Ayer133 (1) 2024: 193-228
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2023
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/2077
© Alejandro Acosta López
Recibido: 12-03-2020 | Aceptado: 13-11-2022 | Publicado on-line: 08-01-2024
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License
Los voluntarios de la Gran Guerra en la estrategia de los aliadófilos españoles
Alejandro Acosta López
Universidad Carlos III
alacosta@hum.uc3m.es
Resumen: El presente artículo pretende ayudar a superar uno de los vacíos más llamativos de la historiografía española sobre la España neutral de 1914-1918, como es la respuesta interior a la participación de un contingente de voluntarios españoles integrados en la Legión Extranjera del ejército francés. En el trabajo se pretende reseguir la conexión entre la cuestión de los voluntarios y la particular estrategia de unos grupos aliadófilos con núcleo en Madrid, muy institucionalizados y conformados por una elite social y política, así como el aprovechamiento de la cuestión de los voluntarios para contraponer un relato sobre ellos opuesto al del nacionalismo catalán. Se pretende mostrar que el Patronato de Voluntarios Españoles impulsado por José Subirà Puig respondió a un meditado cálculo de las necesidades estratégicas de una aliadofilia necesitada de aceptación interior y de apoyo exterior.
Palabras clave: voluntarios españoles, Primera Guerra Mundial, aliadofilia, elites, propaganda.
Abstract: This article aims to help overcome one of the most noteworthy absences from the historical literature on neutral Spain from 1914 to 1918. This is the internal response to the participation of a contingent of Spanish volunteers in the Foreign Legion of the French Army. This articles traces the connection between the question of volunteers and the strategy of Alliadophile groups centred in Madrid that were highly institutionalized and were comprised of social and political elite. It also calls into question the narrative that they were opposed to Catalan nationalism. It is intended to show that the Patronato de Voluntarios Españoles, promoted by José Subirà Puig, responded to a thoughtful calculation of the strategic needs of Alliadophiles seeking internal acceptance and external support.
Keywords: Spanish volunteers, First World War, Alliadophilia, elites, propaganda.
En el momento presente, la historiografía española cuenta ya con una notable producción bibliográfica que ha demostrado la incidencia de la Gran Guerra en España y el desgarro ideológico entre aliadófilos y germanófilos 1. De esa suerte, podemos decir que el volumen de estudios sobre las repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España se ha nivelado con respecto a la producción en otros países que permanecieron neutrales 2. Con todo, seguimos sin contar con estudios de peso sobre la proyección social de la aliadofilia 3 y seguimos teniendo un conocimiento insuficiente de la penetración de la aliadofilia entre las elites de la sociedad restauracionista, particularmente entre los grupos empresariales y nobiliarios 4, más allá de las iniciativas de los grupos intelectuales 5.
En el presente artículo pretendemos analizar el desarrollo de una interesante manifestación de la aliadofilia en torno a la participación de un contingente de unos 2.000 voluntarios españoles en las filas de la Legión Extranjera francesa durante la Gran Guerra 6. Como se expondrá, a pesar de no participar en la guerra motivados por razones idealistas en su gran mayoría, aquellos soldados fueron explotados en el marco de una estrategia que pasó por la colaboración de una serie de intelectuales y personajes de reconocido prestigio. Los voluntarios servirían como un elemento simbólico con el que expresar el compromiso de la sociedad española con la causa aliada, en espera de que el acercamiento a Francia y las otras democracias aliadas ayudara a la «regeneración» de España y a la mejora de la posición internacional del país. Estudiar la estrategia en torno a los voluntarios desplegada desde el núcleo aliadófilo madrileño nos debe ayudar a una mejor comprensión de la penetración de la aliadofilia entre las elites sociales así como de los esfuerzos por dar forma y presentar una aliadofilia complaciente, capaz de satisfacer los intereses de la proyección cultural y propagandística francesa, de neutralizar las críticas germanófilas en el interior, de comprometer a la aristocracia liberal y capaz de apuntalar una imagen de aquiescencia con respecto al status quo sin abandonar la esperanza por la modernización y europeización del régimen.
En primer lugar, hay que indicar que a lo largo de la Gran Guerra se manifestó un interés por mostrar las simpatías aliadófilas entre la crema social española y, significativamente, por mostrar la existencia de una aristocracia liberal y aliadófila ante la opinión francesa. Así, por ejemplo, al informar de algunas conferencias sobre cultura francesa o sobre las relaciones hispano-francesas en el Ateneo de Madrid, centro de cultura y espacio de sociabilidad de las elites políticas y culturales que estaba presidido desde 1913 por el aliadófilo Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones 7, y que tenía como secretario a un joven Manuel Azaña Díaz, admirador del modelo político-cívico encarnado por la República Francesa 8, diarios franceses como Le Temps refirieron que tuvieron «pour auditoire l’elite intellectuelle et aristocratique et les personnalités politiques les plus notoires, parmi lesquelles le comte de Romanones, chef du parti libéral» 9. También el embajador español en París, el marqués de Muni, publicó un artículo sosteniendo que la causa aliada era seguida en España por los partidarios de una óptica liberal y constitucional y que entre los simpatizantes de la Entente se encontraban «desde la clase obrera hasta las cimas más elevadas de la aristocracia de la sangre y del talento» 10. Igualmente, algunos representantes de la aristocracia liberal y progresista trataron de romper la vinculación que se acostumbraba a establecer entre aristocracia y germanofilia; así, Luis Montesino y Fernández-Espartero, primer marqués de Morella y sobrino nieto del general Baldomero Espartero, publicó otro artículo en el que rechazaba la creencia que los grupos aristocráticos españoles eran poco amistosos con Francia y sostenía que los germanófilos estaban con los enemigos de la monarquía 11.
La pretensión fundamental de esa visibilización de unas elites políticas y aristocráticas con inclinaciones aliadófilas era evitar la asociación de la aliadofilia con los elementos hostiles a la monarquía y al sistema de la Restauración 12. Con esa idea, las autoridades de la República Francesa no ignoraron la conveniencia de potenciar los contactos con los grupos más insignes de la sociedad española y representantes afamados del mundo intelectual y científico dotándolos a la vez de una pátina de congraciamiento con las autoridades políticas. Dentro de esa lógica se incardinó la estrategia de «diplomacia cultural» perseguida y publicitada tanto desde Francia como desde España, con la realización de una serie de misiones culturales que buscaron estrechar los lazos entre la intelectualidad de ambos países y fortalecer la imagen de Francia en España 13.
En aquellos viajes, la diplomacia francesa siempre trató de mostrar cordialidad hacia los representantes del régimen español y en especial hacia Alfonso XIII 14, quien ad exemplum recibió una primera representación de hispanistas franceses en el Palacio Real, y a quien al mismo tiempo la prensa francesa dedicó numerosos artículos celebrando la actuación humanitaria de la Oficina Pro-Cautivos, una iniciativa que buscaba prestigiar al monarca y conferirle una autoridad moral como futuro árbitro de la paz con el propósito de obtener ganancias territoriales como el control sobre Tánger o Gibraltar 15. A fin de cuentas, la diplomacia francesa siempre intentó cuidar las relaciones con España, temerosa de que cualquier cambio significativo del statu quo pudiera añadir inestabilidad en la frontera meridional de la República en guerra o afectar a las intensas relaciones comerciales 16. Con ocasión del viaje de una misión española que visitó París, Reims y Verdún en octubre de 1916 17, se buscó que a nombres como Rafael Altamira, Manuel Azaña, Américo Castro o Javier Octavio Picón se les uniera un aristócrata afamado como el propio duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, amigo personal de Alfonso XIII y un personaje de gran reputación en los círculos de la elite social y política por sus inclinaciones culturales y su labor como mecenas. La mayoría de los miembros de la misión procedía del efervescente mundo cultural madrileño e ideológicamente se adscribían, principalmente, al liberalismo y al reformismo 18, tendencias que pese a abogar por la modernización del régimen no eran estrictamente hostiles a la monarquía 19, y además la incorporación del duque de Alba, amigo personal de Alfonso XIII, ayudaba a visibilizar simpatías aliadófilas también entre los grupos aristocráticos.
Resultado de aquellos contactos entre los intelectuales franceses y españoles y como expresión de la voluntad de intensificarlos, se creó el Comité de Rapprochement Franco-Espagnol, cuyos estatutos fueron adoptados el 11 de julio de 1917 si bien su funcionamiento fue anterior. El Comité se estructuró en tres secciones con una misión cultural y económica, si bien en el marco de la Gran Guerra su potencial político era claro 20. Se juzgó necesario establecer igualmente una rama española de ese Comité, que terminaría llamándose Comité de Aproximación Franco-Española. La presidencia recayó en el duque de Alba, al parecer por deseo de Alfonso XIII, según Delaunay 21, y en él se integraron intelectuales como Rafael Altamira, José Villegas Cordero, Ramón Menéndez Pidal o Manuel Azaña. El Comité de Aproximación Franco-Española, que daba un nuevo nivel a los esfuerzos puestos por el grupo intelectual francófilo con núcleo en Madrid, estuvo en numerosos actos e impulsó diferentes iniciativas. De esa manera, como se expondrá, al quedar ligada la promoción de los voluntarios en la Gran Guerra a ese Comité, se vincularía igualmente a la estrategia aliadófila sostenida por determinados grupos elitistas. Sin embargo, como se expone a continuación, el interés específico por la cuestión de los voluntarios en Madrid se dio con retardo respecto del interés generado en Cataluña.
En los primeros meses de la guerra, la presencia de voluntarios españoles en el ejército francés no captó un interés mediático nada destacable 22. El primer sector en mostrar un interés en la potenciación de la cuestión de los voluntarios fue el republicanismo lerrouxista, que maniobró con las autoridades francesas para organizar el envío desde Barcelona de jóvenes a la Legión Extranjera, tal y como señaló Martínez Fiol 23. Tras el rápido fracaso de esa operación y el cierto abandono de la retórica intervencionista por parte del lerrouxismo, fue el nacionalismo catalán, especialmente el de cariz republicano y el de vertiente nacionalista intransigente o radical, el que más atención prestó a la presencia de voluntarios catalanes en la Legión Extranjera francesa 24.
Ese interés fue indesligable de la estrategia internacionalista del catalanismo durante la Gran Guerra 25. Como es conocido, mientras que la Lliga Regionalista, la fuerza política hegemónica en Cataluña, se mantuvo en una postura neutralista 26, las fuerzas republicanas y nacionalistas radicales prestaron una pronta atención al desarrollo del conflicto en cuanto advirtieron en él una ventana de oportunidad para «el triomf de les nacionalitats», esto es, para una nueva configuración del mapa de Europa que, derivado del triunfo de la Entente, aparejara el advenimiento de una serie de nuevos Estados que respondieran a las aspiraciones de las «nacionalidades oprimidas». En ese marco, desde esos sectores del catalanismo se abogó por potenciar las muestras de apoyo aliadófilo en Cataluña asumiendo que en compensación las potencias aliadas vencedoras impondrían la reforma de la España alfonsina y favorecerían la autonomía o un Estado propio para Cataluña 27. Siguiendo la lógica de esa estrategia, que emulaba ejemplos internacionales 28, la presencia de soldados catalanes en los regimientos de marcha de la Legión Extranjera francesa iba a ser empleada como evidencia del apoyo catalán a la Entente, a despecho de que las razones reales del alistamiento distaban del idealismo en la mayoría de los casos 29.
