América 32.

Hasta bien entrado el siglo xx, el sionismo fue un fenómeno minoritario entre las comunidades judías. Del mismo modo, numerosos individuos y grupos judíos no solo consideraban y consideran que el sionismo no representa al judaísmo, sino que incluso es antijudío 33. Desde finales del siglo xix, personas y grupos judíos realizaron propuestas políticas específicamente judías distintas al sionismo. Lucharon contra la judeofobia, refutaron que la solución al «problema judío» tuviese que suponer la colonización de un territorio y defendieron poder seguir viviendo en sus respectivos países. De hecho, como idealizó retrospectivamente Stefan Zweig en su autobiografía El mundo de ayer 34, algunas personas judías consideraban que imperios multinacionales como el austrohúngaro podrían haber sido adecuados para la integración de las minorías y abrazar el cosmopolitismo y la movilidad históricamente vinculados a algunas personas judías europeas 35. De esta forma, al margen del sionismo, se forjaron alternativas como el asimilacionismo 36, el autonomismo o el bundismo 37. Un caso particular fue el de figuras como Bernard Lazare, que a pesar de haber sido recibido con honores en el Segundo Congreso Sionista de 1898 38 y de haber compartido viajes con el padre del movimiento sionista, Theodor Herzl, se distanció del sionismo a través de una propuesta revolucionaria de emancipación proletaria judía 39. Paralelamente, en algunas ocasiones ligado a estos fenómenos, debe remarcarse que una parte muy importante de la flor y nata del mundo científico, cultural, intelectual y revolucionario de entre finales del siglo xix y mediados del xx estaba compuesto por personas de identidad u origen judío frecuentemente críticas con el sionismo (Theodor Adorno, Hannah Arendt, Walter Benjamin, Marc Chagall, Albert Einstein, Sigmund Freud, Emma Goldman, Franz Kafka, Rosa Luxemburg, Groucho Marx, Camille Pissarro o León Trotsky, entre otras) 40.

De manera similar a otros proyectos coloniales, el movimiento sionista también intentó y ha intentado ocultar, minimizar o refutar su índole colonial 41. Representándose históricamente como un movimiento nacional de liberación de un pueblo oprimido, sobre todo en sus primeros periodos, se esforzó en difundir la conocida frase «un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo» 42. Entre otros elementos y según se avanzaba en el tiempo, se iba legitimando por medio de elementos providencialistas y de la instrumentalización de pasajes de la Biblia 43, a partir de 1917 por la Declaración Balfour 44 y posteriormente por la persecución y el genocidio que perpetró el Tercer Reich en Europa. Más tarde, a partir de 1947-1948, por sus victorias en las «guerras de supervivencia» contra los «árabes» y, después, por su pertenencia a la supuesta esfera occidental o judeocristiana en el «choque de civilizaciones».

Sin embargo, no puede eludirse que desde la década de 1880 se habían empezado a fundar colonias agrícolas en Palestina. Tampoco puede olvidarse que el proyecto colonizador sionista surgió al calor de la última etapa de la mayor expansión colonial europea 45, en el mismo periodo que el del gran imperialismo europeo representado en la Conferencia de Berlín de 1884-1885. Así pues, en aquel periodo, conocido también como el de la primera aliya (1882-1903), se inició la «exocolonización» sionista en Palestina 46. Tras 1948-1949 en el territorio en el que se estableció el Estado de Israel (el 78 por 100 de la Palestina histórica) y a partir de 1967 (en el 22 por 100 restante ocupado militarmente) la dinámica imperante fue de «endocolonización», ya que se realizaba sobre un territorio controlado por Israel y en el que ha sido fundamental el carácter intensivo de la colonización, que se encuentra activo y en continua transformación hasta la actualidad.

En las últimas décadas del siglo xix, lo que en la actualidad conforma Palestina, Israel o Palestina-Israel formaba parte del Sultanato o Imperio otomano. Se trataba de un Estado encabezado por el sultán, regido por la dinastía osmanlí desde el siglo xiii, con capital en Constantinopla-Estambul desde 1453 y que se encontraba en su etapa de decadencia final. Aunque el islam y el turco otomano eran la religión y el idioma oficial del Sultanato, respectivamente, el carácter de su población era multiétnico, multilingüe y multirreligioso. En Palestina, prácticamente la totalidad de la población era árabe, según el criterio identitario lingüístico-cultural. El territorio se caracterizaba por la pluralidad y la tolerancia en la esfera religiosa. No había problemas destacables en el acceso a los Santos Lugares de las tres religiones monoteístas. Respecto a la población, entre 1850 y 1880 alrededor de medio millón de personas vivían en Palestina, un territorio de unos 27.000 kilómetros cuadrados. En torno a un 2-4 por 100 era judía (conocida más tarde como el «Viejo Yishuv»), entre un 10-11 por 100 era cristiana y en torno a un 85-86 por 100 era musulmana 47, la inmensa mayoría sunní. También existían exiguas minorías drusas, de personas musulmanas chiíes y gitanas. En este escenario multiétnico y multirreligioso, sin conflictos intercomunitarios relevantes entre personas musulmanas, cristianas y judías, puede realizarse una pregunta clave: ¿cómo conseguir que un territorio con un 96-98 por 100 de población no judía se convirtiese, como pretendía el movimiento sionista, en un Estado exclusiva o mayoritariamente «judío»?

