Ayer 124/2021 (4): 163-189
ISSN: 1134-2277
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2021
DOI: 10.55509/ayer/124-2021-07
© Diego Checa Hidalgo
Recibido: 15-03-2019 | Aceptado: 10-01-2020
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Una historia en construcción: resistencias no-violentas al colonialismo en Palestina durante el siglo xx *

Diego Checa Hidalgo

Universidad de Granada
diegoch@ugr.es

Resumen: Este artículo realiza un análisis sobre los procesos de resistencia no-violenta que la población palestina ha desarrollado para enfrentarse a las dinámicas coloniales implantadas en la región tras la caída del Sultanato Otomano. Para ello, se estudiarán los actores implicados en las resistencias y sus estrategias de lucha a lo largo de todo el siglo xx, comparando en especial los dos momentos donde esta resistencia ha tenido una mayor intensidad: la Gran Insurrección Árabe (1936-1939) y la Intifada (1987-1990).

Palabras clave: resistencia civil, resistencias cotidianas, Reino Unido, Israel, Oriente Medio.

Abstract: This article analyses the processes of non-violent resistance that the Palestinian population has developed in order to confront the colonial dynamics implanted in the region following the fall of the Ottoman Sultanate. It examines the actors involved, and their strategies of resistance throughout the twentieth century. In pays particular attention to comparing two moments where this resistance has had the greatest intensity: the Great Arab Uprising (1936-1939) and the Intifada (1987-1990).

Keywords: civil resistance, everyday resistance, United Kingdom, Israel, Middle East.


Introducción

La cuestión palestina sigue atrayendo el foco de atención de la sociedad internacional más de un siglo después de su entrada en escena. Desde la caída del Sultanato Otomano y la dominación europea de la región, la población que habitaba aquellos territorios ha enfrentado dinámicas coloniales que no se han detenido y que han supuesto la subordinación de la población local a actores exógenos, mediante el ejercicio de la violencia. Durante la prolongada trayectoria del conflicto, la sociedad palestina y su movimiento nacional han empleado los medios a su disposición para terminar con la colonización de su territorio y lograr la autodeterminación, recurriendo tanto al empleo de la resistencia civil como a la lucha armada.

Del análisis detallado de las etapas de la lucha por la autodeterminación del pueblo palestino se desprende un gran número de acciones que pueden ser catalogadas como resistencia civil, desarrolladas en su mayoría por gente corriente en su vida cotidiana. Sin embargo, esas formas de lucha no-violenta fueron subordinadas, en gran parte de las situaciones, a otros medios de lucha caracterizados por la retórica y la práctica de la violencia, cuyo protagonismo capitalizaban los denominados fedayines. Esto ha contribuido a invisibilizar gran parte de los procesos de resistencia del movimiento nacional palestino a lo largo de su historia.

El presente artículo tiene por objeto recuperar la historia de los procesos de resistencia no-violenta ante la colonización desarrollados desde la sociedad palestina. Para realizar esta investigación se recurrió al análisis de la actuación de los actores implicados en los procesos de resistencia y al estudio de la bibliografía existente sobre la materia. Además, en el marco del trabajo de campo realizado a lo largo de una serie de estancias sobre el terreno llevadas a cabo durante los años 2011-2015, se llevaron a cabo entrevistas semiestructuradas a informantes relevantes de la sociedad civil y la política palestina.

El artículo, en primer lugar, presentará el fenómeno de la resistencia civil y su relevancia en los procesos históricos de cambio político y social. En segundo lugar, se centrará en el análisis de los procesos de resistencia palestina contra la colonización desde finales de la época otomana y hasta la creación del Estado de Israel en 1948, prestando especial atención a las luchas no-violentas. En tercer lugar, se presentará la evolución de la resistencia del movimiento nacional desde la Nakba a la primera Intifada, estudiando la lucha no armada llevada a cabo por la población palestina. Por último, se presentarán los principales resultados de esta investigación.

Resistencia civil y lucha no armada

Los relatos dominantes en la historiografía participan de la creencia de que la violencia es un arma indispensable para conseguir la transformación de las estructuras políticas, sociales, económicas o culturales y, por esta razón, destacan la importancia en dichas trasformaciones de las batallas e insurrecciones violentas, las victorias y derrotas en las guerras y los héroes caídos en dichas luchas armadas. Estas perspectivas se centran en el estudio de la lucha armada para entender muchos de los procesos de cambio histórico, y en consecuencia tienden a ignorar, en muchas ocasiones, el papel que la resistencia civil y la lucha no-violenta han desempeñado en la mayoría de los procesos analizados 1.

Hoy sabemos de la práctica esporádica de campañas de resistencia civil a lo largo de la historia, al menos desde que la plebe romana organizó una huelga general en el año 449 a. C. que no terminó hasta que sus reivindicaciones políticas fueron atendidas 2. A partir del siglo xix, estas campañas emergieron de la mano de los movimientos abolicionistas y feministas como acciones con una fuerza política más sólida. Poco a poco aumentó el uso de métodos no-violentos como estrategia de lucha contra la injusticia y la opresión donde antes se pensaba como única respuesta adecuada o viable la rebelión violenta o la lucha armada 3. Por ello, desde el siglo xix, la resistencia civil fue utilizada con más frecuencia como un equivalente funcional a la resistencia violenta 4, en especial en el marco de las luchas nacionalistas y obreras.

En el siglo xx, Gandhi tuvo una labor fundamental en el desarrollo de la resistencia no-violenta como acción política. Los resultados alcanzados por Gandhi en Sudáfrica e India sirvieron como acicate para que, a partir de mediados del siglo xx, la práctica de la resistencia civil se fuera extendiendo por todo el mundo gracias a su reiterado uso en numerosos movimientos sociales. Como ejemplo de ello destacan el movimiento feminista, el ecologista o el pacifista, los cuales han recurrido casi exclusivamente al empleo de estrategias y métodos no-violentos para la consecución de sus objetivos, cultivando al mismo tiempo una amplia crítica social contra todo tipo de violencia 5.

La constatación de un aumento del protagonismo de la resistencia civil en los procesos de cambio político y social de la época contemporánea ha llevado al desarrollo de estudios comparativos sobre el estado y la eficacia de la lucha armada y la resistencia no-violenta, que han mostrado como, a lo largo del siglo xx, las campañas de resistencia civil a gran escala, con claros objetivos políticos maximalistas, fueron más frecuentes que las campañas armadas, logrando a su vez mejores resultados 6. Las razones que explican esta situación son variadas e incluyen la cada vez mayor disparidad en los medios de la violencia entre los ciudadanos y el Estado en la mayoría de los países, la difusión del conocimiento sobre métodos y estrategias de acción no-violenta, y el aumento del reconocimiento de la eficacia de la resistencia no-violenta 7.

Desde el punto de vista historiográfico, tal y como hemos señalado, esta realidad ha sido bastante ignorada y continúa siendo cuestionada. Aunque el papel de la resistencia civil y la lucha no armada en los procesos históricos de cambio político y social desarrollados por los movimientos nacionales y anticoloniales comienza a ser reconocido, son escasos los trabajos que abordan esta cuestión en la región de Oriente Medio y el norte de África 8. El caso de la cuestión palestina no es ajeno a tales dificultades, y el estudio de la lucha no armada del movimiento nacional palestino solo ha sido analizado en profundidad en el caso de la primera Intifada y el periodo más actual del conflicto 9. En este sentido, surge la necesidad de recuperar parte de la historia de los procesos de resistencia no-violenta contra la colonización que existen en Palestina a lo largo de todo el siglo xx.