El personaje que haría propia la cuestión de los voluntarios catalanes fue Joan Solé i Pla (1874-1950), un doctor homeópata ligado a la Unió Catalanista 30, entonces un grupo en descomposición liderado por Domènech Martí i Julià 31. Solé i Pla publicó un artículo en diciembre de 1915 en La Nació, el órgano de la Unió Catalanista, en el que se elogiaba el heroísmo de los voluntarios catalanes y se llamaba a una campaña de padrinazgo y solidaridad 32. A pesar de que ya se había detectado cierta atención previa a los voluntarios catalanes y se habían hecho llamamientos al padrinazgo en publicaciones como El Poble Català o Iberia 33, el llamamiento de Solé i Pla reviste importancia habida cuenta del peso del personaje en la promoción de los voluntarios. No en vano, Solé i Pla participó en la creación en febrero de 1916 del Comitè de Germanor amb els Voluntaris Catalans, una plataforma que nació con el objeto de hacer llegar apoyo moral y material a los soldados catalanes, pero también de potenciar la propaganda con una clara vocación catalanista.
Solé i Pla fue el personaje que más se implicó en la iniciativa y puso mucho empeño en conseguir información sobre los catalanes que se encontraban en las trincheras francesas o en los Dardanelos. Igualmente, enlazó con algunos voluntarios y mantuvo correspondencia con ellos. Además, el Comitè de Germanor hizo llegar a las trincheras paquetes con prendas de ropa, alimentos, dinero, tabaco, libros y diarios, fotografías y documentos, etc. Para organizar esa labor, el Comitè de Germanor sito en Barcelona contó con el apoyo del Centre Català de París, dirigido por Pere Balmaña, y de un centro de hospedaje en Perpignan. La actuación del Comitè también pudo ganar una mínima proyección gracias a las relaciones de Solé i Pla y otros miembros del organismo con personajes como el cónsul francés Fernand Gaussen o el periodista y diputado catalanófilo por los Pirineos Orientales Emmanuel Brousse 34.
Pero, en cualquier caso, mientras la propaganda sobre los voluntarios catalanes iba ganando cierto peso en algunas publicaciones aliadófilas de Barcelona, ¿quién se preocupaba de los voluntarios del resto de España? A pesar de la movilización aliadófila que estaba teniendo lugar entre notables personajes de la sociedad civil y del mundo intelectual 35, no había llegado a formarse una atención mediática o social a los voluntarios españoles en la Legión Extranjera francesa en el conjunto de España. En ese sentido, existía un vacío propagandístico por cubrir. Así, fue el periodista catalán Màrius Aguilar quien, dedicando una serie de artículos aparecidos los días 24, 25 y 30 de octubre de 1916 en las páginas del influyente diario El Imparcial, abrió una etapa de difusión de la cuestión de los voluntarios españoles 36. Aguilar era vocal del Comitè de Germanor amb els Voluntaris Catalans, pero siguiendo a David Martínez Fiol, la aparición de esos artículos debía relacionarse con una operación de las izquierdas catalanas para tejer alianzas con los grupos reformistas y progresistas españoles tras el fracaso electoral que implicó el Pacto de la Castellana, que no logró batir la hegemonía conservadora de la Lliga Regionalista, y con la desorientación ideológica producida a raíz de la insurrección de los nacionalistas irlandeses en abril de 1916 37. Cabe pensar también que la aparición de los artículos de Màrius Aguilar guardara relación con las subvenciones extranjeras a la prensa española 38. No en vano, el diario El Imparcial, ligado a la familia Gasset y de tendencia liberal-reformista, era la publicación a la que los servicios franceses abonaron una cantidad mayor de dinero 39. En cualquier caso, los artículos de Aguilar tuvieron una repercusión desmesurada. Fuera de España, los textos de Aguilar también encontraron eco en cabeceras como Le Journal, La Lanterne y el Newcastle Chronicle 40.
Aquellos artículos fueron el pistoletazo de salida de una campaña de atención inaudita a la cuestión de los voluntarios españoles en los círculos y medios aliadófilos madrileños. Aquella campaña elevaba a los voluntarios a elemento simbólico de gran interés en las relaciones hispano-francesas. Pocos días después de la aparición de los artículos de Aguilar, el periodista Luis Araquistáin Quevedo publicó en las páginas de El Liberal un artículo que salía al paso de las críticas de la prensa germanófila 41 y celebraba la importante presencia de españoles en las filas de la Legión. En él, Araquistán anunciaba que un grupo de escritores y artistas habían decidido organizar una exposición de dibujos y destinar la cuantía recaudada en concepto de entradas y ventas de obras a un regalo navideño para los legionarios españoles, al que también podía contribuir cualquier persona haciendo un donativo en una suscripción 42.
Se había activado una operación en torno a los voluntarios españoles que, si bien no puede afirmarse rotundamente que fuera iniciada por los servicios franceses, sí parece haber sido alentada o al menos bienvenida por ellos. Particularmente, parece haber tenido un papel en la iniciativa de la exposición artística Léon Rollin, corresponsal en la capital de España del diario parisino Le Journal. No en vano, Rollin dirigió el 27 de octubre de 1916 un informe a Auguste Bréal, un responsable de prensa y propaganda anexo al Ministère des Affaires Étrangères, exponiéndole la propuesta y haciendo indicaciones complementarias sobre cómo convenía proceder. Igualmente, el embajador en Madrid Léon Geoffray no tardó en escribir a París para avisar de un asunto «dont notre propagande pourra tirer grand profit» 43. Precisamente, Rollin estuvo presente en un banquete celebrado en Madrid en ocasión del nombramiento del periodista aliadófilo de origen guatemalteco Enrique Gómez Carrillo como director de El Liberal y, en el acto, propuso que se hiciera una colecta para contribuir a la iniciativa impulsada por el semanario aliadófilo España 44. Por su parte, el embajador Geoffray mostró su disposición a aportar 4.000 pesetas 45.
A lo largo de los meses de noviembre y diciembre de 1916 el semanario España preparó y difundió la futura exposición artística y en Madrid se recibieron numerosas obras de pintores y dibujantes españoles y franceses, la mayoría dibujos y caricaturas alusivas a la guerra, que acabarían siendo alrededor de 250. La idea de los organizadores era que esa exposición se abriera en Madrid y, a continuación, en Barcelona y París. Así, la exposición artística se acabó inaugurando el 4 de enero de 1917 en el Palacio de los Condes de Montijo y Teba de Madrid. A la exposición, que permaneció abierta en Madrid hasta el 25 de enero, contribuyeron artistas como Josep Llimona, Gonzalo Bilbao, Ramon Casas o Joaquín Sorolla 46. Al margen de un choque con las autoridades, que clausuraron la exposición arguyendo razones de defensa de la neutralidad del Estado 47, la exposición no tuvo demasiado éxito en lo tocante a las obras subastadas, pero sí tuvo un eco mediático extraordinario. A continuación, la exposición fue trasladada a la Ciudad Condal, pero nunca se estableció en París 48. Paralelamente, el semanario España mantuvo abierta su suscripción entre el 16 de noviembre de 1916 y el 17 de mayo de 1917, recaudando la cifra de 6.084,75 pesetas 49.
A pesar de que la cantidad recaudada no resultaba muy llamativa, tanto la exposición artística como la suscripción en el semanario España permitieron advertir un fenómeno singular: muchos de los participantes de la suscripción y de los asistentes a la exposición habían sido miembros de la aristocracia y, en un sentido más amplio, de la crema de la vida social y cultural madrileña. Además de entidades de la colonia francesa en España como el Comité des Dames Françaises de Madrid o intelectuales como Ignacio Zuloaga o Miguel de Unamuno 50, también se interesaron y contribuyeron a la exposición numerosos personajes de la aristocracia como el duque de Alba y personajes ligados al reformismo como el médico Gustavo Pittaluga o el neurólogo Luis Simarro 51, además de individuos afines al Partido Liberal como Luis de Armiñán Pérez 52. La presencia o implicación de esas personalidades venía a erosionar la vinculación que la germanofilia había establecido entre aliadofilia y hostilidad al régimen. Sin embargo, la explotación sistemática de la cuestión de los voluntarios desde una agrupación bien definida aún debería esperar.
Como señaló David Martínez Fiol, la atención mediática a los voluntarios españoles, que había sido tan notoria desde el otoño de 1916, fue reduciéndose a medida que las tensiones internas se intensificaron hasta el verano de 1917 53. Tras la crisis, la diplomacia francesa se vio impelida a acentuar sus deferencias hacia el régimen español. A ello también ayudó la actitud del propio Alfonso XIII, quien según el general Denvignes apostó por llevar a cabo un juego de lamentos e insinuaciones apuntando a que la diplomacia francesa había estimulado el intento de subvertir el orden en España a fin de obligar a Francia a hacer «concesiones» para que se recobrara la confianza del monarca, como pudiera ser la cuestión de Tánger 54. En cualquier caso, la diplomacia francesa estaba decidida más que nunca a mantener una actitud de gestos hacia el régimen y el rey. Así, por ejemplo, en octubre de 1917 el agregado naval francés en Madrid apuntó en un informe que «de toutes les lignes de conduite que nous pouvons suivre avec l’Espagne, la seule qui convient est une adhésion complète et loyale au régime monarchique et une entière confiance dans les assurances d’amitié qui nous sont données par le Roi» 55.
Como síntoma de esa voluntad de acercamiento al régimen monárquico, la República Francesa renovó su delegación en España sustituyendo al cónsul en Barcelona Fernand Gaussen, considerado demasiado complaciente con el catalanismo, y al embajador Léon Geoffray, relevado por Joseph Thierry 56. Al margen de eso, se reanudaron las iniciativas con personalidades españolas: así, en septiembre de 1917 se organizó un viaje al frente italiano 57; en octubre un viaje del arzobispo aliadófilo de Tarragona Antonio López Peláez 58; y en diciembre un nuevo viaje de personalidades catalanas a las trincheras, añadiéndose a la comitiva el alcalaíno Manuel Azaña 59.
En ese contexto, sobre todo a partir de diciembre de 1917, se pudo observar una recuperación evidente de la propaganda sobre los voluntarios españoles en la Legión Extranjera, o lo que es lo mismo, una recuperación de los voluntarios como símbolo de la amistad hispano-francesa. En la visita realizada en diciembre de 1917 a París y al frente de batalla, los miembros de la comitiva se toparon el día 6 en Hamonville con un pequeño grupo de legionarios españoles a los que se les había dado permiso durante unas horas para charlar y comer con los visitantes 60. Aquel encuentro con algunos voluntarios en particular sirvió para potenciar mediáticamente a los combatientes. Merece destacarse en este sentido que Manuel Azaña se apresuró a redactar un artículo sobre los voluntarios para el diario ilustrado francés Excelsior. En él, el secretario del Ateneo de Madrid indicaba que había tenido oportunidad de ver a los combatientes españoles en la Legión y, dejándose llevar por la voluntad de impresionar al público francés y seguramente influido por las conversaciones mantenidas con los catalanes compañeros de viaje, declaró que eran 15.000 los voluntarios españoles que luchaban en las trincheras, en su mayoría catalanes 61. Con todo, no fue ese el único artículo sobre los voluntarios españoles difundido en la prensa francesa. Así, el diputado catalanófilo Emmanuel Brousse publicó en L’Intransigeant del 21 de diciembre de 1917 otro artículo que se refería a la cifra sublimada de 15.000 voluntarios españoles «battus pour défendre la France et la civilisation» e incluso refería los nombres de dos españoles condecorados con la Legión de Honor, el capitán José Martínez y el cabo albaceteño Andrés Arocas 62.