En los asentamientos de la primera aliya predominó el modelo colonial de asentamiento de «plantación étnica» con mano de obra nativa, que se asemejaba a la relación entre bóeres y población no blanca sudafricana. Como se ha indicado, en este modelo de colonialismo de asentamiento, la minoría colonizadora busca el control de la tierra y los recursos mientras desposee, discrimina, excluye, explota y segrega a la mayoría no blanca. Sin embargo, no puede, no quiere o no sitúa en su agenda expulsar de los límites que considera nacionales al mayor número de personas no blancas posible. Es decir, se necesita la tierra, pero de algún modo también a la población autóctona. En el otro modelo de colonialismo de colonos, conocido como de asentamiento puro, la sociedad colonial necesita la tierra, pero no a la población nativa.

Aunque en los primeros años un número considerable de personas nativas de Palestina no se opusieron a la llegada de colonos europeos, e incluso su tradicional hospitalidad les hizo recibirlos «con los brazos abiertos» 48, pronto la colonización sionista empezó a generar una creciente y mayoritaria hostilidad 49. Entre otros elementos, su proyecto colonial restringió la puesta en cultivo de nuevas tierras que se buscaban por el crecimiento demográfico palestino y obstaculizó la expansión de la comercialización agrícola. A partir de la segunda aliya (1904-1914), la construcción del «Nuevo Yishuv» estaría cada vez más basada en el modelo de colonialismo de colonos de asentamiento puro 50. En el caso de Palestina, esto suponía la búsqueda de una nueva sociedad judía colonial y un desarrollo segregado a través de la «conquista de la tierra» (kibbush ha-adama) y la «conquista del trabajo» (kibbush ha-‘avoda) o «trabajo judío» (‘avoda ‘ivrit). Todo ello significaba excluir del trabajo agrícola y del mercado laboral a personas que no fuesen judías 51. De hecho, en sus numerosos testimonios escritos era habitual que los colonos de esta segunda oleada colonizadora despreciaran a los de la primera por haber utilizado a trabajadores «árabes» (palestinos) en sus colonias 52.

De esta forma, a partir de los últimos años de la Palestina otomana, el movimiento sionista empezó a poner en práctica sobre el terreno diversos mecanismos de segregación o separación (en afrikáans, apartheid) de la sociedad colonizadora respecto a la mayoría nativa. Esto iba de la mano de la consolidación de la premisa de que Palestina debía ser «tan judía como inglesa era Inglaterra», como afirmaría en 1919 Chaim Weizmann, el químico británico sionista que más tarde se convertiría en el primer presidente del Estado de Israel 53. En el contexto de Palestina y de la reivindicación sionista mayoritaria, esta pauta colonial empezó a imponerse. Esto se tradujo en la edificación de una nueva comunidad y de un nuevo sujeto judío «resultado de la colonización» a través del «arado y la espada» 54. En este sentido, Patrick Wolfe identificó al sionismo como «simple y llanamente colonialismo de asentamiento» 55, mientras que Lorenzo Veracini afirmó que el «asentamiento, nada más, [es] el núcleo absoluto de la práctica sionista» 56.

La Declaración Balfour de 1917 supuso un gran salto hacia delante para el movimiento sionista no solo porque obtenía el apoyo de una gran potencia, el Reino Unido, sino porque este iba a ser el agente colonial, desde una variante del colonialismo de metrópoli, encargado de Palestina hasta 1948. En un proceso complejo, el Reino Unido permitió o apoyó la exocolonización de asentamiento sionista en Palestina, cuyos agentes se fueron preparando para la creación de un Estado exclusiva o mayoritariamente judío en el mayor territorio posible.

El momento culminante llegó en 1947 y 1948. En febrero de 1947, el Reino Unido traspasó a las Naciones Unidas la decisión sobre el futuro de Palestina. La Asamblea General de la ONU violó su propia Carta negando la consulta y el derecho de autodeterminación de la mayoría de la población palestina 57. Además, con diversas presiones a Estados pequeños —en especial por parte de ­Washington— aprobó la partición de Palestina el 29 de noviembre del mismo año. Poco después se desencadenó una guerra civil en la que las fuerzas sionistas iniciaron la limpieza étnica de Palestina, que continuó después del establecimiento del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 y de que pocas horas más tarde finalizase el Mandato Británico de Palestina 58. De este modo se puso en práctica la segunda vía, la del desplazamiento, transferencia, traslado o expulsión masiva, para conseguir el objetivo último sionista. Entre 1947 y 1949, año en que se firmaron los armisticios que pusieron fin a la Primera Guerra Árabe-Israelí, Palestina cambió por completo. La mayor parte de la Palestina árabe fue destruida, casi dos tercios de su población no judía se convirtió en refugiada 59 y el país fue desmembrado. Israel se edificó sobre el 78 por 100 de Palestina, mientras que (Trans)Jordania se anexionó Cisjordania y Jerusalén Este, y Egipto pasó a administrar la nueva Franja de Gaza. Para la escritora italo-palestina Rula Jebreal, la Nakba fue «la catástrofe, el desastre, el apocalipsis [...] Es difícil de explicar, pero es algo que cada palestino siente en su interior, como una herida irreparable, como un cortocircuito en nuestra historia» 60. Para el «poeta de Palestina» Mahmud Darwish, la llegada de la metáfora, que siempre quiso rechazar, de «mi patria es una maleta» y de un «mapa de ausencia» 61. De este modo, después de más de medio siglo de esfuerzos del colonialismo de asentamiento sionista, había llegado su gran victoria: construir un nuevo Estado sobre un territorio, como ordenó David Ben Gurión en 1948, «limpio y vacío de árabes» 62. Para el movimiento sionista, aquel 1948 fue un annus mirabilis en el que se convirtió en realidad un sueño vinculado a la justicia y a la pureza moral. Para el pueblo palestino fue un annus horribilis que no dejaría de ser un «presente eterno» 63.