La resistencia no-violenta palestina durante el Mandato Británico

Los procesos de resistencia contra la colonización del territorio de la antigua Palestina comenzaron antes de la conquista británica, con la llegada de la primera oleada de colonos sionistas a la región datada entre 1882 y 1903. Las primeras reacciones públicas palestinas consistieron en pequeñas protestas del campesinado afectado por la instalación de colonias sionistas. La primera de las cuales se documenta en 1884 en Afula, ante la venta de parte de las tierras que trabajaba la comunidad palestina por los terratenientes otomanos a los nuevos pobladores judíos de una colonia cercana, lo cual privaba a la comunidad local de sus medios tradicionales de subsistencia 10. A ella siguieron las quejas de pequeños comerciantes y artesanos palestinos que no podían competir con los medios de los colonos y la petición formal realizada por los notables palestinos de Jerusalén a las autoridades otomanas en junio de 1891 para que se detuviesen la colonización sionista 11.

Así pues, aunque a finales de la primera década del siglo xx el movimiento sionista contaba solo con 50.000 personas en Palestina 12, su llegada estaba alterando las estructuras y las relaciones económicas tradicionales, granjeándose el antagonismo de la población local, expresado a través de quejas contra el consentimiento del Sultanato Otomano a la venta de tierra a las organizaciones sionistas y protestas contra la población recién llegada. En paralelo a la expansión de la colonización sionista, las protestas de la población local se intensificaron, llegando a producirse llamadas al boicot contra los bienes y comercios de la comunidad judía de Palestina a partir de 1910, y encontrando un amplio eco en las publicaciones periódicas de la región antes de la Primera Guerra Mundial 13.

La actividad sionista, la inmigración judía y la ocupación británica a partir de diciembre de 1917 contribuyeron a consolidar el nacionalismo palestino 14. A partir de entonces, el movimiento nacional palestino se enfrentó en su lucha por la autodeterminación a una potencia ocupante que, a través de la Declaración Balfour, había manifestado su apoyo a la creación de un hogar nacional judío en Palestina en respuesta a las peticiones del movimiento sionista. Las autoridades británicas desplegaron unas políticas favorables al movimiento sionista que hicieron que tal sentimiento antisionista tornase también en antibritánico. Tales circunstancias generaron el estallido de protestas que fueron aumentando en intensidad hasta desembocar en los disturbios de abril de 1920 15. Esta situación, agravada por el respaldo que recibió de la comunidad internacional en la Conferencia de San Remo de 1920, impulsó la organización de seis congresos árabes palestinos entre 1919 y 1923 para oponerse al Mandato y la ­Declaración 16.

El sentimiento antisionista y antibritánico continuó espoleando el movimiento nacional palestino, que mantuvo su proceso de organización y resistencia durante la década de 1920 17. Dicha resistencia, liderada por las elites árabes, con el Gran Muftí de Jerusalén, Haj Amin al Husseini, a la cabeza, tuvo un carácter fundamentalmente no armado, aunque en ciertas ocasiones se produjeron disturbios, saqueos e incidentes violentos en algunas ciudades y pueblos como, por ejemplo, la revuelta de Jaffa de 1921 18 o los disturbios en Jerusalén y sus alrededores de 1929 19.

Sin embargo, la resistencia palestina a la colonización británica y sionista fue en su mayoría no-violenta, donde la población combinó tanto métodos simples de protesta como otros más complejos de no-cooperación para suspender la obediencia a las autoridades. En un principio la resistencia se basó en métodos de protesta y persuasión: declaraciones formales, peticiones, manifiestos, asambleas, delegaciones, procesiones y marchas, dirigidas a modificar la política británica en Palestina y su apoyo al movimiento sionista 20. Así, por ejemplo, el estudiantado palestino pidió a sus compañeros en Inglaterra que apoyasen la lucha contra las cláusulas sionistas del Mandato, y el campesinado presentó protestas contra las concesiones de tierras otorgadas a judíos y contra los despidos de dirigentes árabes y pro-árabes de cargos públicos.

Más adelante fueron incorporando a sus estrategias de lucha métodos de no-cooperación política, económica y social. Por una parte, las elites árabes llegaron a boicotear las elecciones organizadas por las autoridades británicas y renunciaron a colaborar con la administración colonial, aunque sí participaron en las elecciones locales. Por otra parte, el campesinado dejó de colaborar en la demarcación de tierras que llevaban a cabo los comisionados del gobierno 21. Por tanto, esta no-cooperación escaló y en consecuencia se produjeron boicots económicos a los productos británicos y judíos, huelgas que cerraron los comercios en todo el territorio, llamadas de las mezquitas a la insumisión fiscal y acciones de desobediencia civil en general 22. El hecho de que entonces la resistencia fuese principalmente no-violenta tuvo mucho que ver con la actitud del liderazgo palestino que favoreció tal estrategia y desestimó las opciones de otros sectores del movimiento nacional que abogaban por la rebelión y la lucha armada 23.

Durante la siguiente década se amplió la intensidad de la resistencia civil contra las autoridades británicas y las políticas que favorecían los intereses sionistas, como muestra el aumento de la participación y la frecuencia de las manifestaciones y huelgas generales, algo que se pondrá en especial de manifiesto en varias ocasiones a lo largo de 1933 24.

Sin embargo, en ese momento se produjo el ascenso de nuevos líderes más jóvenes que competían con las elites tradicionales por el liderazgo del movimiento nacional, lo cual polarizó la resistencia entre moderados y radicales, entre la vieja oligarquía árabe y los jóvenes líderes e intelectuales nacionalistas que nutrieron los primeros partidos políticos palestinos 25. Mientras los primeros seguían abogando por una resistencia basada en métodos de protesta y persuasión, los segundos apostaron por métodos de confrontación abierta con las autoridades británicas basados en la no-cooperación y la ­desobediencia civil para elevar la intensidad del enfrentamiento.

Las diferencias entre las viejas elites palestinas y los nuevos líderes políticos nacionalistas se plasmaron el 26 de marzo de 1933 en el Gran Encuentro Nacional. En él se aceptó el principio de no-cooperación, pero se limitó su aplicación a tres áreas determinadas: boicots sociales a recepciones gubernamentales, boicots políticos a los órganos de gobierno y boicot al consumo de productos británicos y judíos 26. La objeción fiscal fue discutida, pero se rechazó 27. Este congreso también decidió rechazar la autoridad del gobierno, pero las divergencias internas impidieron que esta resolución se aplicara y, en consecuencia, no se realizó un llamamiento a la ­desobediencia civil. En este sentido, Haj Amin también se opuso a la renuncia de los árabes a los puestos de trabajo en la administración colonial y esta no se produjo 28.

A pesar de los esfuerzos de movimiento nacional palestino por impulsar un proceso de resistencia civil más sostenido, las divisiones internas y la enorme represión que sufrieron sus acciones por parte de las autoridades británicas minaron sus esfuerzos y no lograron provocar cambios en las políticas coloniales. La intensificación de la emigración sionista a Palestina y la tensión creciente ante las consecuencias que acarreaba la colonización, en especial en forma de desposesión de tierras y aumento del desempleo de la población local, desembocó en el surgimiento de partidas guerrilleras y de autodefensa árabes y judías.

La primera llamada a la lucha armada en el discurso del movimiento nacional palestino aconteció en 1931, en el congreso reunido en Nablus durante el verano 29. Supuso un hecho muy significativo y respondía al deterioro de la situación mencionada con anterioridad y al fracaso de la organización de una resistencia no-violenta disciplinada que permitiese frenar la colonización y avanzar en el proceso de autodeterminación 30. Al principio, la violencia no se produjo de manera organizada y era producto de choques espontáneos. Sin embargo, a partir de 1929, fueron surgiendo pequeños grupos armados que recurrieron a ella como medio para organizar la resistencia antisionista y antibritánica 31.