La potenciación de los voluntarios alcanzó el nivel de preocupación diplomática también en esos momentos. En este sentido, para el día 23 de diciembre de 1917 se organizó un banquete en el Gran Salón de Honor del Quai d’Orsay que pretendía rendir un homenaje navideño a los voluntarios españoles. La iniciativa había sido ideada desde el entorno de Joan Solé i Pla y proyectaba dirigirse exclusivamente a voluntarios catalanes con la idea de potenciar la imagen de la Cataluña aliadófila entre las autoridades francesas. Sin embargo, alertado de esa pretensión, el embajador español en París José María Quiñones de León intervino y, como señaló él mismo, «conseguí que en aquella manifestación, que resultó muy brillante, tomara parte toda la colonia española, privándola así del carácter con que su iniciativa había nacido» 63. Efectivamente, el diligente embajador frustró el intento del catalanismo aliadófilo de ganar proyección internacional en aquella ocasión. Muy contrariamente, el acto acabó teniendo un nítido carácter de acto de fraternidad hispano-francesa. Acudieron 308 voluntarios españoles de permiso, no solo catalanes. En el salón engalanado con banderas españolas y banderas tricolores francesas se pronunciaron diferentes discursos y se lanzaron vítores a Francia y a España; destacó un discurso dirigido a los voluntarios por parte de Pere Balmaña, quien dijo que los voluntarios estaban honrando a la patria española 64.
Así pues, el banquete en París puso de manifiesto la voluntad de potenciar la idea de los voluntarios españoles y de prevenir cualquier atención en París a la imagen que sobre los voluntarios buscaba exportar el catalanismo aliadófilo como parte de su estrategia internacionalista. En sintonía con ese refuerzo de la idea de «voluntarios españoles», en la prensa madrileña empezó a lamentarse con regularidad inusual que solo en Cataluña se hubiera concretado una preocupación por aquellos combatientes, lo cual habría llevado al engaño de creer que solo había voluntarios de Cataluña mientras nadie se interesaba por los voluntarios del resto de España 65. La opinión aliadófila madrileña parecía demandar una plataforma que promoviera la cuestión de los voluntarios, plataforma que terminaría siendo el Patronato de Voluntarios Españoles impulsado por el musicólogo José Subirà Puig (1882-1980).
El Patronato de Voluntarios Españoles estuvo íntimamente unido al nombre de José Subirà Puig. Este era un musicólogo que, aunque nacido en Barcelona, se había criado en Ciudad Real y Madrid, donde había cosechado contactos importantes trabajando como auxiliar en la Secretaría de la Junta de Ampliación de Estudios. Habiendo trabajado entre 1908 y 1910 en el Consulado General de la República Argentina en Amberes, Subirà siempre se mostró un amante de Bélgica y, cuando estalló la Gran Guerra, sus simpatías estuvieron con los aliados 66. Casualmente Subirà era sobrino político de Joan Solé i Pla, con quien mantenía una comunicación epistolar regular que muchas veces trataba sobre asuntos literarios y sobre las actividades aliadófilas del doctor barcelonés. En ese sentido, Subirà estuvo muy al corriente de la labor de su tío en relación con los voluntarios catalanes y, sensibilizado con la cuestión, sabemos que al menos en marzo de 1917 ya había adoptado como ahijado de guerra a un voluntario zamorano llamado Antonio González 67.
Gracias a sus cartas, sabemos que el musicólogo se apoyó en las redes generadas por el Comitè de Germanor para hacer llegar sus envíos a González 68. Sin embargo, Subirà se propuso reproducir la plataforma de su tío para el conjunto de los voluntarios de toda España y contribuir a la movilización aliadófila. A la luz de sus cartas inéditas, podemos saber que el proceso de creación del Patronato de Voluntarios Españoles fue complejo. Una carta demuestra que ya en enero de 1918 el Patronato, sus componentes y su organización se encontraban en un elevado nivel de definición. Dicho proceso no estuvo, sin embargo, exento de dificultades. Según exponía Subirà, este tuvo que realizar numerosas gestiones, y a diario «pregunto por teléfono o veo a personas que me sirven de intermediarios para resolver el asunto de la constitución» 69. Desde un primer momento contó con la adhesión entusiasta al proyecto de Manuel Azaña. Junto con Azaña, el único nombre que estaba confirmado para el proyecto era el de José María González, presidente de la Cámara de Comercio de Madrid, con la esperanza de «ver si es él quien se quiere cuidar de la parte de la contabilidad, porque yo ando bastante mal de cuentas y bastante será el trabajo que tenga» 70. Por su parte, Subirà se reservaba para sí el cargo de secretario de ese futuro «Comité de Germanor castellano» 71.
La intención inicial era que el organismo estuviera formado por solo cinco personas de importante significación social. Contando con tres, faltaban aún dos personas. Luis Araquistáin, director del semanario España, y el corresponsal de guerra en La Correspondencia de España Fabián Vidal habían mostrado su adhesión al proyecto, aunque sus nombres no figurarían en el Comité. Según exponía Subirà, su propósito era que formara parte del Comité Álvaro Alcalá-Galiano y Osma, escritor, ensayista, historiador y crítico literario de tendencia maurrasiana «que se ha significado por su amor a los aliados en varias publicaciones y que goza de gran afecto entre la alta aristocracia madrileña» 72. Además de Alcalá-Galiano, se quería ofrecer la presidencia del futuro organismo a una dama de la Reina consorte Victoria Eugenia de Battenberg, que tenía un sobrino alistado en la Legión Extranjera francesa.
En esa etapa preliminar del proyecto, ya se apuntaba a una de las características que serían inherentes al futuro Patronato. Se quería que fuera un organismo compuesto por personajes elitistas y muy conocidos en los ambientes intelectuales y aristocráticos capitalinos, poniéndose mucho empeño en que hubiera una representación de la aristocracia (que acabaría asumiendo el duque de Alba cuando se conformara el Patronato) y que existiera algún nexo o proximidad con la Casa Real. Las razones de esa preocupación de José Subirà por orientar su proyecto a los grupos más elitistas de la aliadofilia madrileña las ofrecía él mismo:
«y si alguna de las dos últimas personas renunciase, [...] que ya buscaríamos, entre la gente de dinero y de orden, para no alarmar a los germanófilos. Araquistáin y Vidal piensan, con razón, que si ellos diesen la cara, eso bastaría para que mirasen con malos ojos a nuestro Comité las personas pudientes, y que a consecuencia de ello se malograría el objeto benéfico que nos proponemos» 73.
El proyecto de Subirà partía así de un cálculo estratégico inteligente orientado a neutralizar las críticas germanófilas. Se trataba de reunir a personas que no pudieran ser asociadas a comportamientos contrarios al régimen y a la monarquía, a fin de quebrar la asociación de la aliadofilia con los movimientos desestabilizadores del sistema. Por otra parte, aunque Subirà no lo especificaba, también cabe apuntar que esa imagen de organismo afín a las elites era conveniente para la diplomacia francesa, que como hemos venido sosteniendo estaba interesada en mostrar su apoyo cerrado a la monarquía española y en aproximarse a los grupos más influyentes de la sociedad española. Además, por otra parte, los grupos aliadófilos madrileños habían podido comprobar el interés de la aristocracia liberal en el proselitismo aliadófilo y en la cuestión de los voluntarios, como se había visto en la suscripción abierta por la revista España y la exposición artística. Por último, lograr la participación de las elites sociales en el proyecto era una manera de procurar una mayor capacidad de influencia. De la misma manera, al contar con el respaldo de Luis Araquistáin y de Fabián Vidal para promover la propaganda sobre los voluntarios y el organismo, Subirà se aseguraba unos necesarios instrumentos mediáticos, fundamentales para dar a conocer a la opinión pública la existencia del organismo y sus cometidos 74.
A pesar de que el proyecto de Subirà estaba muy bien diseñado y el musicólogo tenía motivos para sentirse optimista, pronto comprobó que no todo iba a poder seguir el diseño inicial. En una carta de febrero de 1918, Subirà revelaba un tono de impotencia indicando a su tío que «por incurias de unos e indiferencias de otros, aún no he logrado que se constituya el Comité de Fraternidad en Madrid. Cuento con Azaña y con el secretario de la Cámara de Comercio. Mis gestiones para que formasen el Comité aquella señora y el Sr. Alcalá-Galiano fueron infructuosas» 75. Ciertamente, ninguna dama de la Corte ni Álvaro Alcalá-Galiano llegarían a formar parte del Patronato de Voluntarios Españoles. En enero y febrero de 1918 Subirà contaba con personas interesadas en apadrinar voluntarios 76, muchos de ellos aristócratas, pero no personas que quisieran integrarse en su Patronato.
Según relató posteriormente el propio Subirà en un texto en La Publicidad, encontrándose el proyecto paralizado y tras recibir la visita del voluntario José Cabezón, decidió salir de su desánimo y contactar con Rafael Altamira, quien le sugirió tratar con el duque de Alba 77. El propio Altamira le dirigió a este una carta y, finalmente, en una reunión de los miembros del Comité de Aproximación Franco-Española en el Palacio de Liria el martes 16 de abril de 1918, se decidió la próxima constitución del Patronato de Voluntarios Españoles, que quedaría ligado orgánicamente al Comité de Aproximación Franco-Española como rama autónoma y que, presidido por el duque de Alba, integraría a personajes como Manuel Azaña Díaz, Fernando García Arenal, Américo Castro Quesada, Juan Pérez Caballero y Ferrer o el marqués de Valdeiglesias 78.
El proyecto de Subirà, constituido formalmente el 9 de mayo de 1918, nacía superando las previsiones de su ideólogo. El Patronato quedaba ligado a las elites protagonistas de la «diplomacia cultural» que se había buscado durante los años previos, pero además la participación de personajes como el marqués de Valdeiglesias, director del diario conservador La Época, garantizaba la disposición de otro medio de gran tirada al servicio de la estrategia comunicativa del Patronato, a la vez que servía para acercar el asunto de los voluntarios a la opinión conservadora y cuestionar la asociación del conservadurismo con posiciones neutralistas o germanófilas. El Patronato contaba con representantes de diferentes tendencias ideológicas, con reformistas como Azaña, conservadores como Valdeiglesias o liberales como Altamira, pero proyectaba la buscada imagen de grupo de próceres alejado de los grupos revolucionarios y capaz de incidir en la alta sociedad madrileña y en los grupos de poder. A fin de cuentas, el Patronato también incorporaba personajes cercanos a la política dinástica, como Juan Pérez Caballero o el marqués Álvaro Valero de Palma.
Siguiendo el ejemplo del Comitè de Germanor amb els Voluntaris Catalans, el Patronato se reservó una misión asistencial y propagandística. Como su tío Solé i Pla, Subirà se carteó con un amplio número de voluntarios inquiriéndoles por toda clase de informaciones y anécdotas para escribir sus relatos. Igualmente, el Patronato llevó a cabo una importante labor en lo referente al envío de paquetes con dinero, ropa, alimentos, tabaco, libros, etc. 79 Los donativos debían enviarse a la sede del Patronato, que era el propio domicilio de José Subirà en el número 9 de la calle Viriato de Madrid 80.