Es importante tener en cuenta que, desde el marco explicativo del colonialismo de asentamiento, la Nakba palestina no solo fue un acontecimiento, sino que formaba parte de una dinámica colonial y una estructura tanto anterior como posterior a 1948. Así, al contrario de lo que argumentan algunos historiadores, tanto con perspectivas sionistas como antisionistas, la guerra civil no oficial en Palestina (entre diciembre de 1947 y mayo de 1948), así como la guerra interestatal (Primera Guerra Árabe-Israelí) desde el 15 de mayo de 1948 hasta la firma de los armisticios, no fue la causa principal de la limpieza étnica de Palestina. Simplemente fue su contexto, su medio o su vía. En otras palabras, aunque nada estaba predeterminado y la coyuntura de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial permitió la Nakba, su causa primordial no fue la contingencia de las dos guerras desarrolladas en Palestina antes mencionadas, sino la dinámica de colonialismo de asentamiento sionista. Una dinámica que no acabó en 1948 ni en 1967 64.

Entre otros fenómenos, a partir del año de la creación del Estado de Israel/Nakba se pondrían en marcha mecanismos legales para impedir a la población nativa palestina refugiada volver a sus casas, a pesar de que la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1948 reconoció su derecho al retorno. Paralelamente, a través de las leyes de retorno (1950) y ciudadanía (1952), cualquier persona judía del mundo podía obtener la ciudadanía plena israelí solo por su condición judía, mientras que, solo por su condición no judía, a la mayor parte de la población palestina se le negaba este derecho. Además, a la minoría de personas palestinas que no habían sido expulsadas durante la Nakba y que quedaron dentro de las líneas de armisticio israelíes se les impuso la ley marcial hasta 1966. En resumen, en ambos casos se establecieron diferentes mecanismos legales de desposesión, segregación, separación o represión entre la población que vivía bajo un mismo Estado solo por su condición de judía o no judía, por lo que también puede considerarse un tipo de política de apartheid 65. Por tanto, en la búsqueda del objetivo último sionista —máximo territorio con el mínimo de población no judía—, la limpieza étnica y el apartheid, dentro del marco de proyecto sionista de colonialismo de asentamiento, fueron y han sido claves en la creación y la consolidación del Estado de Israel.

En junio de 1967 llegó la euforia israelí por la victoria en la Guerra de los Seis Días. La preparada y rápida ocupación militar de los Altos del Golán, Cisjordania, Jerusalén Este, la Franja de Gaza y la península del Sinaí —declarada ilegal por la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU— también supuso un dilema para las autoridades políticas y militares israelíes. El contexto no era el mismo que en 1947-1948, a pesar de que entre 200.000 y 300.000 personas palestinas fueron expulsadas de sus casas en la conocida como Naksa 66 de 1967. Si el Estado de Israel anexionaba los territorios de la Palestina histórica que acababa de conquistar, dejaría de tener una mayoría judía permanente, un axioma fundamental del sionismo. Por tanto, entre otros factores y con diversos matices se optó por la endocolonización (tanto por su carácter intensivo como por tratarse de un territorio bajo control total israelí) y una ocupación militar sine die 67. Al contrario de lo que establecen numerosos análisis que consideran que la «colonización» de territorios como Cisjordania y Jerusalén Este (que aquí se considera endocolonización de asentamiento) siguió a la ocupación militar de 1967, en este estudio se está demostrando que la ocupación vino después de la colonización (exocolonización y endocolonización de asentamiento) y que ambas han sido inseparables hasta la actualidad 68.

La solución israelí de endocolonización, unida a la ocupación militar de duración indefinida, permitía controlar en profundidad el territorio, explotar sus recursos y trasladar a un número cada vez mayor de colonos. Al mismo tiempo, posibilitaba la desposesión, segregación y sustitución de numerosas familias palestinas, la demolición de viviendas, la aplicación de fórmulas de biopolítica o una limpieza étnica progresiva. A partir de 1967, algunas de las dinámicas más claras de colonialismo de asentamiento han sido: la construcción de asentamientos dentro de la continua endocolonización de Cisjordania 69; la «judaización», revocación de la ciudadanía y de aislamiento de Jerusalén Este; la fragmentación territorial, de obstáculos a la movilidad o de destrucción de casas, escuelas e infraestructuras palestinas y de comunidades beduinas. Todas ellas se encuentran activas hasta el día de hoy y experimentan una renovación periódica. Asimismo, se combinan con otros factores e intereses económicos —entre los que destacan, por ejemplo, los de los complejos militares-industriales, tecnológicos y de seguridad— y están vinculadas, en mayor o menor medida, al propósito del colonialismo de asentamiento sionista-israelí de conseguir el máximo de territorio con el mínimo de población no judía.