El hito más significativo de esta resistencia palestina fue la llamada Gran Insurrección Árabe, que tuvo lugar entre 1936 y 1939 32, que ilustra con claridad la dicotomía del movimiento nacional y sus métodos de acción. Durante sus primeros seis meses, la revuelta se desarrolló de manera no-violenta y trató de reunir en la resistencia civil a una amplia masa social. Sin embargo, su segunda fase tuvo un carácter mucho más guerrillero, donde predominó la lucha armada. La insurrección surgió sobre un sustrato de descontento acumulado, resistencias cotidianas y movilizaciones cada vez más frecuentes en el campo 33, cuando los asesinatos de varias personas palestinas y judías desencadenaron unos enfrentamientos en Jaffa y Tel Aviv entre las dos comunidades en abril de 1936. En este contexto, el día 20 se formó un Comité Nacional Árabe en Nablus, donde declaró la huelga general en todo el país hasta que las políticas de las autoridades británicas cambiasen. Al día siguiente, la iniciativa se reprodujo en Haifa, Jaffa y Gaza, donde se formaron comités nacionales que se sumaron a la convocatoria declarada por el primero 34. A continuación, se fueron incorporando de manera progresiva los partidos palestinos y el Comité Nacional de Jerusalén, el cual asumió la coordinación de la huelga general el día 24 de abril de 1936 35.

La huelga tuvo por objeto modificar la política británica para detener la inmigración judía, la venta de tierras a estos, y lograr la autodeterminación de la población palestina. Los comités que organizaron las acciones de la campaña de resistencia contaban con gran autonomía y mantuvieron el esfuerzo de manera disciplinada hasta octubre, a pesar de la represión y los castigos colectivos impuestos por los británicos, sobre todo en forma de multas, arrestos masivos y demolición de casas de los líderes de los comités de huelga. Además, contribuyeron a la mayor implicación de una amplia masa social, integrando a nivel local tanto a población cristiana como musulmana, a personas del mundo rural y del urbano, y a actores institucionales como dirigentes políticos, sindicatos, asociaciones juveniles y movimientos de mujeres 36. La participación de esta diversificada masa social fue fundamental para el desarrollo de esta campaña 37. La huelga paralizó el país casi por completo y extendió la insumisión fiscal por toda la sociedad, hasta que la fatiga fue extendiéndose y al final se puso fin a la huelga tras seis meses de reivindicación 38. La incapacidad del movimiento nacional para que los funcionarios palestinos dejaran de participar en la administración colonial contribuyó a no prolongar esta campaña 39.

Así, ante la negativa británica a hacer concesiones y la represión del movimiento de resistencia civil, la lucha armada ganó partidarios y protagonizó la segunda fase de la revuelta, enfrentando a las guerrillas árabes con las fuerzas británicas, los grupos paramilitares sionistas e, incluso, con los árabes moderados. Al final, las operaciones militares y el cambio de política, con el abandono británico de la idea de la partición y en favor de un estado binacional, acabaron con la rebelión en 1939 40. Los tres años de lucha y represión por las autoridades británicas desgastaron el movimiento nacional palestino reduciendo su capacidad de acción durante la década de 1940.

Cuando en 1947 Gran Bretaña decidió poner fin al Mandato y trasladar la responsabilidad sobre Palestina a la Organización de Naciones Unidas (ONU), la opción principal barajada fue dividir el territorio para la creación de dos Estados que respondiesen a las demandas de los proyectos árabe-palestino y sionista respectivamente. La acogida de este plan por ambas comunidades fue diametralmente distinta, lo que encaminó a Palestina hacia la guerra civil. Antes de la proclamación del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948, y de la entrada en escena de los ejércitos de la Liga Árabe, los grupos armados palestinos y sionistas ya se encontraban en guerra y el plan de limpieza étnica, puesto en marcha por las fuerzas sionistas 41, avanzaba de manera sistemática hasta lograr el desplazamiento forzoso de alrededor de 800.000 personas 42 y la destrucción de entre 418 y 615 localidades palestinas 43.

43En este contexto también existieron comunidades que pusieron en marcha iniciativas de resistencia no-violenta, como pueblos y aldeas palestinos que alcanzaron acuerdos con las colonias sionistas cercanas para no agredirse y protegerse mutuamente, o poblaciones que lograron no ser destruidas gracias a estrategias de resistencia civil como el caso de Battir, y, aunque su impacto fue muy limitado, probaron ser eficaces en casos puntuales 44. Por su parte, la lucha armada tampoco permitió alcanzar los objetivos del movimiento nacional palestino en este momento, dado que las fuerzas árabes fueron derrotadas a excepción de la Legión Árabe jordana. En este contexto, Israel se anexionó territorios originalmente destinados al Estado Palestino por Naciones Unidas y la población local, que no fue expulsada hacia el exterior, quedó bajo la dominación de Israel, Jordania y Egipto.

En resumen, podemos afirmar que las acciones y estrategias de lucha no armada fueron un recurso fundamental utilizado por la sociedad palestina para contestar las políticas coloniales a lo largo de todo este periodo. La movilización de la población fue creciente desde los inicios del Mandato hasta 1936, cuando se produjo la Gran Insurrección Árabe que extendió la desobediencia a las autoridades británicas por todo el territorio, compartiendo un fuerte rechazo de las políticas de colonización. Sin embargo, la cohesión del movimiento nacional se vio perjudicada por las fuertes diferencias entre los actores participantes, en especial entre el mundo urbano y el mundo rural, y por las divisiones en su liderazgo, entre los viejos notables y las nuevas elites, lo que no contribuyó a la eficacia de las campañas de resistencia civil. A ello tampoco favoreció la existencia de organizaciones y líderes que abogaron por la lucha armada, obstaculizando las estrategias no-violentas.


La evolución de las resistencias palestinas desde la Nakba
hasta la Intifada

Las transformaciones que sufrió la sociedad palestina tras la Nakba condicionaron sus formas de organización y lucha durante las décadas posteriores, pero las comunidades continuaron resistiendo los procesos coloniales. En la mayoría de ellas, la población luchó por sobrevivir a las consecuencias de la guerra y en contra de los procesos de subordinación a los que se veía sometida, apareciendo un tipo de resistencia no-violenta basada en la perseverancia o sumud, construida sobre la solidaridad comunitaria y la voluntad de mantener su identidad y prácticas culturales tales como la lengua y el folclore, rehusando su condición de refugiada mediante la continuación de sus actividades diarias y prácticas de subsistencia, con la determinación de permanecer en el territorio y resistir la expulsión a pesar de la dominación árabe e israelí 45.

El Estado de Israel implementó una serie de medidas para prevenir el retorno de la población nativa a sus hogares, apropiarse de las propiedades de los refugiados, criminalizar a la población que trataba de regresar a sus tierras y negar su derecho al retorno 46. La población palestina que permaneció en el interior de Israel, entre 80.000 y 160.000 personas, era percibida como un grupo hostil y fue sometida a amplias restricciones en virtud de las Regulaciones de Emergencia heredadas del Mandato Británico, que impusieron la administración militar sobre la población palestina desde 1948 hasta 1966.

A pesar de estas políticas, dicha población permaneció en el territorio y preservó su identidad colectiva. Literatura, música y folclore se convirtieron en vías para manifestar su identidad nacional, ya fuese en bodas, festivales de poesía o celebraciones religiosas. Estos actos se convirtieron en medios de expresión política y de desafío a la autoridad militar, manifestado también a través de la negativa a reconocer los símbolos y las autoridades del Estado, lo cual puede calificarse como resistencia simbólica 47. Esta resistencia no-violenta llegó incluso a manifestarse en forma de protestas abiertas contra algunas de las políticas israelíes desde etapas muy tempranas. Destacan la manifestación de junio de 1951 en Acre contra la expropiación de tierras 48 y la primera protesta abiertamente política contra la autoridad militar que tuvo lugar en Nazaret el 1 de mayo de 1958 y en la cual la población palestina reivindicó sus derechos civiles y expresó su identidad nacional 49.