El listado de personas que colaboró en las labores del Patronato mediante donativos, suscripciones o padrinazgos, entre otras formas, nos permite comprobar el éxito del organismo para atraer a la elite social y política. En un apéndice publicado en un libro del Patronato con 137 nombres 81, observamos que entre las personas que colaboraron se encontraron numerosos personajes de la política, especialmente ligados al liberalismo dinástico, como era el caso de Santiago Alba, el diputado por Castellón Amós Salvador Carreras o Casilda Alonso-Martínez y Martín, hija del jurista Manuel Alonso y esposa del conde de Romanones, lo cual pondría en evidencia el apoyo del antiguo jefe del Gobierno al organismo de Subirà, aunque este procurara que su nombre no apareciera vinculado de manera directa. Curiosamente, también colaboró con el Patronato pagando una suscripción Concepción Dato, hija de uno de los mayores valedores del neutralismo como era Eduardo Dato Iradier. Completaban el cuadro de colaboradores del Patronato la embajada francesa y otros organismos de la colonia francesa en Madrid como el Cercle de l’Union Française, intelectuales y artistas (Tomás Bretón, Gabriel García Maroto, Antonio Zozaya o un joven Juan Chabás) y nobles. En particular, el 18,24 por 100 de los 137 nombres relacionados en el listado pertenecían al estamento nobiliario. El objetivo de potenciar la cuestión de los voluntarios, dinamizando a la vez un grupo aliadófilo integrado por sectores pudientes y con capacidad de influencia política, económica y social, se estaba cumpliendo con creces.
No fueron menores los éxitos de Subirà en lo relatico a la propaganda. Se encargó de escribir textos sobre los voluntarios en decenas de publicaciones que, lejos de presentar las motivaciones reales del alistamiento, siempre insistían en el carácter idealista de la lucha de unos «quijotes» del siglo xx que estaban dignificando el nombre de España 82. Además, la propaganda del Patronato puso empeño en desmontar una de las falacias del relato catalanista sobre los voluntarios como era el del origen catalán de una mayoría abrumadora de aquellos hombres. Contra el relato difundido gracias en buena parte a su tío Joan Solé i Pla, José Subirà insistió en la idea de que había voluntarios procedentes de todas las regiones y provincias de España. Para Subirà, que se sentía tan catalán como español, el Patronato debía ser un instrumento que agrupara a todos los voluntarios sin distinción:
«El Patronato, desde su constitución, quiso hacer obra esencialmente españolista en el más noble sentido de la palabra, y consideró incluidas, por tanto, bajo esa denominación, a todas, absolutamente todas las regiones que integran el suelo patrio. En virtud de tal norma, todos sus esfuerzos se encaminaron siempre a unir, en vez de desunir, y a predicar la concordia, en vez de sembrar la discordia» 83.
La concepción de España del propio José Subirà, quien siempre reivindicó con orgullo sus orígenes familiares catalanes y en quien convivían identidades regionales múltiples 84, fue indesligable de la narrativa ideológica del Patronato de Voluntarios Españoles. Aquel relato de promoción del voluntario español generado en Madrid contradecía la visión difundida desde Cataluña y, al término de la Gran Guerra, se viviría el momento álgido de choque de narrativas.
El triunfo de la Entente en noviembre de 1918 desencadenó euforia en numerosas ciudades de España y, muy significativamente, en Barcelona. Para el conjunto del catalanismo político había llegado el momento de hacer valer los principios de las nacionalidades abanderados por el presidente estadounidense Wilson en sus Catorce Puntos y conseguir que en la futura Conferencia de Paz se tratara de dar una respuesta al pleito catalán 85. La euforia wilsonista coincidió con la puesta en marcha de la campaña autonomista en Cataluña 86, cuya dirección fue asumida por una Lliga Regionalista que protagonizó un giro aliadófilo y que se sumaría a la explotación del asunto de los voluntarios catalanes en la Legión Extranjera francesa. En este sentido, iniciativas como la reconstrucción del poblado de Belloy-en-Santerre, donde murió el legionario nacionalista catalán Camil Campanyà, mostraban el apoyo de las instituciones controladas por la Lliga Regionalista a la cuestión de los voluntarios y a su sublimación 87.
Precisamente, esa explotación interesada de los voluntarios catalanes vino estimulada por una alocución del diputado Emmanuel Brousse en la Cámara Baja francesa el 20 de noviembre de 1918, en la que señaló la existencia de 12.000 voluntarios catalanes 88. El peso que estaba ganando la narrativa catalanista sobre el voluntariado armado de la Gran Guerra empujó al Patronato de Voluntarios Españoles a actuar para neutralizarla. La documentación del archivo personal de José Subirà pone de manifiesto que uno de los personajes que mostró mayor preocupación fue Rafael Altamira Crevea 89. Altamira, que ostentaba la vicepresidencia del Patronato, escribió a Subirà el 25 de noviembre de 1918:
«Querido Subirá: los periódicos traen y llevan la cifra de 12.000 voluntarios catalanes. ¿Puede ser eso cierto, dados los informes que tenemos nosotros, o es que estos son incompletos? Convendría saberlo con certeza y pronto.
Por otro lado, ¿no cree V. que estaría bien ahora un sueltecito haciendo constar que entre los voluntarios españoles los hay de todas las provincias y que así le consta al Patronato, que está en relación directa con ellos? La puntualización de algunas provincias no catalanas que han dado bastante contingente, creo que conviene para deshacer la impresión de que el resto de España ha permanecido insensible» 90.
En un momento de elevada tensión política por las pasiones enfrentadas a raíz de la campaña autonomista 91, la aparición de un nuevo artículo de Emmanuel Brousse en Le Journal reivindicando la fortaleza del sentimiento aliadófilo durante la guerra en Cataluña y la presencia de 12.000 catalanes en las filas del ejército francés 92 debía de causar desazón en Altamira, consciente del riesgo de que las potencias vencedoras prestaran atención a los discursos catalanistas. Altamira no tardó en insistir:
«Querido Subirá: Ya habrá V. visto el artículo de Le Journal, que comentan algunos periódicos de ayer. Eso hace doblemente necesaria la publicación del suelto del que hablé a V. en mi carta anterior. No podemos autorizar con nuestro silencio la leyenda que solo hay aliadófilos en Cataluña, cosa tan inexacta como suponer que toda Cataluña es aliadófila.
Hágame, pues, el favor de enviar el suelto a los periódicos cuanto antes» 93.
No por casualidad en los días siguientes aparecieron en el diario La Época diferentes textos que negaban que la práctica totalidad de los combatientes hubieran sido exclusivamente catalanes 94. Los aparatos mediáticos al servicio del Patronato irían insistiendo en esa idea en los meses posteriores. Sin embargo, la cuestión de los relatos enfrentados sobre los voluntarios no se redujo a una discusión de papel. La diplomacia española tuvo que responder a la estrategia internacional del catalanismo y, entendiendo el papel de los voluntarios en ella, buscó apoyo en el organismo presidido por el duque de Alba. Resultó paradigmático en esos movimientos que el conde de Romanones, al realizar su conocido viaje a París en diciembre de 1918 para reunirse con Clemenceau, Orlando y Wilson entre otros, fuera recibido en la estación del Quai d’Orsay por un legionario madrileño, Luis Álvarez Cedrón, en contacto con el Patronato. El voluntario, cubierto de condecoraciones, herido durante la guerra en la cabeza y el pecho, dirigió a los presentes un discurso en el que elogió a Romanones calificándolo de eminente hombre político que había amado a Francia y había entendido su papel como defensora de la justicia 95.
A todas luces, aquella intervención estaba preparada para asociar al liberalismo romanonista con los voluntarios «francófilos» y mostrar en París, ante autoridades políticas, periodistas y personal diplomático, la fuerza de la aliadofilia en la España representada por Romanones. La presentación de este como el principal valedor de la causa aliada en España se incardinaba con los objetivos del político liberal en aquel viaje, entre los que se encontraban conseguir que el Reino de España participara en las negociaciones de paz con Alfonso XIII desempeñando el papel de árbitro 96, tratar la cuestión marroquí y conseguir garantías de que las potencias vencedoras no intervendrían en la cuestión catalana, entre otros puntos. Finalmente, el viaje de Romanones solo cosechó éxitos en este último punto sobre la cuestión catalana, si bien parece haber sido motivo de satisfacción suficiente para el líder liberal, al menos según el embajador Alapetite 97.
Pero, al margen de los resultados del viaje de Romanones, el nacionalismo catalán siguió explotando su estrategia sin desfallecer de la esperanza de una intervención extranjera en el pleito catalán. Además de intentar dirigir a Wilson un manifiesto separatista firmado por algunos legionarios catalanes 98, el nacionalismo se organizó para celebrar un nuevo banquete de homenaje a los voluntarios catalanes en enero de 1919. El homenaje, como venía siendo habitual, debía servir para potenciar la imagen de los voluntarios ante las potencias vencedoras. El embajador José María Quiñones de León era consciente de ello, al circunscribir el acto a «propaganda de los catalanes, que se aperciben para realizar actos que exterioricen en París su campaña política» 99. Más aún, en el banquete se esperaba la presencia del mariscal Joseph Joffre, que siempre tendió a ser celebrado por el mundo catalanista como un héroe catalán por ser oriundo de Ribesaltes 100. Tras consultarlo con Romanones, que ostentaba también la cartera de Estado, Quiñones planteó entablar conversaciones con Stephen Pichon, ministro francés de Asuntos Extranjeros, para que se hiciera saber al mariscal Joffre que Madrid «está seguro no tomará parte en tales actos ni los autorizará con su presencia ni concurso» 101.
Quiñones actuó con celeridad, puesto que, según hizo constar en un telegrama el 1 de enero de 1919, antes de ese día ya había hablado con Pichon del asunto y había obtenido garantías de que Joffre no alentaría con su presencia ese homenaje a los voluntarios catalanes 102. Al margen de ello, según Quiñones de León, el embajador recibió una visita de Pere Balmaña y del regidor regionalista Josep Puig i Esteve para solicitar que la embajada tramitara la concesión de un permiso a algunos voluntarios catalanes para asistir al proyectado banquete. Quiñones repuso, según su relato, que para él todos los voluntarios eran españoles y no consideraba que debiera hacerse distinciones según su procedencia. En su escrito dirigido a su jefe Romanones, además, sugirió que, si al final se celebraba el homenaje y se tenía dudas sobre cómo proceder, se podía contactar con el duque de Alba, con Rafael Altamira o con el marqués de Valdeiglesias 103. Las palabras de Quiñones ponen de manifiesto el conocimiento que se tenía en las esferas de poder del Patronato de Voluntarios Españoles y de su utilidad política. Fundamentalmente, Quiñones proponía apoyarse en el Patronato para laminar la orientación catalanista del acto y contar con algunos de los voluntarios en contacto con Subirà.
Finalmente, el banquete se celebró el 26 de enero de 1919, pero fracasó en su propósito inicial, algo de lo que se jactó Quiñones de León: «el agasajo a los legionarios españoles, proyectado por el Centro Catalán, al que me refería en repetidos telegramas, con el cual, como con todos manejos de esta índole, se trató de hacer valer aquí los servicios prestados por Cataluña a Francia durante la guerra, ha fracasado completamente» 104. Como ya había pasado el año anterior, el banquete acabó teniendo un cariz de acto de fraternidad hispano-francesa y contó con la presencia de voluntarios de diferentes regiones de España, además de representantes de la colonia española en París que vitorearon el nombre de España y del rey 105.