A modo de conclusión: limitaciones y desafíos del marco
del colonialismo de asentamiento en Israel-Palestina

El marco explicativo del colonialismo de asentamiento es fundamental para comprender el pasado y el presente de Palestina-­Israel. Sin embargo, las realidades históricas del problema israelo-palestino son complejas, multiformes y cambiantes. Del mismo modo, los conocimientos derivados de esta cuestión, como de cualquier otra, siempre deben estar sujetos a revisión y a debate. Por todo ello, es importante indicar, como manera de abrir la discusión y el diálogo académico, algunas limitaciones y desafíos del colonialismo de asentamiento aplicado a Palestina-Israel. Para realizar esta tarea intelectual es necesario entender la influencia de Patrick Wolfe en los settler colonial studies del siglo xxi. Aunque un creciente número de académicas y académicos trabajan desde este campo de estudio en ámbitos muy diversos, puede decirse que Wolfe es el principal referente, seguido por Lorenzo Veracini. Sus perspectivas y análisis han marcado numerosas investigaciones aplicadas a distintos contextos de la historia contemporánea. Por tanto, el trabajo de deconstrucción y reevaluación de algunos de sus puntos de vista puede afectar a otros estudios influidos por su obra, concernir a problemáticas de índole diversa y permitir un avance en los conocimientos históricos.

En primer lugar, aunque Patrick Wolfe criticase definiciones de colonialismo que consideraba «monolíticas» —que, según Wolfe, no contemplaban fenómenos como el colonialismo de asentamiento—, lo cierto es que el propio marco explicativo de este modelo, según ha sido desarrollado por este autor, también puede ser debatido por su excesiva rigidez. Al considerar que el «colonialismo de asentamiento es relativamente impermeable al cambio de régimen» 70, la interpretación histórica y teórica del colonialismo de asentamiento concebida por Patrick Wolfe encaja con dificultad las transformaciones históricas y la eventualidad. El marco explicativo del colonialismo de asentamiento, como cualquier otro, debe ser adaptable y flexible al cambio histórico. En el caso de la cuestión de Palestina-Israel, este elemento puede ser incluso más necesario, ya que su prolongación en el tiempo, el gran número de problemas contemporáneos que conjuga y su carácter activo en la actualidad requieren una perspectiva más abierta. Aunque el colonialismo de asentamiento tenga un carácter específico y se caracterice por la lógica de la sustitución y/o eliminación de la mayoría o la totalidad de la población nativa, considerar que difícilmente puede estar sujeto a diversas variables y cambios espacio-temporales puede limitar su utilidad.

La «lógica de la eliminación» propuesta por Wolfe, como una especie de dimensión ontológica expresada por una inherente voluntad colona, también puede reducir o negar la capacidad de agencia de los pueblos colonizados. Al predeterminar la historia, puede parecer que sus discursos y prácticas fuesen, hayan sido o sean en vano, ya que su único destino es la desaparición. Como escribió Veracini, según este punto de vista, «el colonialismo de asentamiento solo tiene una historia que contar: la de su victoria total o la de su derrota total» 71. Pero solo con un repaso a la trayectoria histórica de Palestina-Israel desde finales del siglo xix puede comprobarse que esta idea es cuestionable. Igualmente, por su lado, al centrar su atención en el análisis del colonialismo de asentamiento y en la acción de sus agentes, algunas perspectivas pueden dejar de lado las experiencias y voces de los pueblos autóctonos o nativos 72. Así, tanto la idea de la «lógica de la eliminación» y la «impermeabilidad al cambio de régimen» de Wolfe como la afirmación de que «el colonialismo de asentamiento solo tiene una historia que contar» de Veracini pueden aparecer como demasiado teleológicas. Considerar el colonialismo de asentamiento como una estructura transhistórica que difícilmente deja lugar a la eventualidad o a procesos y acontecimientos históricos abiertos y multidireccionales también puede reducir sus aplicaciones y su capacidad interpretativa.

Tanto en Israel-Palestina como en otros contextos puede interpretarse algo similar respecto al «binarismo primigenio de la frontera» de Wolfe y la dicotomía estática e inexorable del sujeto colono y del sujeto nativo que también establece Veracini. En el caso palestino-israelí, por ejemplo, algunas líneas divisorias son más complejas. Aunque formen parte del mismo pueblo palestino (sujeto nativo), las experiencias cotidianas y el significado de la frontera entre las personas palestinas con ciudadanía israelí, las que residen en Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este y las que viven en campos de refugiados de Jordania, Líbano o Siria son diversas, así como su mayor o menor relación con las personas judías israelíes (sujeto colono). Asimismo, elementos como la existencia de una minoría de personas judías previa al inicio de la colonización sionista (Viejo Yishuv), así como la idea sionista de «derechos históricos» y «retorno judío» a Eretz Israel, introduce matices distintos a este binarismo entre el sujeto colono y el sujeto nativo. Como recordó Edward Said 73, el movimiento sionista ha presentado a Israel y a las personas judías, a través de sus «derechos históricos» y este «retorno» después de «dos mil años de exilio», como lo auténticamente —e incluso, en ocasiones, exclusivamente— nativo. A pesar de que historiadores israelíes como Shlomo Sand o palestinos como Nur Masalha han desmontado con minuciosidad esta mitología 74, esto no significa que no introduzca dinámicas y relaciones más complejas que una simple dualidad inmutable entre colono y nativo colonizado. En este punto es enriquecedor acudir a los estudios de distintos autores como Jean Bernabé, Homi Bhabha, Néstor García Canclini y conceptos como el de hibridez 75, y en el caso de Bhabha, también los de ambivalencia e imitación 76.