En los pueblos, muchos campesinos desafiaron las restricciones al movimiento impuestas para acceder a sus tierras y cultivarlas, no solo para subsistir, sino también para afirmar su propiedad sobre ellas y prevenir el riesgo de confiscación 50. En algunos casos, por medio de dichas acciones, llegaron a convencer al ejército para permitir el regreso de los residentes a sus casas y reconstruirlas. Todo ello muestra una población que no era un mero sujeto colectivo pasivo, sino que permaneció activo a pesar de las limitaciones a las que se enfrentaba, y manifestó patrones de resistencia no-violenta cotidiana que revelaban múltiples formas de no consentir la dominación 51.

Al mismo tiempo, a mediados de la década de 1950, comenzaron a surgir en los campos de refugiados algunos movimientos de resistencia de distintas ideologías que abogaban por la lucha armada para liberar Palestina y sus unidades guerrilleras se convirtieron en la parte más visible de la resistencia palestina 52. Sin embargo, la mayoría de la población no tomó las armas ni se involucró políticamente de manera activa, asumiendo como prioridad su supervivencia económica.

La década de 1960 reorientó las energías de las facciones palestinas hacia la lucha armada bajo el paraguas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) fundada en 1964 53. Sin embargo, tras la ocupación de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza en 1967 por Israel, la resistencia guerrillera tuvo un papel poco significativo en los territorios ocupados. Allí la lucha se centró en el ámbito del activismo político y social, desde el cual la sociedad palestina discutió de forma pacífica las políticas israelíes de colonización que les habían privado de sus derechos civiles básicos y administraba de manera militar el territorio y la población. La resistencia no armada tuvo como protagonista inicial al sector educativo, cuyas asociaciones de profesores llevaron a cabo huelgas para oponerse a los cambios impuestos en el currículo educativo y a las demoliciones de casas llevadas a cabo por las autoridades militares 54. En tales protestas también participaron las elites políticas tradicionales palestinas, por lo cual se convirtieron en objeto de la represión israelí, siendo expulsados de Jerusalén Este cuatro notables por hacer un llamamiento a la población para adoptar la táctica gandhiana de la desobediencia civil 55. Las mujeres, que se sumaron a las protestas desde el principio, ya se manifestaban en Gaza en agosto de 1967 para protestar contra las atrocidades israelíes cometidas sobre la población palestina 56.

El proceso de organización civil y política iniciado en los territorios ocupados fue liderado en sus primeros momentos por el partido comunista, que animaba a la amplia participación social en los procesos de resistencia y a la utilización de métodos de resistencia no-violenta. Poco después, una coalición de grupos, que incluía la OLP y sus facciones, establecieron el 15 de agosto de 1973 el Frente Nacional de Palestina (FNP) para resistir la ocupación militar y presionar para lograr la autodeterminación y el retorno de los refugiados a sus hogares, tanto en Cisjordania como en Gaza, siendo la primera vez que los territorios ocupados mantenían una unidad política desde 1948 57.

El FNP luchó de manera no-violenta contra las expropiaciones de tierra por la potencia ocupante e hizo campaña contra su venta a israelíes, empleando tácticas que abarcaban desde la asesoría legal a la organización de mítines y peticiones públicas. También ejerció oposición a las elecciones municipales en Jerusalén, que pretendían legitimar la anexión israelí del Este de la ciudad, y animó a los empresarios a que practicaran la desobediencia fiscal negándose a pagar impuestos a las autoridades israelíes 58. A pesar de la represión ejercida por las fuerzas ocupantes, el FNP triunfó en las elecciones municipales de Cisjordania en 1976, lo que provocó su ilegalización en octubre de 1978. El éxito del FNP mostró el fuerte sentimiento nacionalista que se había ido gestando bajo la ocupación, así como el rechazo de la población palestina hacia las políticas jordanas y de la administración militar israelí.

Ante la ilegalización de sus actividades, las facciones políticas palestinas desarrollaron la mayoría de sus acciones de manera encubierta, para lo cual organizaron instituciones a nivel comunitario 59. Primero el movimiento comunista y luego el resto de los grupos integrados en la OLP pusieron en marcha asociaciones 60, que convivían con las sociedades caritativas y benéficas tradicionales, situadas en la órbita de los Hermanos Musulmanes. De esta manera, la sociedad palestina se organizó en asociaciones deportivas, culturales, de mujeres, jóvenes y federaciones profesionales de carácter social y cultural, no abiertamente políticas en apariencia 61. Las organizaciones de base y los comités de mujeres estuvieron a la cabeza del esfuerzo constructivo de resistencia civil expuesto, que creó instituciones capaces de proporcionar servicios y satisfacer las necesidades sociales palestinas 62. Así, en 1976, a pesar de las dificultades impuestas por la ocupación, existían treinta y ocho organizaciones de mujeres implicadas en acciones de distribución de ayuda, salud, cuidado de niños y ancianos, y generación de empleos e ingresos 63. Su trabajo ayudó a preservar la identidad palestina y el sentido de comunidad, desafiando de manera no-violenta la ocupación del territorio mediante el fortaleciendo del sentimiento nacionalista.

Junto a las mujeres, la comunidad universitaria palestina también tuvo un papel protagonista en las redes de movilización política y de resistencia civil. La creación y desarrollo de universidades palestinas a partir de la década de 1970 tuvo gran importancia para la sociedad, ya que se convirtieron en el centro de numerosas acciones de protesta y de resistencia no-violenta llevadas a cabo por sus estudiantes 64. También sirvieron para organizar comités de trabajo comunitario de carácter voluntario en campos de refugiados y zonas rurales 65, fortaleciendo los lazos de solidaridad de la población palestina. Además, a través de la participación en los sindicatos universitarios, el estudiantado experimentó por primera vez los procesos democráticos 66.

El movimiento de presos políticos palestinos detenidos en cárceles israelíes también desempeñó un papel importante en los procesos de resistencia no-violenta contra la ocupación durante este periodo 67, pues fueron capaces de organizar acciones colectivas como, por ejemplo, huelgas de hambre masivas, para exigir la mejora de sus condiciones de vida 68. Al inicio de la década de 1980, las familias de los prisioneros comenzaron a crear asociaciones a lo largo de Cisjordania y Gaza para construir un movimiento de solidaridad hacia ellos mediante el apoyo externo a las acciones que se producían en el seno de las prisiones.

Todos estos procesos de movilización de la población palestina indican que, a pesar de la ocupación militar, la sociedad civil invirtió sus energías en un trabajo constructivo que extendió la acción colectiva y favoreció el empoderamiento de sus organizaciones, creando instituciones alternativas que desafiaban a la administración militar, desarrollando procedimientos democráticos y aprendiendo a utilizar métodos de acción no-violentos que, tras dos décadas de intensa actividad, desembocarían en el surgimiento de la Intifada. Sin embargo, pese al predominio de la lucha no armada en la sociedad de los territorios ocupados, la retórica del movimiento nacional seguía subordinando la lucha no-violenta a las estrategias armadas como único medio para la liberación de Palestina. Esta subordinación de la resistencia civil a la lucha armada no impidió que durante las décadas de 1970 y 1980 la OLP discutiese constantemente la puesta en marcha de una campaña de desobediencia civil masiva para desafiar la autoridad de la administración militar encargada de dirigir la colonización en los territorios ocupados. A pesar de lo expuesto, esta no fue desarrollada hasta la primera Intifada.

Por otra parte, la comunidad palestina en el territorio del Estado de Israel seguía siendo discriminada en la mayoría de los ámbitos de la vida mediante la imposición de un estatus «semiciudadano», a pesar del fin de la administración militar en 1966. Sin embargo, a partir de entonces dicha población se incorporó de manera activa a la escena política de la mano de una serie de cambios provocados por la «reunificación» palestina tras la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, por el desarrollo de sentimientos de independencia y autoconfianza fruto de los procesos de modernización de la propia sociedad palestina, y por la natural evolución generacional de la comunidad, cambios que favorecieron el surgimiento de un nuevo liderazgo 69. Así, en la década de 1970 se crearon nuevos movimientos y organizaciones que buscaban articular y representar los intereses de la minoría palestina en Israel 70.