A pesar de no ser un organismo formado desde el poder político, el Patronato orbitó en torno a él revelándose un instrumento operativo en la línea de los intereses del Estado. Esa proximidad también se mostró útil para acometer una de las más importantes acciones impelidas por el Patronato como fue la devolución de la nacionalidad española y una suerte de indulto a los españoles que hubieran formado parte de la Legión Extranjera durante la Gran Guerra. Ya en la sesión de Cortes del 22 de noviembre de 1918 el diputado regionalista y antiguo ministro de Abastecimientos Joan Ventosa Calvell había inquirido al ministro de Estado Romanones sobre la cuestión de la recuperación de la nacionalidad por parte de aquellos voluntarios que, al entrar al servicio de un ejército extranjero, habían quedado privados de ella en virtud del artículo 20 del Código Civil 106. Sin embargo, la cuestión quedó aparcada hasta que los miembros del Patronato trabajaron para darle una salida. Además, sabiendo que muchos de los voluntarios habían sido desertores del servicio militar y prófugos de la justicia, los miembros del Patronato asumieron la necesidad de la concesión de un indulto.
De acuerdo con el relato publicado por el Patronato, el organismo encargó a un experto jurista la redacción de un decreto que sirviera de base al texto que se esperaba que firmase en su día el rey Alfonso XIII, pero se consideró que el texto desbordaba las atribuciones del Ejecutivo. Para llevar un texto que pudiera ser ratificado por las Cortes, se formó una suerte de Comisión integrada por el marqués de Valero de Palma, José María González y José Subirà Puig. Estos personajes se reunieron con el también miembro del Patronato Juan Pérez Caballero, quien ofreció instrucciones sobre cómo cabía proceder y elaborar ese texto. Sin embargo, la suspensión de las Cortes el 27 de febrero de 1919 y la convocatoria de elecciones para el 1 de junio de 1919 paralizó el proyecto 107. Finalmente, la cuestión se resolvió por la vía de un Real Decreto rubricado por Alfonso XIII el 27 de junio de 1919 y publicado en la Gaceta de Madrid al día siguiente 108. Con solo dos puntos, el Real Decreto ofrecía una Real Habilitación para la recuperación de la nacionalidad española y un indulto general a «los prófugos del servicio militar comprendidos en el artículo anterior, o los que hubieren cometido delito o falta de deserción militar» 109.
A pesar de todo, el desarrollo efectivo de las medidas se demoró y algunos voluntarios encontraron impedimentos. Tras ponerse en contacto uno de ellos con Subirà, este escribió al senador Rafael Altamira, uno de sus contactos más directos con las Cortes y los Ministerios, para inquirirle por la cuestión. Altamira prometió gestionar el asunto y ponerse en contacto con el presidente del Consejo Joaquín Sánchez de Toca 110. Finalmente, diferentes Reales Órdenes de los Ministerios de Estado, Marina y Gobernación permitieron implementar los puntos del Real Decreto de 27 de junio.
En diciembre de 1919 los miembros del Patronato, reunidos en el Palacio de Liria, acordaron poner fin a las actividades externas del organismo entendiendo que ya habían cumplido su cometido. En buena parte, su disolución respondía a la constatación de que los objetivos que habían guiado la movilización aliadófila durante la guerra no se habían alcanzado, o al menos no en el grado esperado. En aquella reunión en la residencia madrileña de los duques de Alba se acordó no obstante la publicación de algunos libros que recogieran la memoria de la actuación del Patronato 111. Siguiendo la vocación del organismo, se entregaron ejemplares de esos libros a diplomáticos, aristócratas y personas de renombre como gesto de cordialidad 112. A juzgar por el contenido de una carta de José Subirà a Pierre Paris, parece ser que la escasez de los fondos económicos del organismo precipitó su disolución 113, sin que ninguno de sus miembros hiciera una nueva aportación particular. Buena parte de los miembros del Patronato coincidieron en nuevas iniciativas, como un Comité Hispano-Belga establecido en marzo de 1920 y que promovió las donaciones de libros para la reconstitución de la biblioteca de la Universidad de Lovaina 114, pero la disolución del organismo y el nuevo contexto de posguerra restaron vías de continuidad de la labor emprendida por el Patronato.
La impermeabilidad de la España neutral respecto de los efectos de la Primera Guerra Mundial es una idea cada vez más refutada. En este sentido y como hemos tratado de evidenciar en este trabajo, la elevada incidencia de la guerra en numerosos ámbitos también se manifestó en el interés por los españoles que sirvieron en las filas de la Legión Extranjera francesa. Como hemos visto, la cuestión de los combatientes trascendió desde un inicio la preocupación humanitaria para asumir una dimensión política y diplomática en el marco de la discusión sobre el papel que España debía adoptar ante la «guerra europea» y cómo debía ubicarse o reubicarse en el tablero internacional. La presentación de los voluntarios se prestaba a utilidades múltiples: a nivel interior, podía servir para satisfacer a los sectores que abogaban por un intervencionismo impracticable o al menos por una implicación más decidida del Estado con los intereses de la Entente; y, a nivel exterior, debía servir para proyectar la imagen de una España aliadófila. El interés por la cuestión de los voluntarios no deja de ser otra manifestación de cómo la Gran Guerra entró en España pese a la neutralidad oficial.
En este trabajo hemos podido presentar y evaluar la explotación de los voluntarios españoles desde una lógica alternativa a la del nacionalismo catalán aliadófilo, cuya estrategia había sido la única abordada específicamente hasta ahora en nuestra historiografía. Como se ha expuesto, existió un interés por promocionar la idea de los voluntarios españoles que ganó forma y se incardinó en la movilización cultural de una serie de personajes prominentes de la política y la cultura con núcleo en Madrid, habitualmente ligados al reformismo y al liberalismo. Se trataba de una aliadofilia muy institucionalizada que confiaba en su capacidad de incidir en el corazón de la política de Estado a fin de favorecer la modernización, la europeización y la mejora del estatus internacional de España. Asumiendo que la consecución de esos objetivos solo podía alcanzarse mediante el acercamiento a las democracias aliadas, esos personajes entendieron la utilidad simbólica, pero ineludiblemente política, de los españoles en la Legión, en tanto que representantes de una España aliadófila que, pese a que no había podido entrar en la guerra, había contribuido también y de alguna manera al esfuerzo de guerra. Los voluntarios servían, en suma, para reescribir y decorar el papel de España durante la Primera Guerra Mundial.
Para potenciar su estrategia y ganar la visibilidad necesaria, José Subirà Puig impulsó el Patronato de Voluntarios Españoles. Ese organismo fue ante todo una herramienta necesaria de representación, organización y difusión de los esfuerzos de acercamiento a la República Francesa a través del potencial de los voluntarios españoles en la Legión Extranjera. Hemos podido concluir que la participación de las elites sociales y el apoyo de los principales medios escritos fueron dos de las preocupaciones fundamentales desde la concepción del Patronato. Igualmente, el organismo reflejó una significativa preocupación por la cuestión nacional en tanto que consideró imprescindible llevar a cabo una confrontación discursiva con el catalanismo aliadófilo. El conjunto de individuos ligados a la obra del Patronato asumió un compromiso que entendieron político y patriótico en un escenario de tensionamiento y cuestionamiento de las identidades nacionales como fue el abierto por la campaña autonomista catalana al término de la Gran Guerra. Igualmente, las autoridades diplomáticas se apoyaron cuando lo necesitaron en el Patronato para conjurar una eventual atención internacional a la cuestión catalana. La intensificación de la presencia de la cuestión de los voluntarios en la prensa madrileña gracias principalmente a José Subirà no logró, pese a todo, erosionar el mito de 12.000 voluntarios en Cataluña, cuando no 20.000 115. Esto nos permite aseverar que, aunque en Madrid existió una estrategia de instrumentalización de los voluntarios muy bien definida, el grado de consecución de sus objetivos, habida cuenta de la voluntad de contrapesar el relato generado en Cataluña y de captar claros beneficios de la atención exterior, fue relativo.
1 Entre la extensa bibliografía existente sobre el impacto de la Gran Guerra en España podemos destacar obras centradas en la relación entre el contexto exterior y la inestabilidad política y social interior, como Francisco José Romero Salvadó: España 1914-1918: entre la guerra y la revolución, Barcelona, Crítica, 2002. Desde el interés por las redes de espionaje, el contrabando y la extensión de la propaganda extranjera en España, Eduardo González Calleja y Paul Aubert: Nidos de espías: España, Francia y la Primera Guerra Mundial (1914-1919), Madrid, Alianza Editorial, 2014, y Fernando García Sanz: España en la Gran Guerra, Madrid, Galaxia Gutenberg, 2014. También debemos resaltar las obras que se han ocupado de la participación de voluntarios catalanes en la Legión Extranjera francesa, en las que además se explican y caracterizan las relaciones entre la aliadofilia barcelonesa y madrileña: David Martínez Fiol: Els «Voluntaris catalans» a la Gran Guerra: 1914-1918, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1991; Joan Esculies Serrat y David Martínez Fiol: 12.000!: Els catalans a la Primera Guerra Mundial, Barcelona, Ara Llibres, 2014. Por último, entre los trabajos monográficos centrados en la incidencia ideológica de la guerra en España conviene destacar Maximiliano Fuentes Codera: España en la Primera Guerra Mundial: una movilización cultural, Madrid, Akal, 2014; Andreu Navarra Ordoño: 1914: aliadófilos y germanófilos en la cultura española, Barcelona, Cátedra, 2014; Xavier Pla, Maximiliano Fuentes Codera y Francesc Montero (eds.): A Civil War of Words. The Cultural Impact of the Great War in Catalonia, Spain, Europe and a glance at Latin America, Oxford, Peter Lang, 2016, y Maximiliano Fuentes Codera: Spain and Argentina in the First World War: transnational neutralities, Londres, Routledge, 2021.
2 En los últimos años, en diferentes países, el centenario de la Primera Guerra Mundial ha propiciado la aparición de nuevos e interesantes estudios que, entre otros factores, han puesto en evidencia las fuertes interconexiones económicas de los países neutrales con los países beligerantes, así como el impacto de la guerra en el mundo de la cultura y en las identidades y representaciones nacionales. Entre los trabajos en el contexto europeo, podemos destacar Maartje M. Abbenhuis: The Art of Staying Neutral: the Netherlands in the First World War, 1914-1918, Ámsterdam, Amsterdam University Press, 2006; Claes Ahlund (ed.): Scandinavia in the First World. Studies in the War Experience of the Northern Neutrals, Lund, Nordic Academic Press, 2012; Ismee Tames: «War on our Minds’s War, neutrality and identity in Dutch public debate during the First World War», First World War Studies, 3 (2012), pp. 201-216; Susanne Wolf: Guarded Neutrality: Diplomacy and Internment in the Netherlands during the First World War, Leiden, Brill 2013; Roman Rossfeld et al. (eds.): 14/18: der Schweiz und der Grosse Krieg, Baden, Hier und Jetzt, 2014; Konrad Kuhn y Béatrice Ziegler (eds.): Der vergessene Krieg: Spuren und Traditionen zur Schweiz im Ersten Weltkrieg, Baden, Hier und Jetzt, 2014; Cédric Cotter: S’aider pour survivre: Action humanitaire et neutralité suisse pendant la Première Guerre mondiale, Chêne-Bourg, Georg Éditeur, 2017; Adrian Gerber: Zwischen Propaganda und Unterhaltung: das Kino in der Schweiz zur Zeit des Ersten Weltkriegs, Marburgo, Schüren Verlag, 2017; Bernard Degen y Christian Koller: «Protest und Streiks in der Schweiz in der zweiten Hälfte des Ersten Weltkriegs», Journal of Modern European History, 17 (2019), pp. 64-82; Karen Gram-Skjoldager: «Denmark during the First World War: Neutral policy, economy and culture», Journal of Modern European History, 17 (2019), pp. 234-250, y Nicolas Gex: «Louis Dumur, censeur de la neutralité helvétique», Cahiers Louis Dumur, 7 (2020), pp. 109-121. Fuera del ámbito europeo, debemos destacar la producción hispanoamericana y especialmente argentina, con trabajos como María Inés Tato: La trinchera austral: la sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial, Rosario, Protohistoria, 2017; desde una perspectiva transnacional, es imprescindible Olivier Compagnon, Camille Foulard, Guillemette Martin y María Inés Tato (coords.): La Gran Guerra en América Latina: una historia conectada, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2018.