Además, la dicotomía inflexible colono-nativo dentro del marco del colonialismo de asentamiento planteada por Wolfe y Veracini puede limitar la perspectiva de análisis sobre algunas cuestiones de la problemática de Palestina-Israel. En concreto, su contenido nacional y de identidad nacional. En el caso palestino, siempre ha estado presente la dimensión de los discursos y las prácticas de resistencia palestina como una lucha de índole anticolonial y, cada vez más, como una lucha por la igualdad, los derechos civiles y contra el apartheid. Sin embargo, en numerosos contextos ha predominado su (auto)caracterización como una lucha prioritariamente nacional encarnada por el movimiento nacional palestino. No puede eludirse que los procesos de afirmación identitaria, y en concreto los de construcción de identidad nacional, han formado parte del núcleo de las dinámicas emancipatorias y por la independencia de numerosos pueblos colonizados. Por otro lado, se halla la «nacionalización» del judaísmo que realizó el sionismo desde finales del siglo xix. Aquí se inició su también (auto)caracterización como un movimiento de liberación nacional de un pueblo oprimido, esta vez altneu 77, que reivindica su derecho a la autodeterminación. Aunque su práctica continuada es de colonialismo de asentamiento, no puede eludirse que su impulso inicial también fue nacionalista. Esto lo puede diferenciar en algunos aspectos de otros movimientos coloniales de asentamiento y hace incorporar matices distintos. A pesar de que este factor nacional no modifica la existencia de un binarismo colono-nativo, introduce elementos adicionales que entrecruzan los análisis.

En definitiva, los marcos explicativos que niegan o minimizan que Palestina-Israel es una cuestión sobre todo de colonialismo de asentamiento, incluyendo las perspectivas liberales críticas centradas en 1967, en la ocupación militar y en el paradigma biestatal, ofrecen un puzle histórico en el que faltan piezas fundamentales. De hecho, puede afirmarse que son insuficientes y limitados. El colonialismo de asentamiento no solo proporciona un análisis holístico, sino que introduce más referencias históricas y dimensiones espaciales y temporales relacionadas con Palestina-­Israel que el focalizado espacio-temporalmente en o a partir de 1967. De esta forma, permite comprender mejor las múltiples dinámicas que acoge esta problemática: desde los inicios de la exocolonización sionista de asentamiento —como se ha indicado, en los primeros años de «plantación étnica» y desde principios del siglo xx de asentamiento puro—, hasta fenómenos posteriores como la Nakba, las políticas de segregación o apartheid y la endocolonización de asentamiento unida a la ocupación militar actual. Al mismo tiempo, establece un paradigma y diccionario renovados, que estimulan el avance, el debate y la actualización del conocimiento.

De este modo, para comprender Palestina-Israel se propone la utilización del paradigma del colonialismo de asentamiento, que debe en gran medida su formulación a Wolfe y Veracini. Sin embargo, también se sugiere la introducción de puntos de vista más abiertos y con menos elementos teleológicos y deterministas. De esta forma, se podrá explicar tanto las fundamentales realidades históricas binarias como ciertos matices y elementos híbridos, así como la capacidad de agencia y algunos procesos activos, cambiantes y contingentes. Entre otros factores de utilidad, el colonialismo de asentamiento permite establecer perspectivas comparadas entre Israel-Palestina y otros casos históricos y globales, algo en especial necesario dado el carácter de excepcionalidad e incluso ahistórico que establecen numerosos análisis sobre esta cuestión. No obstante, no puede olvidarse que es fundamental tener en cuenta las características particulares y las lógicas propias de una cuestión que estuvo y sigue estando, periódicamente, en el centro de la agenda diplomática, mediática y política internacional.


* Esta publicación es parte del proyecto de I+D+i «Derechas y nación en época contemporánea. Una perspectiva transnacional» (DYNECTRANS PGC2018-099956-B-I00), financiado por MCI/AEI/10.13039/501100011033 y FEDER Una manera de hacer Europa.

1 Carmen López Alonso: «¿Jano o cabeza de Medusa? Historia y política en Israel», Historia y política: Ideas, procesos y movimientos sociales, 1 (1999), pp. 119-122.

2 John Collins: «Más allá del “conflicto”: Palestina y las estructuras profundas de la colonización global», Política y Sociedad, 48, 1 (2011), pp. 139-154.

3 Ilan Pappé: La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Crítica, 2008.

4 Mientras que Walid Khalidi (All That Remains: The Palestinian Villages Occupied and Depopulated by Israel in 1948, Washington DC, Institute for Palestine Studies, 1992) contabilizó 418 y Salman Abu Sitta (The Palestinian Nakba 1948: The Register of Depopulated Localities in Palestine, Londres, Palestine Return Center, 2000) registró 531, las últimas investigaciones de Eléonore Marza y Eitan Bronstein publicadas en de-colonizer.org elevan el número a 615.

5 Diego Checa Hidalgo: «Colonización, construcción nacional e identidades palestinas. Procesos inacabados», en Damián Alberto González Madrid et al.: La Historia, lost in translation?, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2017, pp. 3431-3442.