En 1975 surgió el Comité Nacional para la Defensa de las Tierras Árabes, coalición de organizaciones de base y grupos políticos opuestos a las confiscaciones de tierra, que convocó la primera huelga nacional para los palestinos en Israel, bajo el lema del «Día de la Tierra», el 30 de marzo de 1976 71. Esta encontró en las autoridades israelíes una reacción violenta que provocó la muerte de seis manifestantes. Este evento tuvo un carácter no-violento por parte de los organizadores, consagrándose en la memoria como el primer acto de resistencia masiva de la población palestina en Israel contra la continua expropiación de sus tierras 72. Además, reforzó el reconocimiento de la minoría residente en Israel como parte de la nación palestina, celebrando en 1977 el primer encuentro entre representantes de la OLP y la población palestina en Israel. Desde entonces, las comunidades de ambos lados de la Línea Verde han conmemorado este día con manifestaciones y huelgas para protestar contra la continuación de los procesos coloniales israelíes, que tomaban la forma de confiscaciones de tierras palestinas y construcción de nuevos asentamientos tanto en Israel como en los territorios ocupados 73.

Finalmente, en 1987, los esfuerzos de movilización que se habían producido los territorios ocupados cristalizaron en un levantamiento generalizado que implicó a todas las capas de la sociedad palestina en un acto de resistencia civil contra la colonización israelí mantenido hasta 1991. La Intifada comenzó en diciembre en Gaza a partir de una protesta que se extendió desde los campos de refugiados a las ciudades y desde la Franja de Gaza a Cisjordania, lideradas por comités locales. Un mes más tarde se formó el Mando Nacional Unificado con representantes designados por las principales facciones nacionalistas seculares en los territorios ocupados para coordinar las acciones. Así, a principios de enero de 1988, un grupo de intelectuales palestinos, actuando en nombre del movimiento nacional, presentaron en Jerusalén un documento con catorce peticiones que debían cumplir las autoridades israelíes para poner fin a la Intifada, y pedían la celebración de una conferencia internacional de paz para lograr un acuerdo que permitiese alcanzar el respeto de los derechos de la población palestina y la mejora de la seguridad y la estabilidad en la región 74. La represión del levantamiento por las fuerzas de seguridad israelíes, con la reiterada utilización de los toques de queda y con el cierre de las instituciones de enseñanza 75, contribuyó a la extensión de la solidaridad en la sociedad palestina e impulsó los esfuerzos de organización y resistencia a partir de comités populares locales. Estos comités populares fueron fundamentales para desconectarse del sistema israelí, económica y administrativamente, convirtiéndose en el motor de la Intifada 76, encargándose de coordinar las actividades, administrar la provisión de servicios básicos y de controlar la violencia, lo que nos permite comparar su esfuerzo con el programa constructivo planteado por Gandhi, centrado en el aumento del poder desde dentro y en la transformación de las relaciones con el opresor. Este trabajo redujo la obediencia hacia la potencia ocupante y favoreció la masiva movilización de la población bajo la dirección de una nueva autoridad 77.

Durante la Intifada se empleó una amplia gama de métodos de lucha mayoritariamente no-violentos. Por citar algunos ejemplos, podemos mencionar la utilización de acciones de resistencia simbólica con la vestimenta de trajes tradicionales, la puesta en marcha de campañas de no-cooperación económica con el desarrollo de huelgas, la realización de actos de no-cooperación política mediante el abandono de la población palestina de sus puestos en la administración israelí, o la ocupación del espacio público para enfrentarse directamente a las fuerzas ocupantes. Estas acciones fueron completadas con la creación de redes de apoyo para ayudar a los manifestantes y huelguistas, la creación de nuevos espacios productivos como el que supuso la extensión de los cultivos a los jardines y el establecimiento de un sistema educativo clandestino al margen del control israelí 78.

La Intifada tuvo dos fases. La primera se desarrolló desde diciembre de 1987 hasta principios de 1990 y se caracterizó por una escalada horizontal de la lucha basada en un movimiento de masas en resistencia civil contra la ocupación que abarcaba la práctica totalidad de los sectores de la sociedad palestina 79. Sin embargo, a partir de 1990 se entró en una segunda fase de deterioro que duraría hasta el final de la Intifada a finales de 1991. Esta segunda fase se caracterizó por el progresivo debilitamiento de la lucha por varias razones. Una de ellas fue el relativo fracaso de la estrategia de no-cooperación, puesto que Israel no necesitaba la cooperación palestina para mantener la ocupación. Otra fue la escalada de los costes de la resistencia para la población, ya que su dependencia económica del sistema israelí era muy importante. Mientras, la resistencia se fragmentó y el control político se debilitó debido a las rivalidades entre las facciones y a la represión israelí sobre el liderazgo de la Intifada 80. Por último, el impacto de las consecuencias de la Guerra del Golfo, donde las simpatías mostradas por el liderazgo palestino con el régimen de Saddam Hussein motivaron el distanciamiento de los países del Golfo y la reducción de su apoyo financiero a la causa palestina 81.

Los habitantes palestinos de Israel manifestaron su solidaridad y su identificación con la población palestina que luchaba en los territorios ocupados, prestándoles apoyo moral, político y económico, lo que permitió que por primera vez se coordinase la acción política en los dos lados de la Línea Verde. La primera reacción política de la población palestina en Israel fue realizar una huelga general el 21 de diciembre de 1987 bajo el lema de «Día de la Paz», que fue seguida por la totalidad de la comunidad, marcando su activa identificación con la Intifada 82. A partir de ahí se organizaron otras huelgas generales y manifestaciones, y se crearon comités de ayuda que proporcionaron comida, dinero y medicinas a la población de los territorios ocupados 83.

A las acciones iniciales palestinas se sumaron después algunos sectores de la izquierda israelí que querían poner fin a la ocupación y a la brutalidad de la represión del levantamiento por parte de las fuerzas de seguridad, lo que llevó al movimiento pacifista en Israel a alcanzar uno de sus mayores picos de actividad y presencia pública, con manifestaciones como las de Peace Now que llegaron a reunir a más 200.000 personas 84. Así, durante este periodo se reforzó la coordinación entre las organizaciones palestinas y los grupos judíos no sionistas 85.

A pesar de que la Intifada no terminó con la ocupación, podemos considerar este proceso como la primera gran victoria del movimiento nacional palestino. En primer lugar, el levantamiento fortaleció la identidad nacional y grupal de la población palestina dándole un sentido de pertenencia y empoderamiento. Además, el desarrollo de instituciones locales a partir de los comités populares puso los cimientos para la construcción de un Estado propio, y generó un liderazgo que trasladó el peso de la lucha por la independencia desde el exterior al interior de los territorios ocupados, estableciendo lazos de solidaridad con los habitantes palestinos de Israel y, en menor medida, también con los israelíes opuestos a la ocupación.

En segundo lugar, la Intifada generó una corriente de opinión internacional favorable a la OLP, apoyada sobre la fuerza moral de su causa y el visible sufrimiento ocasionado por la ocupación y la brutal represión israelí de la población palestina y su resistencia civil. Esta corriente fortaleció la posición de la organización, materializándose en la decisión de proclamar el Estado de Palestina el 15 de noviembre de 1988, sobre los territorios ocupados en 1967, de modo que la OLP aceptaba el marco de las resoluciones de la ONU para la resolución del conflicto palestino-israelí, reconocía por primera vez el derecho de existencia del Estado de Israel y renunciaba expresamente al empleo del terrorismo. Este acto recibió muchos apoyos y envió un claro mensaje a Israel y a la comunidad internacional para encontrar una salida negociada a la cuestión Palestina.