3 Estudiosos del periodo como Joan Esculies niegan que el debate llegara a las clases populares. Joan Esculies Serrat: «España y la Gran Guerra: nuevas aportaciones historiográficas», Historia y Política, 32 (2014), pp. 47-70. Maximiliano Fuentes Codera ha tratado de ofrecer claves sobre esta cuestión en su pormenorizado estudio de la Gran Guerra en la provincia de Girona y algunos artículos. El autor se inclina por una revisión de la influencia de los intermediarios culturales y de los círculos de sociabilidad política y cultural en ciudades medianas, y plantea igualmente la necesidad de abrir una vía de trabajo situando la mirada más allá de los grupos de intelectuales. Lamentablemente, como reconoce con toda honestidad el propio Fuentes Codera, las fuentes utilizadas por el autor en ese punto (prensa local y provincial a menudo ligada a partidos políticos) y la delimitación del cuestionamiento del asunto a una sociedad con particularidades ostensibles como la de las comarcas gerundenses no resultan suficientemente aclaratorias como para evaluar la penetración de los discursos aliadófilos a nivel social en el conjunto de la sociedad española. Maximiliano Fuentes Codera: La Gran Guerra a les comarques gironines, Girona, Diputació de Girona, 2015, pp. 157-158, e íd.: «La Gran Guerra en España: polémicas intelectuales e impacto político y social», Hispania Nova: revista de Historia Contemporánea, 15 (2017), pp. 373-393.
4 Excepcionalmente se aproxima al impacto de la Gran Guerra en la nobleza española, aunque partiendo solo de fuentes y personajes de manera fragmentaria, José Miguel Hernández Barral: «La nobleza española ante la Gran Guerra: ¿el Gran Cambiazo?», Rúbrica Contemporánea, 6 (2014), pp. 47-56.
5 En el conjunto de sociedades europeas, la intelectualidad fue una pieza clave de una movilización cultural dentro de la cual se insertó la renovación de los discursos nacionales, las representaciones simbólicas del enemigo o la formación de redes de sociabilidad a menudo irradiadas por el poder político. En este sentido, se entiende que Christophe Prochasson calificara a los intelectuales como «el tercer frente». Christophe Prochasson: 14-18. Retours d’expériences, París, Tallandier, 2008. En España, los intelectuales aliadófilos se organizaron para proyectar sus simpatías hacia los países aliados a través de instrumentos como los manifiestos públicos, la acogida de exposiciones artísticas, las misiones culturales o publicaciones de entre las que sobresalió España: semanario de la vida nacional (1915-1924), dirigido por José Ortega y Gasset primero y, a partir de 1916, por el socialista Luis Araquistáin Quevedo. Igualmente, entidades cívicas y organizaciones políticas de base realizaron colectas o publicaron mensajes de apoyo a la Entente, como fue el caso de algunas agrupaciones locales del Partido Republicano Radical (PRR) u otras ligadas al republicanismo blasquista. Sobre las iniciativas aliadófilas llevadas a cabo por las bases del PRR, véase Joan B. Culla i Clarà: El republicanisme lerrouxista a Catalunya (1901-1923), Barcelona, Curial, 1986, p. 313.
6 La cuestión de las cifras de la participación española en la Legión Extranjera es un asunto sumamente complejo a nivel documental, que no es objeto de discusión en este artículo. Martínez Fiol presentó una exhaustiva cuantificación del número de combatientes (2.191) a través principalmente de las fuentes del archivo de Joan Solé i Pla en David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., pp. 113-128. Además de este análisis, el único trabajo riguroso que ha empleado una muestra de fichas alfabéticas en los Archives du BALE, el archivo oficial de la Legión en Aubagne, ha sido Jean-Marc Delaunay: «Tous catalans? Les combattants espagnols de l’armée française, 1914-1918», en Jean-Claude Allain (dir.): Des étoiles et des croix. Mélanges offerts à Guy Pedroncini, París, Economica, 1995, pp. 309-323.
7 Se señala con frecuencia que la postura aliadófila del conde de Romanones se hizo pública mediante la publicación el 19 de agosto de 1914 en El Diario Universal, órgano del Partido Liberal, del artículo titulado «Neutralidades que matan», firmado por Juan Pérez Caballero, pero seguramente elaborado por el propio conde. Francisco José Romero Salvadó: España 1914-1918..., pp. 8-9.
8 Sobre la francofilia de Azaña, véase Santos Juliá Díaz: «Azaña ante la Gran Guerra», Claves de razón práctica, 94 (1999), pp. 64-67.
9 «Nouvelles de l’étranger: Espagne: sympathies franco-espagnoles», Le Temps, 22 de enero de 1915, p. 2.
10 «España y Francia: testimonio de simpatía», La Correspondencia de España, 22 de febrero de 1915, p. 1.
11 «Les journaux étrangers: l’Espagne francophile», Le Gaulois, 12 de mayo de 1915, p. 4.
12 No en vano, los principales partidarios de la causa aliada en España acostumbraron a ser los sectores republicanos, regionalistas, socialistas y los profesionales de clase media e intelectuales. Francisco José Romero Salvadó: España 1914-1918..., p. 12. Pese a todo, esta simplificación no debe pasar por alto la gran heterogeneidad de actitudes dentro de esos sectores. Así, por ejemplo, el movimiento socialista estuvo muy dividido sobre la actitud a seguir en relación con el conflicto bélico, puesto que mientras se tendió a defender postulados internacionalistas que apelaban a la unión de la clase obrera para poner fin a la guerra imperialista, algunas corrientes del movimiento reclamaron un compromiso más firme con los países aliados por ver en ellos mayores posibilidades democráticas. Francisco Javier Maestro Bäcksbacka: «Germanófilos y aliadófilos en la prensa obrera madrileña, 1914-1918», en Luis Enrique Otero Carvajal y Ángel Bahamonde Magro (eds.): La sociedad madrileña durante la Restauración: 1876-1931, Madrid, Comunidad de Madrid, 1989, pp. 319-332.
13 Sobre el concepto de diplomacia cultural y sobre las relaciones interculturales, y su inclusión en la historiografía de las relaciones internacionales, véase Antonio Niño Rodríguez: «Uso y abuso de las relaciones culturales en la política internacional», Ayer, 75 (2009), pp. 25-61.
14 Jean-Marc Delaunay: Des palais en Espagne: l’École des hautes études hispaniques et la Casa de Velázquez au coeur des relations franco-espagnoles du xxe siècle (1898-1979), Madrid, Casa de Velázquez, 1994, p. 120.
15 Por ejemplo, Jean de Bonnefon: «Alphonse XIII d’Espagne: un roi moderne», Le Journal, 25 de octubre de 1916, p. 1. Sobre la acción humanitaria de Alfonso XIII, véanse Julián Cortés-Cavanillas: Alfonso XIII y la guerra del 14, Madrid, Alce, 1976; Juan Pando: Un rey para la esperanza: la España humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra, Madrid, Temas de Hoy, 2002, y Cartas al Rey: la mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra, Madrid, Patrimonio Nacional, 2019.
16 A pesar de no abordar esas relaciones en perspectiva general, resulta interesante la negociación del Tesoro francés con el banco Urquijo descrita en Jean-Marc Delaunay: «Les crédits Urquijo et la France en guerre», Mélanges de la Casa de Velázquez, 20 (1984), pp. 339-352.
17 La exposición más completa de ese viaje la ofreció Manuel Azaña Díaz: «Nuestra misión en Francia», Bulletin Hispanique, 19(1) (1917), pp. 26-42.
18 Se daba la circunstancia de que la mayoría de intelectuales con algún prestigio internacional se adscribían ideológicamente a esas tendencias. Antonio Niño Rodríguez: Cultura y diplomacia: los hispanistas franceses y España, 1875-1931, Madrid, CSIC-Casa de Velázquez, 1988, p. 332.
19 Sobre el reformismo melquiadista, véase el trabajo clásico de Manuel Suárez Cortina: El reformismo en España, Madrid, Siglo XXI, 1986.
20 Antonio Niño Rodríguez: Cultura y diplomacia..., pp. 345-347.
21 Jean-Marc Delaunay: Des Palais en Espagne..., pp. 130.
22 Los únicos textos destacables durante el primer año de guerra fueron las crónicas de dos combatientes, Frederic Pujulà i Vallès y de Pere Ferrés-Costa, en los diarios barceloneses El Poble Català y Las Noticias. Francesc Montero Aulet: «Periodismo de trinchera, literatura de vivac. El testimonio antiépico del escritor-soldado Frederic Pujulà», en Xavier Pla Barbero y Francesc Montero Aulet (eds.): En el teatro de la guerra: cronistas hispánicos en la Primera Guerra Mundial, Granada, Comares, 2019, pp. 285-302.
23 David Martínez Fiol: «Lerrouxistas en pie de guerra: el intervencionismo de los radicales en la Gran Guerra», Historia 16, 174 (1990), pp. 22-30.
24 Específicamente sobre la cuestión de los voluntarios catalanes dentro de una estrategia más amplia de internacionalización de las aspiraciones nacionalistas catalanas en el marco de la Gran Guerra, las dos monografías existentes y fundamentales son las de David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., y Joan Esculies Serrat y David Martínez Fiol: 12.000!... También se ocupa de esta cuestión, sin constituir el núcleo de su investigación, el autor de este artículo en su tesis doctoral, Alejandro Acosta López: Los voluntarios españoles en la Legión Extranjera francesa durante la Primera Guerra Mundial, tesis doctoral, Universitat de Barcelona, 2021.
25 Enric Ucelay-Da Cal: «Wilson i no Lenin: l’esquerra catalana i l’any 1917», L’Avenç, 9 (1978), pp. 53-58; David Martínez Fiol: El catalanisme i la Gran Guerra (1914-1918): antología, Barcelona, La Magrana, 1988, y Xosé Manoel Núñez Seixas: Internacionalitzant el nacionalisme: el catalanisme polític i la qüestió de les minories nacionals a Europa (1914-1936), Catarroja, Afers, 2010, pp. 31-89.
26 A este respecto, resultaron paradigmáticos los artículos de Francesc Cambó: «Espanya davant la Guerra Europea. Al fer-se la pau», La Veu de Catalunya, 20 de agosto de 1914, p. 1.