6 Antoni Segura i Mas: «El conflicte etern de l’Orient Mitjà», L’Espill, 59 (2018-2019), p. 147.

7 Mar Gijón Mendigutia: «Los “nuevos historiadores” israelíes. Mitos fundacionales y desmitificación», Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos (REIM), 5 (2008), pp. 27-41; Carmen López Alonso: «Historia y presente en Israel y Palestina: separación, oposición y entrecruzamiento de dos historias paralelas. Nuevos y viejos enfoques», Ayer, 76 (2009), pp. 296-307, e Ilan Pappé: Los demonios de la Nakba. Las libertades fundamentales en la universidad israelí, Madrid, Bósforo, 2008, pp. 6-23.

8 Edgardo Lander (coord.): La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO, 2000.

9 Entre los primeros, Constantine K. Zurayk: The Meaning of the Disaster (Ma’na al-Nakba), Beirut, Khayat’s College Book Cooperative, 1956 (1.ª ed., 1948); Arif Al-‘Arif: Al-Nakba, 6 vols., Beirut, Saida, 1956-1962; Walid Khalidi: «Why Did the Palestinians Leave?», Middle East Forum, 35, 7 (1959), pp. 21-24 y 35, e íd.: «The Fall of Haifa», Middle East Forum, 35, 10 (1959), pp. 22-32.

10 Simha Flapan: The Birth of Israel: Myths and Realities, Nueva York, Pantheon Books, 1987.

11 Benny Morris: The Birth of the Palestinian Refugee Problem, 1947-1949, Cambridge, Cambridge University Press, 1987, e íd.: Righteous Victims: A History of the Zionist-Arab Conflict, 1881-1999, Nueva York, Vintage, 2001.

12 Ilan Pappé: Britain and the Arab-Israeli Conflict, 1948-1951, Nueva York, MacMillan, 1988; íd.: The Israel-Palestine Question, Londres-Nueva York, Routledge, 1999; íd.: Historia de la Palestina moderna: un territorio, dos pueblos, Madrid, Akal, 2007; íd.: La limpieza étnica...; Ilan Pappé y Noam Chomsky: Gaza en crisis. Reflexiones sobre la guerra de Israel contra los palestinos, Madrid, Taurus, 2011; Ilan Pappé (ed.): People Apart: Israel, South Africa and the Apartheid Question, Londres, I. B. Tauris, 2012; íd.: The Idea of Israel: A History of Power and Knowledge, Nueva York, Verso, 2014; íd. (ed.): Israel and South Africa: The Many Faces of Apartheid, Londres, Zed Books, 2015; íd.: Genocidio progresivo en Palestina y el BDS, Buenos Aires, Canaán, 2017, e íd.: Los palestinos olvidados. Historia de los palestinos de Israel, Madrid, Akal, 2017.

13 Avi Shlaim: Collusion Across the Jordan: King Abdullah, the Zionist Movement and the Partition of Palestine, Oxford, Clarendon Press, 1988, e íd.: El muro de hierro: Israel y el mundo árabe, Granada, Almed, 2003.

14 Ari Shavit: «Survival of the Fittest? An Interview with Benny Morris», Haaretz Friday Magazine, 9 de enero de 2004.

15 Richard Falk y Howard Friel: Israel-Palestine on Record: How the New York Times Misreports Conflict in the Middle East, Londres-Nueva York, Verso, 2007, p. 139.

16 Jorge Ramos Tolosa: «La Nakba palestina», en Antonio Basallote Marín et al.: Existir es resistir: pasado y presente de Palestina-Israel, Granada, Comares, 2017, pp. 53-60.

17 Archivos Ben Gurion, carta de David Ben Gurion a su hijo Amos, 5 de octubre de 1937, citado en «JPS Responds to CAMERA’s Call for Accuracy: Ben-Gurion and the Arab Transfer», Journal of Palestine Studies, 41, 2 (2012), p. 248.

18 Citado por Avi Shlaim: Collusion across..., p. 17.

19 Entrada del 6 de febrero de 1948, citado por Benny Morris: The Birth of the Palestinian Refugee Problem..., p. 170.

20 Walter Laqueur: Historia del sionismo. Edición abreviada, México DF, Instituto Cultural Mexicano-Israelí, 1982, pp. 3-135.

21 Patrick Wolfe: Settler Colonialism and the Transformation of Anthropology: The Politics and Poetics of an Ethnographic Event, Londres, Cassell, 1999, pp. 1-3.

22 Uri Davis: Israel: An Apartheid State, Londres-Nueva Jersey, Zed Books Ltd., 1987, y Maxime Rodinson: Israel: A Colonial Settler State?, Nueva York, Monad, 1973.

23 Patrick Wolfe: Settler Colonialism...

24 Frederick Cooper: Colonialism in question: Theory, Knowledge, History, Londres, University of California Press, 2005; Lorenzo Veracini: Settler Colonialism: A Theoretical Overview, Londres, Palgrave Macmillan, 2010, y Edward Cavanagh y Lorenzo Veracini (eds.): The Routledge Handbook of the History of Settler Colonialism, Londres-Nueva York, Routledge, 2017.