Sin embargo, y a pesar de que los prometedores resultados de la Intifada generaron la esperanza de un futuro mejor para la sociedad palestina y permitieron vislumbrar en la lejanía el final de la ocupación, los procesos que ayudó a generar la Intifada no culminaron en la formación de un Estado palestino, sino en la firma de los acuerdos de paz de Oslo en 1993 y 1995 para la creación de una región semiautónoma en parte de los territorios ocupados y gobernada por la Autoridad Nacional Palestina, que no acabaron con la colonización 86.

En definitiva, a lo largo del periodo posterior a la Nakba, la lucha no armada tuvo un importante protagonismo para la población palestina, tanto en los territorios ocupados como en Israel o en los campamentos de refugiados en los países vecinos, visibilizando una resistencia contra la colonización que fue más allá de las partidas guerrilleras y la actividad de la OLP. Tanto de manera individual como colectiva, las comunidades palestinas utilizaron métodos no-violentos para sobrevivir, conservar su identidad, evitar el desplazamiento, organizarse políticamente y desafiar al Estado de Israel. A pesar de no lograr la autodeterminación, las estrategias de resistencia no-violenta desarrolladas por la sociedad palestina, en especial durante la Intifada en Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, consiguieron empoderar al movimiento nacional y afirmar su identidad y su derecho a la autodeterminación. Esto fue el resultado de una amplia movilización colectiva que se desarrolló desde la década de 1970 y cristalizó en una campaña masiva de resistencia civil, protagonizada por una sociedad fuertemente cohesionada en ese momento en torno a la injusticia de la ocupación, con un liderazgo unificado comprometido con el mantenimiento de la disciplina no-violenta, y capaz de comunicar hacia el exterior la asimetría de la lucha y la brutalidad de la colonización frente a la población civil.


Conclusiones

El estudio de la historia de los procesos de resistencia civil ante la colonización desarrollados por la sociedad palestina, desde el inicio del Mandato Británico hasta los acuerdos de Oslo, evidencia un periodo de más de setenta años donde la población manifestó variadas formas de lucha no-violenta que incluyeron tanto las resistencias locales y cotidianas campesinas, como las movilizaciones masivas que desafiaron al poder británico e israelí. Tomando como muestra los sucesos de dos de esas grandes movilizaciones, la Gran Insurrección Árabe (1936-1939) y la Intifada (1987-1991), podemos realizar varias reflexiones en torno a estos procesos de resistencia.

Ambos episodios muestran unos procesos de movilización masiva que disputaron la autoridad al poder colonial, el primero en todo el territorio del Mandato y el segundo en los territorios ocupados de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, que supusieron un importante desafío a la autoridad colonial. Y lejos de ser fruto de la casualidad, estos episodios muestran el resultado de procesos de empoderamiento no-violentos que se han gestado en la década precedente.

En las dos movilizaciones los actores implicados compartieron un notable rechazo a las políticas de colonización, aunque en el primer caso se apreciaban importantes divisiones que dificultaron la cohesión del movimiento, algo que fue muy diferente en el segundo caso, donde hubo una fuerte subordinación al Mando Nacional Unificado, que coordinó las acciones de resistencia y mantuvo clara la orientación hacia la lucha no armada. Esta circunstancia y la capacidad para presentar su resistencia como legítima y moral en un conflicto desigual, logró que se manifestara el reconocimiento internacional al derecho a la autodeterminación de pueblo palestino y favoreció la disposición al diálogo de las autoridades israelíes con los representantes políticos palestinos en torno a la búsqueda de una solución negociada al conflicto.

Estas dos cuestiones son fundamentales para interpretar la falta de impacto de la resistencia civil palestina para conseguir resultados políticos maximalistas en la mayor parte del siglo xx. Por un lado, las recurrentes divisiones en el seno del movimiento nacional palestino han lastrado su cohesión y el desarrollo de una estrategia común, condicionando los resultados de los procesos de resistencia. Por otro lado, el movimiento no ha sido capaz de reunir el apoyo externo necesario para transformar el conflicto asimétrico en el que se encuentra. Ambas cuestiones inciden en la capacidad para sostener la lucha en el tiempo, lo que ha llevado a que la resistencia civil se manifieste de manera intermitente y eso dificulte la consecución de una autodeterminación que se mantiene esquiva.

Sin embargo, los procesos de lucha no-violenta desarrollados durante ese tiempo lograron otros objetivos políticos muy importantes. La resistencia civil permitió a la población palestina conservar su identidad y permanecer en parte de su territorio, frente a los intentos de los proyectos coloniales por negarla y a las políticas de expulsión y desplazamiento que no alcanzaron todos sus objetivos. Además, la lucha no armada fortaleció los lazos de solidaridad entre las diferentes comunidades palestinas, facilitando procesos de empoderamiento y organización política en abierto desafío a las autoridades británicas e israelíes, aumentando la movilización de la población y creando instituciones alternativas que sirvieron como ensayo para ejercer su soberanía política.


* Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación «Contribuciones de la resistencia civil para la prevención de la violencia, la construcción de la paz y la transformación de conflictos en los Territorios Palestinos y Colombia» (HAR2015-74378-JIN), del Programa Estatal de I+D+i Orientado a los Retos de la Sociedad del Ministerio de Economía y Competitividad.

1 Se denomina resistencia civil a un fenómeno colectivo que abarca múltiples formas de acción social, psicológica, económica y política que no recurren a la amenaza ni al uso de la violencia y que se emplean para desafiar a un poder, fuerza, política o régimen concreto, con el objetivo de dar satisfacción a los objetivos de un amplio sector de la sociedad o de la ciudadanía. Véanse Adam Roberts y Timothy Garton Ash (eds.): Civil Resistance & Powers Politics. The Experience of Non-violent Action from Gandhi to the Present, Oxford-Nueva York, Oxford University Press, 2009, p. 2, y Michael Randle: Civil Resistance, Londres, Fontana, 1994, pp. 9-10. A disposición de la resistencia civil se encuentran cientos de métodos no-violentos. Véanse Gene Sharp: The Politics of Nonviolent Action, Boston, Porter Sargent, 1973, y Mario López Martínez: ¿Noviolencia o barbarie? El arte de no dejarse deshumanizar, Madrid, Dykinson, 2017, pp. 93-116. La resistencia civil también es conocida mediante términos sinónimos como «resistencia no-violenta», «lucha no-violenta», «revoluciones no-violentas» y «el poder del pueblo», y resulta equivalente al concepto de «satyagraha» gandhiano, tal y como expone April Carter: People Power and Political Change. Key Issues and Concepts, Milton Park, Routledge, 2012. Aquellos que la practican pueden diferenciarse entre quienes recurren a ella de manera pragmática o estratégica y quienes la desarrollan en función de sus principios morales. Véase Stellan Vinthagen: A Theory of Noniolent Action. How Civil Resistance Works, Londres, Zed Books, 2015, p. 8.

2 Este hecho está recogido en Kurt Schock: «The Practice and Study of Civil Resistance», Journal of Peace Research, 50, 3 (2013), pp. 277-290, esp. p. 278.

3 Mario López Martínez: «La sociedad civil por la paz», en Francisco Muñoz y Mario López Martínez (eds.): Historia de la paz. Tiempos, espacios y actores, Granada, Universidad de Granada, 2000, pp. 291-357.

4 Esta relevancia ha quedado manifiesta en el trabajo de Maciej J. Bartowski (ed.): Recovering Nonviolent History. Civil Resistance in Liberation Struggles, Londres-Boulder, Lynne Rienner Publisher, 2013.

5 Véase Mario López Martínez: ¿Noviolencia o barbarie?...

6 Véase Erica Chenoweth y Maria J. Stephan: Why Civil Resistance Works: The Strategic Logic of Nonviolent Conflict, Nueva York, Columbia University Press, 2011.

7 Kurt Schock: Unarmed Insurrections: People Power Movements in Nondemocracies, Mineápolis, University of Minnesota Press, 2005.