27 Joan Esculies Serrat y David Martínez Fiol: 12.000!..., pp. 48-50.
28 Ibid., pp. 56-58. En esas páginas, los autores refieren principalmente el Comité de Acción Checa en el Extranjero y el nacionalismo polaco. También en relación con el caso catalán, existe además un novedoso y sugestivo artículo que sigue los contactos y la cooperación del nacionalismo catalán con los nacionalistas lituanos. Joan Esculies Serrat y Vytautas Petronis: «La cooperación catalano-lituana durante la Primera Guerra Mundial», en Enric Ucelay-Da Cal, Xosé Manoel Núñez Seixas y Arnau González Vilalta (eds.): Patrias diversas. ¿Misma lucha? Alianzas transnacionales en el mundo de entreguerras, 1912-1939, Barcelona, Bellaterra, 2020, pp. 367-385.
29 A pesar de lo que se esforzó en divulgar la propagandística aliadófila, el alistamiento de los españoles en la Legión Extranjera francesa se debió, según induce a pensar la documentación disponible, a razones de tipo social y económico. Muchos de los voluntarios eran hijos de la emigración económica a Francia, desertores del ejército o bien habían debido cruzar la frontera huyendo de la justicia. Este fue el caso, por ejemplo, de Antonio González, quien, tras participar en varias protestas obreras y tener un altercado violento con varios guardias civiles, tuvo que huir a Francia. Una vez en territorio francés, el enganche en la Legión ofrecía una retribución a esos hombres y una esperanza de conseguir la nacionalidad francesa y regularizar su situación, en virtud del tercer artículo de la «Loi relative à l’admission des Alsaciens-Lorrains dans l’armée française» promulgada el 6 de agosto de 1914. La ley se recogió en Journal Officiel de la Repúblique française. Lois et décrets, núm. 213, 6 de agosto de 1914, p. 7130. La carta de Antonio González explicando los motivos que le llevaron a alistarse en la Legión Extranjera, en Carta del voluntario Antonio González a José Subirà (s. f.), Biblioteca Nacional de España (BNE), Fondo José Subirà, 4-Documentación personal y familiar. Sobre las motivaciones de los voluntarios, véase Alejandro Acosta López: Los voluntarios españoles en la Legión Extranjera francesa..., pp. 245-266.
30 Hombre de innumerables facetas y seguidor de un nacionalismo romántico, de Solé i Pla existe una amena biografía: Joan Esculies Serrat: Joan Solé i Pla: un separatista entre Macià i Companys, Barcelona, Edicions de 1984, 2011.
31 Una radiografía del nacionalismo catalán radical o separatista anterior al advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera y de las características de la Unió Catalanista, en Joan Esculies Serrat: «El nacionalismo radical catalán (1913-1923)», Spagna Contemporanea, 43 (2013), pp. 7-28.
32 Arnau de Vilanova [seud.]: «Recordem-nos dels homes que lluiten per la llibertat del món, entre’ls quals hi ha més de dos milers de voluntaris catalans», La Nació, 4 de diciembre de 1915, p. 3.
33 Germaine Rebours de Pujulà: «Notes casolanes de una dona francesa/El Fillol», El Poble Català, 29 de julio, y 1 y 28 de agosto de 1915, p. 1. Sobre Iberia, publicación aliadófila editada en Barcelona entre 1915 y 1919 y que tuvo un notable peso en la actualización del periodismo catalán, véase Joan Safont Plumed: Per França i Anglaterra: la Primera Guerra Mundial dels aliadòfils catalans, Barcelona, A Contra Vent, 2012.
34 Sobre el Comitè de Germanor amb els Voluntaris Catalans, véase David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., pp. 62-74, y Joan Esculies Serrat y David Martínez Fiol: 12.000!..., pp. 96-105.
35 Por ejemplo, véase Santos Juliá Díaz: «La nueva generación: de neutrales a antigermanófilos pasando por aliadófilos», Ayer, 91 (2013), pp. 121-144.
36 Mario Aguilar: «La raza: legiones españolas al servicio de Francia (I)», El Imparcial, 24 de octubre de 1916, p. 1; íd.: «La raza: legiones españolas al servicio de Francia (II)», El Imparcial, 25 de octubre de 1916, p. 1, e íd.: «La raza: legiones españolas al servicio de Francia (III)», El Imparcial, 30 de octubre de 1916, p. 1.
37 David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., pp. 75-77.
38 Sobre la propaganda francesa en España y el control de la prensa, véase Paul Aubert: «La propagande étrangère en Espagne pendant la Première Guerre Mondiale», en Españoles y franceses en la primera mitad del siglo xx, Madrid, CSIC, 1986, pp. 357-411, y Paul Aubert y Eduardo González Calleja: Nidos de espías..., pp. 225-265.
39 Así lo señala un informe del embajador Léon Geoffray en abril de 1917, en el que indicaba que las subvenciones más cuantiosas se daban a El Imparcial (7.500 pesetas mensuales) y a La Correspondencia de España (6.500 pesetas mensuales). Telegrama núm. 428 de Geoffray al Ministère des Affaires Étrangères (24 de abril de 1917, sin hora), AMAE (La Courneuve, Francia), Correspondance politique et commerciale, Guerre 1914-1918, Espagne, vol. 478, p. 56.
40 «Les Espagnols de la Légion», Le Journal, 31 de octubre de 1916, p. 3; «Les Espagnols de la Légion», La Lanterne, 1 de noviembre de 1916, p. 2, y «Les légionnaires espagnols au service de la France», Le Temps, 2 de noviembre de 1916, p. 3.
41 «Contestando: el frente de El Imparcial», La Acción, 27 de octubre de 1916, p. 1, y Sila: «Entusiasmos retóricos: los voluntarios españoles en el ejército francés», La Correspondencia militar, 30 de octubre de 1916, p. 1.
42 Luis Araquistáin: «Una exposición artística a beneficio de los legionarios españoles», El Liberal, 9 de noviembre de 1916, p. 1.
43 Telegrama núm. 603 de Geoffray al Ministère des Affaires Étrangères (7 de noviembre de 1916, sin hora), AMAE (La Courneuve, Francia), Correspondance politique et commerciale, Guerre 1914-1918, Espagne, vol. 476, p. 13.
44 «Los corresponsales extranjeros: banquete a Gómez Carrillo», La Correspondencia de España, 2 de diciembre de 1916, p. 4.
45 Ibid.
46 «Crónica de la exposición», España: semanario de la vida nacional, 11 de enero de 1917, p. 5.
47 El incidente se recoge en Joan Esculies Serrat y David Martínez Fiol: 12.000!..., p. 144. También lo denunció Luis Araquistáin: «¿Una ligereza? Exposición clausurada», La Correspondencia de España, 8 de enero de 1917, p. 5. Estrictamente, el cierre de la exposición por un agente de la Dirección de Seguridad, que se solventó con una reapertura casi inmediata, no era el primer incidente de este tipo que se producía en la España neutral: a finales de 1916 el gobierno de Romanones había ordenado cerrar una exposición con pinturas del holandés Raemaekers y una exposición proalemana en el Salón Iturrioz de Madrid. Ismael Manterola Ispizua: «Guerra de dibujos en España durante la Primera Guerra Mundial: el caso Raemaekers», Goya, 371 (2020), pp. 136-137.
48 David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., p. 79.
49 «Suscripción clausurada», España: semanario de la vida nacional, 17 de mayo de 1917, p. 7.
50 «Suscripción a favor de los legionarios españoles», España: semanario de la vida nacional, 9 de noviembre de 1916, p. 4, y 30 de noviembre de 1916, p. 6.
51 «Suscripción a favor de los legionarios españoles», España: semanario de la vida nacional, 30 de noviembre de 1916, p. 6, y 14 de diciembre de 1916, p. 7.
52 «Suscripción a favor de los legionarios españoles», España: semanario de la vida nacional, 7 de diciembre de 1916, p. 12.
53 David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., pp. 82-91. Sobre la crisis de 1917 existe una amplia bibliografía, de la que recogemos Francisco José Romero Salvadó: España 1914-1918...; Eduardo González Calleja (coord.): Anatomía de una crisis: 1917 y los españoles, Madrid, Alianza Editorial, 2017; David Martínez Fiol y Joan Esculies Serrat: 1917: el año en que España pudo cambiar, Sevilla, Renacimiento, 2018, y Roberto Villa García: 1917. El Estado catalán y el soviet español, Barcelona, Espasa, 2021.
54 Informe núm. 295 del agregado militar Denvignes al Ministère des Affaires Étrangères (13 de septiembre de 1917), AMAE (La Courneuve, Francia), Correspondance politique et commerciale, Guerre 1914-1918, Espagne, vol. 482, pp. 40-42.
55 Informe núm. 36 del agregado naval Bergasse du Petit-Thouars al Ministère des Affaires Étrangères (23 de octubre de 1917), AMAE (La Courneuve, Francia), Correspondance politique et commerciale, Guerre 1914-1918, Espagne, vol. 482, p. 198.
56 David Martínez Fiol: Els «Voluntaris Catalans»..., pp. 98-99.
57 «Los italianos: Comisión española en Milán», La Correspondencia de España, 17 de septiembre de 1917, p. 1.
58 López Peláez fue uno de los escasos personajes de la cúpula eclesiástica en manifestar de manera pública su apoyo a la Entente, lo cual le granjeó numerosas críticas en el seno de una institución proclive al triunfo de los Imperios Centrales frente a una República Francesa laica y percibida como una sociedad pecaminosa y obscena. En su viaje a Francia el arzobispo fue recibido con honores, visitó Reims y Verdún, e incluso fue invitado a sentarse en una sesión en la Chambre des députés. «España y los beligerantes: el arzobispo de Tarragona en Reims y Verdún, La Correspondencia de España, 28 de octubre de 1917, p. 1. Sobre la postura de la Iglesia española ante el conflicto mundial, Enrique Berzal de la Rosa: «La Iglesia española y la Primera Guerra Mundial, entre la neutralidad y la polémica», XX Siglos, 13(51) (2002), pp. 118-132.
59 Una crónica de ese viaje en A. López: «Quatre dies al front francès», L’Esquella de la Torratxa, 21 de diciembre de 1917, pp. 897-899.
60 El artista Josep Clarà aprovechó la ocasión para hacer algunos dibujos. Arxiu-MNAC, Fons Josep Clarà, Àmbit personal i familiar: agendes, 1910-1920, Registro 10801 (5 agendes 1917-1920), Agenda 12-año 1917, s. p. (al ser un diario, hay que tomar como referencia los días 7 y 8 de diciembre).
61 Manuel Azaña Díaz: «Les espagnols engagés dans la Légion», Excelsior: journal illustré quotidien, 15 de diciembre de 1917, p. 2.
62 En realidad, fueron tres los voluntarios españoles condecorados con la Legión de Honor, ya que también lo fue Jaime Dieta. La concesión de la Legión de Honor a José Martínez vino dada por una acción protagonizada el 21 de abril de 1917 cuando ese combatiente, que ostentaba entonces el grado de sargento, se puso al frente de 17 legionarios y capturó a unos 150 prisioneros alemanes siendo herido en el transcurso de la actuación. Por su parte, Andrés Arocas consiguió la Legión de Honor tras una acción en la cota de l’Oie, al norte de Cumières. Joaquín Mañes Postigo: La Legión Extranjera y sus españoles, 1831-2017, La Palma del Condado (Huelva), Magasé, 2017, pp. 122-124. Algunos publicistas de los voluntarios también apuntaron como español la condecoración con la Legión de Honor al voluntario Fortunato Leva, pero ese combatiente era de origen italiano. Véase, por ejemplo, este error en Enrique Gómez Carrillo: La gesta de la Legión Extranjera: los hispanoamericanos en la guerra, Madrid, Mundo Latino, 1921, pp. 167-168.