25 Edward Cavanagh y Lorenzo Veracini (eds.): The Routledge Handbook...

26 Uri Davis: Apartheid Israel: Possibilities for the Struggle Within, Londres, Zed Books, 2003; Sean Jacobs y ‎Jon Soske: Apartheid Israel: The Politics of an Analogy, Chicago, Haymarket Books, 2015; Ilan Pappé (ed.): Israel and South Africa...; íd.: Peoples Apart: Israel, South Africa..., y Ben White: Israeli Apartheid: A Beginner’s Guide, Londres-Nueva York, Pluto Press, 2009.

27 Ilan Pappé: «Shtetl Colonialism: First and Last Impressions of Indigeneity by Colonised Colonisers», Settler Colonial Studies, 2, 1 (2012), pp. 39-58.

28 David Lloyd: «Settler Colonialism and the State of Exception: The Example of Palestine/Israel», Settler Colonial Studies, 2, 1 (2012), pp. 59-80.

29 John Collins: «Más allá del “conflicto”...».

30 David Vital: The Origins of Zionism, Oxford, Oxford University Press, 1975.

31 Frédéric Encel: Géopolitique du sionisme. Stratégies d’Israël, París, Armand Colin, 2015.

32 Ferran Izquierdo Brichs: «Sionismo y separación étnica en Palestina durante el Mandato Británico: la defensa del trabajo judío», Scripta Nova: Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, 10 (2006), pp. 205-228.

33 Yakov M. Rabkin: La amenaza interior: historia de la oposición judía al sionismo, Hondarribia, Hiru, 2006.

34 Stefan Zweig: El mundo de ayer: memorias de un europeo, Barcelona, Acantilado, 2002 (1.ª ed., 1942).

35 Enzo Traverso: El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador, Valencia, Universitat de València, 2013, pp. 24-25.

36 Robert S. Wistrich: «Zionism and Its Jewish “Assimilationist” Critics (1897-1948)», Jewish Social Studies, 4, 2 (1998), pp. 59-111.

37 Zvi Gitelman (ed.): The Emergence of Modern Jewish Politics. Bund and Zionism in Eastern Europe, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2003.

38 David Vital: Zionism: The Formative Years, Oxford, Oxford University Press, 1982, pp. 19-44.

39 Nelly Jussem-Wilson: «Bernard Lazare’s Jewish Journey: From Being an Israelite to Being a Jew», Jewish Social Studies, 26, 3 (1964), pp. 162-166.

40 Enzo Traverso: El final de la modernidad judía..., pp. 19-80.

41 Lorenzo Veracini: «Introducing, Settler Colonial Studies», Settler Colonial Studies, 1, 1 (2011), pp. 1-12, esp. p. 3.

42 Jorge Ramos Tolosa: «“Un país de desolación, sílices y cenizas”. El mito de Palestina como tierra virgen en el discurso sionista», Historia Social, 78 (2014), pp. 117-134.

43 Nur Masalha: La Biblia y el sionismo: invención de una tradición y discurso poscolonial, Barcelona, Bellaterra, 2008.

44 David Vital: Zionism: The Crucial Phase, Oxford, Oxford University Press, 1987, pp. 207-296.

45 Edward W. Said: La cuestión palestina, Barcelona, Debate, 2013, pp. 109-138 (1.ª ed., 1979).

46 Mientras que el concepto de «exocolonización» destaca el carácter prioritariamente extensivo de estos procesos, la «endocolonización» se centra en lo intensivo y, con frecuencia, en espacios ya controlados. Aun así, suelen ser dinámicas entrecruzadas e incluso inseparables, como en este último caso demuestra el devenir histórico de Palestina a partir de 1948 y 1967. Véase John Collins: «Más allá del “conflicto”...».

47 Mazim B. Qumziyeh: Compartir la tierra de Canaán, Buenos Aires, Canaán, 2007, p. 54.

48 Ilan Pappé: Los palestinos olvidados..., p. 9.

49 Gershon Shafir: Land, Labor and the Origins of the Israeli-Palestinian Conflict, 1882-1914, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 40-41.

50 Gabriel Piterberg: The Returns of Zionism. Myths, Politics and Scholarship in Israel, Londres-Nueva York, Verso, 2008, pp. 62-68, e íd.: «Colonos y sus Estados», New Left Review, 62 (2010), pp. 108-117.

51 Ferran Izquierdo Brichs: «Sionismo y separación étnica...».

52 Ilan Pappé: «Shtetl Colonialism...», pp. 48-53.

53 Citado por Saree Makdisi: Palestine Inside Out: An Everyday Occupation, Nueva York, W. W. Norton & Company, 2010, p. 242.

54 Arno J. Mayer: El arado y la espada: del sionismo al Estado de Israel, Barcelona, Península, 2010.

55 Patrick Wolfe: «The Settler Complex: An Introduction», American Indian Culture and Research Journal, 37, 2 (2013), pp. 1-22, esp. p. 9.

56 Lorenzo Veracini: «What Can Settler Colonial Studies Offer to an Interpretation of the Conflict in Israel-Palestine?», Settler Colonial Studies, 5, 3 (2015), pp. 268-271, esp. p. 269.

57 Jorge Ramos Tolosa: Los años clave de Palestina-Israel. Pablo de Azcárate y la ONU (1947-1952), Madrid, Marcial Pons, 2019, pp. 69-124.

58 Ibid., pp. 165-388, e íd.: «De los orígenes a la intervención de la ONU», en Antonio Basallote Marín et al.: Existir es resistir: pasado y presente de Palestina-­Israel, Granada, Comares, 2017, pp. 30-46.