8 Algunas de esas muestras son los capítulos dedicados a Egipto, Irán y Argelia en el libro de Maciej J. Bartowski (ed.): Recovering Nonviolent History...

9 Véanse Andrew Rigby: Living the Intifada, Londres, Zed Books, 1991; Mary E. King: A Quiet Revolution: The First Palestinian Intifada and Nonviolent Resistance, Nueva York, Nation Books, 2007; Marwan Darweish y Andrew Rigby: Popular Protest in Palestine. The Uncertain Future of Unarmed Resistance, Londres, Pluto Press, 2015; Mazin B. Qumsiyeh: Popular Resistance in Palestine: A History of Hope and Empowerment, Nueva York, Pluto Press, 2011; Julie M. Norman: The Second Palestinian Intifada. Civil Resistance, Londres-Nueva York, Routledge, 2010, y Diego Checa Hidalgo: «Resistiendo la ocupación de los Territorios Palestinos. Oportunidades y desafíos de la lucha no-violenta», Miscelánea de estudios árabes y hebraicos. Sección Arabe-Islám, 65 (2016), pp. 3-20.

10 Ellen L. Fleischmann: The Nation and its «New» Women: The Palestinian Women’s Movement, 1920-1948, Berkeley, University of California Press, 2003, p. 125.

11 Gudrun Krämer: Historia de Palestina: desde la conquista otomana hasta la fundación del Estado de Israel, Madrid, Siglo XXI, 2009, p. 117.

12 Ilan Pappe: A History of Modern Palestine: One Land, Two Peoples, Cambridge, Cambridge University Press, 2004, p. 56.

13 Antonio Basallote Marín et al.: Existir es resistir. Pasado y presente de Palestina-Israel, Granada, Comares, 2017, pp. 7-8.

14 Rashid Khalidi: Palestinian Identity: The Construction of Modern National Consciousness, Nueva York, Columbia University Press, 1997.

15 Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna. Colonización sionista, imperialismo británico y resistencia nativa hasta 1939, Madrid, Bósforo Libros, 2014, pp. 89-93.

16 Una de las fuentes documentales más importantes para el estudio de este periodo y de la resistencia palestina en la época del Mandato Británico ha sido recopilada por Abdul W. Kayyali (ed.): Documents on the Palestinian Arab Resistance to the British Mandate and Zionism (1918-1939), Beirut, Institute for Palestine Studies, 1988.

17 Abdullah Rashid, que participó en la resistencia palestina contra la colonización británica, confirma este punto: «Nosotros estábamos luchando contra los recién llegados que los británicos trajeron aquí, no los viejos judíos. Odiábamos Inglaterra por traer a los sionistas». Extracto de la entrevista contenida en Arthur Nelsen: In Your Eyes a Sandstorm. Ways of Being Palestinian, Berkeley, University of California Press, 2011, p. 236.

18 Mazin B. Qumsiyeh: Popular Resistance in Palestine..., p. 59.

19 Los disturbios no siempre fueron menores. Por ejemplo, en los incidentes de agosto de 1929 se cifró el número de víctimas en 196 según fuentes oficiales del Gobierno británico. Véase The Palestine Bulletin, 2 de septiembre de 1929, p. 3.

20 Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 34-39.

21 Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna..., p. 136.

22 Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 35-40.

23 Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna..., pp. 136-137.

24 Ibid., pp. 210-214.

25 Véase Gudrun Krämer: Historia de Palestina...

26 «Arabs Decide on Non-Cooperation, in Principle», The Palestine Post, 27 de marzo de 1933, pp. 1 y 5.

27 Véase Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna..., pp. 208-209.

28 Mary E. King: A Quiet Revolution..., p. 43.

29 «One of Three Answered Nablus Call», The Palestine Bulletin, 22 de septiembre de 1931, p. 4.

30 Ibid., p. 40.

31 Véase Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna..., pp. 191-193.

32 Ted Swedenburg: Memories of Revolt: The 1936-1939 Rebellion and the Palestinian National Past, Mineápolis, University of Minnesota Press, 1995.

33 Véase Charles Anderson: Will the Real Palestinian Peasantry Please Sit Down? Towards a New History of British Rule in Palestine, 1917-1936, Londres, London School of Economics, 2015, http://eprints.lse.ac.uk/64741/1/Anderson_Will%20the%20real%20PalestinianPeasantry%20_author_2015.pdf.

34 Véase Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna..., pp. 234-235.

35 «Arab Strike to Continue», The Palestine Post, 26 de abril de 1936, p. 1.

36 La prensa de la época documentó 360 incidentes políticos protagonizados por mujeres palestinas entre 1936 y 1939. Puede verse en Ellen L. Fleischmann: The Nation and its «New» Women..., p. 135.

37 Entrevista a Jalil Sharqawi Fawadli, joven estudiante en 1946, quien recuerda acudir a las manifestaciones contra británicos y sionistas: «Los manifestantes eran de todas las edades, mujeres y hombres, niños y mayores, todo el mundo». Extracto de la entrevista contenida en Arthur Nelsen: In Your Eyes a Sandstorm..., p. 231.

38 Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 49-54.

39 Véase Abdul W. Kayyali: Palestina, una historia moderna..., pp. 239-240.

40 Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 54-56.

41 Ha quedado ampliamente documentado cómo estas prácticas de limpieza étnica a lo largo de 1948 y 1949 eran puestas en práctica bajo el conocimiento y supervisión de las autoridades israelíes, como queda manifestado en la carta de Walter Eytan, director ejecutivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, a su superior, el ministro Moshe Sharett, el 4 de diciembre de 1949. Véase Archivo del Estado de Israel, documento FO‐2402/29. Consultado en el archivo online de Akevot https://www.akevot.org.il/wp-content/uploads/2018/12/EytanLetter1949e.pdf.

42 Entrevista a Jalil Sharqawi Fawadli, adolescente en 1948 durante la Nakba, quien describe el proceso que siguieron miles de palestinos en su huida de Jaffa: «Los judíos solían invadir las zonas palestinas y matar a la gente en sus casas [...] Recuerdo cómo nos fuimos en el coche. Solo una salida, Nater, se mantuvo abierta, y todos los palestinos fueron registrados por los judíos. Prohibieron que los palestinos se llevasen con ellos su dinero o sus muebles». Extracto de la entrevista contenida en Arthur Nelsen: In Your Eyes a Sandstorm..., p. 231. Para conocer cómo fue ese proceso de limpieza étnica véase Ilan Pappe: «The 1948 Ethnic Cleansing of Palestine», Journal of Palestine Studies, 36, 1 (2006), pp. 6-20.

43 Véase Antonio Basallote Marín et al.: Existir es resistir..., p. 38.

44 Jawad Botmeh: Civil Resistance in Palestine: The Village of Battir in 1948, tesis doctoral, Coventry University, 2006.

45 Alexandra Rijke y Toine Van Teeffelen: «To Exist Is To Resist: Sumud, Heroism, and the Everyday», Jerusalem Quarterly, 59 (2014), pp. 86-99.

46 Benny Morris: Israel’s Border Wars, 1949-1956: Arab Infiltration, Israeli Retaliation, and the Countdown of the Suez War, Oxford, Clarendon Press, 1997, pp. 135-137.

47 Información obtenida a partir de entrevistas a varios activistas palestinos ciudadanos de Israel en Haifa y Umm al-Fahm en junio de 2014.

48 Isaías Barreñada Bajo: Identidad nacional y ciudadanía en el conflicto israelo-palestino: los palestinos con ciudadanía israelí, parte del conflicto y excluidos del proceso de paz, tesis doctoral, Universidad Complutense, 2006, p. 325.

49 Marwan Darweish y Andrew Rigby: Popular Protest in Palestine..., p. 45.

50 Marwan Darweish y Patricia Sellick: «Everyday Resistance among Palestinians Living in Israel, 1948-1966», Journal of Political Power, 10, 3 (2017), pp. 359-365.

51 El concepto de resistencia cotidiana hace referencia al modo en el que grupos subalternos responden a la dominación, en especial a formas de resistencia cultural y no-cooperación empleadas de forma prolongada en el curso de una persistente servidumbre, tal y como recoge James C. Scott: Weapons of the Weak, New Haven-Londres, Yale University Press, 1985. Su correspondencia con el concepto de sumud palestino ha sido analizada en Anna Johansson y Stellan Vinthagen: «Dimensions of Everyday Resistance: The Palestinian Sumud», Journal of Political Power, 8, 1 (2015), pp. 109-139.

52 Yezid Sayigh: Armed Struggle and the Search for State. The Palestinian National Movement, 1949-1993, Oxford, Oxford University Press, 1997, pp. 81-85.

53 Ibid., pp. 243-281.

54 Entrevista a Saed Abu-Hijleh, activista y profesor de An Najah National University, Nablus, febrero de 2014.

55 Mazin B. Qumsiyeh: Popular Resistance in Palestine..., pp. 118-119.

56 Mar Gijón Mendigutia: Historia del movimiento de mujeres en Palestina, Tafalla, Txalaparta, 2015, p. 110.

57 Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 71-74.

58 Naseer H. Aruri: «Resistance and Repression: Political Prisoners in Israeli Occupied Territories», Journal of Palestine Studies, 7, 4 (1978), pp. pp. 48-66, esp. p. 50.

59 Entrevista a Mazim Qumsiyeh, activista y profesor de la Universidad de Belén, Beit Sahour, junio de 2014.

60 Entrevista a un líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Ramala, mayo de 2015.

61 Entrevista a Tayseer Nasrallah (2016), presidente del Centro Cultural Yala, quien recuerda cómo Fatah se incorporó más tarde a este proceso debido al papel central que tenía la lucha armada en su narrativa nacionalista. Puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=Z0Sl64TDVBg&list=PLJk45-KnC0dxm5fW79TO5uWsDgJ_e4VQy&index=13. Véase también archivo electrónico The Palestinian Revolution, http://learnpalestine.politics.ox.ac.uk.

62 Mar Gijón Mendigutia: Historia del movimiento..., p. 115.

63 Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 94-99.

64 Este proceso aparece explicado con detalle en las memorias y testimonios de Gabriel Baramki, rector de la Universidad de Birzeit durante diecinueve años. Véase Gabriel Baramki: Peaceful Resistance. Building a Palestinian University under Occupation, Nueva York, Pluto Press, 2010. El propio Baramki definía a esta universidad como «la vanguardia del movimiento nacional». Extracto de la entrevista contenida en Arthur Nelsen: In Your Eyes a Sandstorm..., p. 201.

65 Mazin B. Qumsiyeh: Popular Resistance in Palestine..., pp. 120-125.

66 Gabriel Baramki: Peaceful Resistance. Building a Palestinian University..., p. 41.

67 Maya Rosenfeld: «The Centrality of the Prisoners’ Movement to the Palestinian Struggle against the Israeli Occupation: A Historical Perspective», en Abeer Baker y Anat Matar (eds.): Threat. Palestinians Political Prisoners in Israel, Londres, Pluto Press, 2011.

68 Entrevista a Sharif Youssef Mansour (2016), que describe el proceso de organización de los prisioneros palestinos en las cárceles israelíes y destaca cómo esto facilitó que muchos de ellos se «convirtieran posteriormente en líderes de la Primera y Segunda Intifadas». Puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=01p3GGJDu2w&list=PLJk45-KnC0dxm5fW79TO5uWsDgJ_e4VQy&index=9. Véase también archivo electrónico The Palestinian Revolution, http://learnpalestine.politics.ox.ac.uk.

69 Isaías Barreñada Bajo: Identidad nacional..., pp. 375-379.

70 Marwan Darwish y Andrew Rigby: Popular Protest in Palestine..., p. 48.

71 El padre Shehaded fue uno de los líderes de aquella protesta y destaca la importante campaña de base que tuvieron que realizar para movilizar a la población: «Solía ir a reuniones públicas tres o cuatro veces a la semana para decirle a la gente que intentábamos organizar una huelga si el gobierno no nos escuchaba». Véase en Sharif Hamadeh: «Entrevista con Shehadeh Shehadeh sobre la protesta del primer Día de la Tierra», Adalah’s Newsletter, 2015. Disponible en http://learnpalestine.politics.ox.ac.uk/uploads/sources/58964333c81d3.pdf, Archivo electrónico The Palestinian Revolution.

72 Entrevista a un activista palestino ciudadano de Israel, Umm al-Fahm, junio de 2014.

73 Los activistas palestinos entrevistados constatan la importancia adquirida por las conmemoraciones de este día en Israel, Cisjordania y las comunidades palestinas de la diáspora como una muestra más de la resistencia contra la colonización y ejemplo de la unidad del movimiento nacional palestino. Entrevistas realizadas en Haifa y Umm al-Fahm (Israel) en junio de 2014, en Coventry (Reino Unido) en marzo de 2015 y en Granada (España) en junio de 2015.

74 «The Palestinians’ Fourteen Demands», Palestinian Nationalist Institutions and Personalities from the West Bank and Gaza, Jerusalén, 14 de enero de 1988. Base de datos de documentos especiales del Institute for Palestine Studies.

75 El cierre de las instituciones de enseñanza afectó a más de 300.000 estudiantes, lo que significó la negación de su derecho de acceso a educación formal durante diecisiete meses. Véase Mary E. King: A Quiet Revolution..., pp. 221-222.

76 La implicación de los partidos políticos bajo un liderazgo común y unificado hizo que los comités «tuviesen una gran legitimidad y se convirtiesen en fuente de autoridad», facilitando la movilización de la mayoría de la población, según recuerdan miembros de los nuevos comités populares de resistencia en Cisjordania. Entrevista a miembros del Comité de Coordinación de la Resistencia Popular, Belén y Ramala, junio de 2014.

77 Andrew Rigby: Living the Intifada...

78 Mary E. King: A Quiet Revolution... Resulta muy ilustrativa la película de Amer Shomali y Paul Cowan: The Wanted 18, 75 min., 2014, https://­www.­justvision.org/wanted18.

79 Andrew Rigby: Living the Intifada..., pp. 51-55.

80 Ibid., pp. 55-58.

81 Ahron Bregman: La ocupación. Israel y los territorios palestinos ocupados, Barcelona, Crítica, 2014, pp. 237-240.

82 Marwan Darweish: «Palestinians in Israel: The Impact of the Intifada», en Andrew Rigby: Living the Intifada, Londres, Zed Books, 1991, pp. 204-205.

83 Isaías Barreñada Bajo: Identidad nacional..., pp. 409-415, y Marwan Darweish: «Palestinians in Israel...», pp. 205-218.

84 Mordechai Bar-On: In Pursuit of Peace. A History of the Israeli Peace Movement, Washington, United States Institute of Peace, 1996, p. 231.

85 Isaías Barreñada Bajo: Identidad nacional..., p. 420.

86 La mayoría de la población se muestra tan decepcionada con el proceso de Oslo y la falta de soberanía que, paulatinamente, han abandonado las posiciones que abogaban por solucionar el conflicto mediante la vía de los dos Estados y ahora defienden la vía de un solo Estado, con los mismos derechos y libertades para todos, sean palestinos o israelíes. Así se manifestaban los miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina y Stop de Wall, entrevistados en Ramala en mayo de 2015 y enero de 2013. También lo reflejan las encuestas de opinión realizadas por el Palestinian Center for Policy and Survey Research, mostrando cómo el respaldo hacia la solución de los dos estados ha descendido desde posiciones cercanas al 70 por 100 a finales de la década de 1990 hasta el 48 por 100 a inicios de 2019. Pueden consultarse en https://www.pcpsr.org/.