59 Antoni Segura i Mas y Òscar Monterde Mateo: El interminable conflicto en Israel y Palestina, Madrid, Síntesis, 2018, pp. 87-100.

60 Rula Jebreal: La strada dei fiori di Miral, Milán, Bur, 2005, p. 142.

61 Mahmud Darwish: En presencia de la ausencia, traducción de Luz Gómez, Valencia, Pre-textos, 2011.

62 Citado por Benny Morris: The Birth of the Palestinian Refugee Problem Revisited, Cambridge, Cambridge University Press, 2004, p. 463.

63 Ahmad H. Sa’Di: «Catastrophe, Memory and Identity: Al-Nakbah as a Component of Palestinian Identity», Israel Studies, 7, 2 (2002), pp. 175-198.

64 De hecho, en diversas épocas, distintos líderes israelíes han defendido en público esta idea o una versión de ella. Por ejemplo, Ariel Sharon, quien afirmó en 2001: «La guerra de independencia no ha terminado todavía. No: 1948 fue tan solo uno de sus capítulos. [...] Es imposible pensar que hayamos concluido nuestra tarea y que nos podamos dormir en los laureles». Citado por Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño y Ferran Izquierdo Brichs: ¿Por qué ha fracasado la paz? Claves para entender el conflicto palestino-israelí, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2007, p. 23.

65 Isaías Barreñada Bajo: Identidad y ciudadanía en el conflicto israelo-palestino: los palestinos con ciudadanía israelí, parte del conflicto y excluidos del proceso de paz, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2005; Ilan Pappé (ed.): Israel and South Africa...; íd.: Peoples Apart..., y Oren Yiftachel: Ethnocracy: Land and Identity Politics in Israel/Palestine, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 2006, pp. 9, 82-85, 125-129 y 304.

66 El término Naksa (que puede traducirse como «recaída», «retraso» o «revés») aplicado a la historia de Palestina-Israel es utilizado por el pueblo palestino para hacer referencia a la victoria israelí en la guerra de junio de 1967 y a sus consecuencias.

67 Con diversas diferencias e interpretaciones, la ocupación militar en un contexto de colonización o endocolonización ya fue desarrollado, por ejemplo, por Estados Unidos a partir de su guerra con México. Véase Lorenzo Veracini: «What Can Settler Colonial Studies Offer...».

68 Estas dinámicas están vinculadas a lo que Isaías Barreñada, por ejemplo, denomina «colonialismo 2.0». Véase Isaías Barreñada Bajo: «La política disruptiva de Trump en Oriente Medio y el nuevo momento del conflicto israelo-palestino», Anuario CEIPAZ, 10 (2017-2018), pp. 203-226.

69 José Abu-Tarbush Quevedo: «Palestina: retomando la iniciativa», Revista Electrónica de Estudios Internacionales (REEI), 24 (2012), pp. 1-27; íd.: «Palestina en el nuevo contexto regional: ¿parálisis o avances?», Anuario CEIPAZ, 6 (2013-2014), pp. 146-159, e Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño: «Archipiélago Palestina: la ruptura de la continuidad territorial de Cisjordania», Norba. Revista de historia, 21 (2008), pp. 117-137.

70 Patrick Wolfe: «Settler Colonialism and the Elimination of the Native», Journal of Genocide Research, 8, 4 (2006), pp. 387-409, esp. p. 402.

71 Lorenzo Veracini: «Settler Colonialism and Decolonization», borderlands ­e-journal, 6, 2 (2007).

72 Corey Snelgrove et al.: «Unsettling Settler Colonialism: The Discourse and Politics of Settlers, and Solidarity with Indigenous Nations», Decolonization: Indigeneity, Education & Society, 3, 2 (2014), pp. 1-32, esp. p. 10.

73 Edward W. Said: La cuestión palestina..., pp. 88-89.

74 Nur Masalha: La Biblia y el sionismo...; Shlomo Sand: La invención del pueblo judío, Madrid, Akal, 2011, e íd.: La invención de la tierra de Israel, Madrid, Akal, 2013.

75 Jean Bernabé et al.: Éloge de la Créolité, París, Gallimard, 1989; Homi Bhabha: The Location of Culture, Londres-Nueva York, Routledge, 1994, y Néstor García Canclini: Culturas híbridas (estrategias para entrar y salir de la modernidad), México DF, Grijalbo, 1990.

76 Homi Bhabha: The Location of Culture...

77 Altneuland (traducido del alemán original «Tierra vieja nueva») es el título de una de las obras más conocidas de Theodor Herzl [la referencia completa es Old-New Land (Altneuland), Nueva York, Bloch Publishing and Herzl Press, 1960 (1.ª ed., 1902)]. Tanto el título de este libro como su utilización aquí responden a uno de los ejes sionistas: por un lado, el carácter antiguo o ancestral tanto del «pueblo judío» como de la tierra asociada a él (Eretz Israel). Respectivamente, el carácter tanto de pueblo elegido como de tierra prometida puede ser enfatizado en mayor o menor medida dependiendo del contexto. Por otro lado, la condición de nuevo (pueblo y tierra) se interpreta mayoritariamente en el sionismo como el renacimiento, el risorgimento o la nueva sociedad judía que se construye en Palestina desde el inicio de las aliyot u oleadas colonizadoras sionistas.