63 Telegrama sin número de Quiñones de León al ministro de Estado (27 de diciembre de 1918 a las 23:30h), AHN, Ministerio de Asuntos Exteriores, Guerra Europea, leg. H.2824.
64 Conviene tener en cuenta que el catalanismo de Pere Balmaña se proyectaba fundamentalmente en la esfera cultural y que jamás quiso contrariar o enemistarse con las autoridades españolas, a las que se sentía cercano.
65 Así lo manifestó, por ejemplo, el periodista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo en Enrique Gómez Carrillo: «Crónicas de la guerra: la gesta de los voluntarios españoles I», El Liberal, 27 de marzo de 1918, p. 1.
66 La biografía de José Subirà Puig en María Cáceres-Piñuel: El hombre del rincón: José Subirá y la historia cultural e intelectual de la musicología en España, Kassel, Reichenberger, 2018, pp. 43-85.
67 Carta de José Subirà Puig a Joan Solé i Pla (22 de marzo de 1917), ANC, Fons Joan Solé i Pla (Voluntaris Catalans a la Gran Guerra), Lletres de Combatents, vol. 13 (S).
68 Ibid.
69 Carta de José Subirà Puig a Joan Solé i Pla (17 de febrero de 1918), ANC, Fons Joan Solé i Pla (Voluntaris Catalans a la Gran Guerra), Lletres de Combatents, vol. 13 (S).
70 Carta de José Subirà Puig a Joaquina Puig (22 de enero de 1918), ANC, Fons Joan Solé i Pla (Voluntaris Catalans a la Gran Guerra), Lletres de Combatents, vol. 13 (S).
71 El nombre aparece así en la carta. Ibid.
72 Entre esas publicaciones, las más importantes hasta la fecha habían sido Álvaro Alcalá-Galano y Osma: La verdad sobre la guerra: origen y aspectos del conflicto europeo, Madrid, Imprenta de Fontanet, 1915; íd.: España ante el conflicto europeo, Madrid, Est. tip. «Sucesores de Rivadeneyra», 1916, e íd.: Junto al volcán: impresiones del frente occidental, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1917.
73 Carta de José Subirà Puig a Joaquina Puig (22 de enero de 1918), ANC, Fons Joan Solé i Pla (Voluntaris Catalans a la Gran Guerra), Lletres de Combatents, vol. 13 (S).
74 Hay que tener en cuenta que tanto España como La Correspondencia de España recibían importantes sumas económicas mensuales por parte de los servicios aliados de propaganda. Así, por ejemplo, a comienzos de 1918, según el cuadro recapitulativo elaborado por González Calleja y Aubert, el semanario España recibía 1.000 pesetas mensuales de los servicios franceses y 500 de los italianos. Paul Aubert y Eduardo González Calleja: Nidos de espías..., p. 264.
75 Carta de José Subirà Puig a Joan Solé i Pla (17 de febrero de 1918), ANC, Fons Joan Solé i Pla (Voluntaris Catalans a la Gran Guerra), Lletres de Combatents, vol. 13 (S).
76 Ibid.
77 José Subirà Puig: «En pro de nuestros voluntarios», La Publicidad, 17 de agosto de 1918, p. 9.
78 El listado completo de miembros del Patronato se puede encontrar en José Subirà Puig: «Los voluntarios españoles en la guerra europea», Nuestro Tiempo, abril de 1919, p. 53.
79 Consta una relación de los productos enviados por el Patronato y sus cantidades en la memoria Patronato de Voluntarios Españoles: Memoria de su actuación: 1918-1919, Madrid, Pueyo, 1920, p. 80.
80 Presumiblemente la esposa de Subirà, Camila Ventura, tuvo alguna implicación en la preparación de los paquetes, que se realizaba en la librería del editor de origen francés Esteban Dossat antes de ser entregados en la embajada de la República Francesa en Madrid. Ibid., p. 12.
81 Ibid., pp. 72-75.
82 Subirà publicó una serie de artículos recogiendo informaciones de diferentes combatientes en el diario aliadófilo Los Aliados, entre otros. Véase, por ejemplo, José Subirà Puig: «Galería de voluntarios españoles», Los Aliados, 26 de octubre de 1918, p. 6.
83 Patronato de Voluntarios Españoles: Memoria de su actuación..., p. 26.
84 María Cáceres-Piñuel: El hombre del rincón..., p. 45.
85 Josep Pich Mitjana, David Martínez Fiol y Joan Esculies Serrat: «¿Catalanes en la Conferencia de París? La crudeza de la Realpolitik o cómo ni Wilson ni Clemenceau les hicieron el menor caso», en Josep Pich Mitjana, David Martínez Fiol y Jordi Sabater (eds.): La paz intranquila. Los tratados de paz de la guerra que no acabó con todas las guerras (1918-1923), Barcelona, Bellaterra, 2020, pp. 291-309.
86 La cuestión de la campaña autonomista catalana de 1918-1919 ha sido trabajada en numerosos estudios y obras generales. De entre todos los trabajos específicos, conviene destacar Josep Maria Poblet: El moviment autonomista a Catalunya dels anys 1918-1919, Barcelona, Pòrtic, 1970; Isidre Molas Batllori: «El projecte d’Estatut d’Autonomia de Catalunya del 1919», Recerques: Història, economia i cultura, 14 (1983), pp. 69-79; Albert Balcells, Enric Pujol Casademont y Jordi Sabater Pi: La Mancomunitat de Catalunya i l’autonomia, Barcelona, Proa, 1996, y Albert Balcells: El projecte d’autonomia de la Mancomunitat de Catalunya del 1919 i el seu context històric, Barcelona, Parlament de Catalunya, 2010.
87 Oriol Dueñas Iturbe y Queralt Solé Barjau: «Les aspiracions internacionals del catalanisme després de la Gran Guerra. El cas de la reconstrucció de Belloy-en-Santerre (1919-1923)», Afers, 95 (2020), pp. 215-237.
88 Journal Officiel de la Repúblique française. Débats parlementaires: Chambre des députés, 20 de noviembre de 1918, p. 3065.
89 De hecho, Rafael Altamira mantuvo una posición muy crítica con la campaña autonomista emprendida desde Cataluña. Rafael Asín Vergara: Rafael Altamira: 1866-1951, Alicante, Instituto de Estudios Juan Gil-Albert, 1987, p. 157.
90 Correspondencia con Rafael Altamira, Carta de Rafael Altamira a José Subirà (25 de noviembre de 1918), BNE, Fondo José Subirà, 1-Correspondencia, 8 (1).
91 Javier Moreno Luzón: «De agravios, pactos y símbolos: el nacionalismo español ante la autonomía de Catalunya (1918-1919)», Ayer, 63 (2006), pp. 119-151.
92 Emmanuel Brousse: «La politique des neutres: les deux Espagne», Le Journal, 3 de diciembre de 1918, p. 1.
93 Correspondencia con Rafael Altamira, Carta de Rafael Altamira a José Subirà (5 de diciembre de 1918), BNE, Fondo José Subirà, 1-Correspondencia, 8 (3).
94 Juan de Becon [seud.]: «Impresiones de la victoria: los catalanes en París», La Época, 13 de diciembre de 1918, p. 1.
95 Manuel Aznar: «Primeras impresiones: probable visita a los campos de batalla», El Sol, 21 de diciembre de 1918, p. 1.
96 Jean-Marc Delaunay: «“Le grand dessein européen” d’Alphonse XIII (1914-1918). De médiations en illusions», en Lucien Bély (dir.): La présence des Bourbons en Europe xvie-xxie siècle, París, PUF, 2003, pp. 321-335.
97 Carta de Alapetite al Ministère des Affaires Étrangères (29 de diciembre de 1918), AMAE (La Courneuve, Francia), Europe 1918-1929, Espagne, vol. 44.
98 «Missatge de la Legió Catalana i dels catalans que serviren en regiments de línia i artilleria al President dels Estats Units del Nortamèrica», La Trinxera Catalana, 19 de diciembre de 1918, p. 2.
99 Telegrama sin número de Quiñones de León al ministro de Estado (27 de diciembre de 1918 a las 23:30h), AHN, Ministerio de Asuntos Exteriores, Guerra Europea, leg. H.2824.
100 La reivindicación de la catalanidad de Joffre fue una constante de la aliadofilia catalana. El periodista y escritor Enrique Gómez Carrillo, muy crítico con el nacionalismo catalán, escribió de manera seguramente apócrifa, atribuyendo las irónicas palabras a un voluntario portugués que le enseñó las láminas que decoraban el refectorio de un campamento: «Aquí tiene usted a Joffre, un catalán —me dice—, y a Foch, otro catalán, y a Sarrail, otro catalán, y a Castelnau, que no es catalán, pero que merece serlo. Porque estos señores han decidido anexionarse a todos los grandes hombres de la guerra. Nosotros mismos, los que no venimos de Cataluña, somos catalanes honorarios para dar gusto a nuestros compañeros de Barcelona...». Enrique Gómez Carrillo: La gesta de la Legión Extranjera..., p. 166.
101 Telegrama núm. 996 del ministro de Estado a Quiñones de León (30 de diciembre de 1918, sin hora), AHN, Ministerio de Asuntos Exteriores, Guerra Europea, leg. H.2824.
102 Telegrama núm. 1244 de Quiñones de León al ministro de Estado (1 de enero de 1919 a las 9:45h), ibid.
103 Telegrama núm. 166 de Quiñones de León al ministro de Estado (9 de febrero de 1919 a las 10:10h), AHN, Ministerio de Asuntos Exteriores, Guerra Europea, leg. H.3132, exp. 11, «Españoles alistados en el ejército francés».
104 Telegrama núm. 124 de Quiñones de León al ministro de Estado (31 de enero de 1919 a las 17:15h), AHN, Ministerio de Asuntos Exteriores, Guerra Europea, leg. H.2824.
105 Ibid.
106 Diario de las Sesiones de Cortes, núm. 99, 22 de noviembre de 1918, pp. 3257-3258.
107 Patronato de Voluntarios Españoles: Memoria de su actuación..., pp. 37-41.
108 Gaceta de Madrid, núm. 179, 28 de junio de 1919, p. 1054.
109 Ibid.
110 Carta de Rafael Altamira a José Subirà (30 de agosto de 1919), BNE, Fondo José Subirà, 1-Correspondencia, 8 (9), Correspondencia con Rafael Altamira.
111 Patronato de Voluntarios Españoles: Memoria de su actuación...; José Subirà Puig: Memorias y diarios: recopilación glosada, Madrid, Pueyo, 1920; íd: Así dijo Montiel: historia novelesca, Madrid, Pueyo, 1920; íd: Epistolarios y Narraciones: selección refundida, Madrid, Pueyo, 1920, e íd: Ante la vida y ante la muerte: novela histórica, Madrid, Pueyo, 1920.
112 El propio Rafael Altamira escribió a Subirà para instarle a entregar ejemplares al embajador francés o al mariscal Joseph Joffre. Igualmente, se enviaron ejemplares a academias militares, a políticos o a periodistas influyentes como Nicolás María de Urgoiti. Cartas de Rafael Altamira a José Subirà (1920-1921), BNE, Fondo José Subirà, 1-Correspondencia, 8 (6-9), Correspondencia con Rafael Altamira.
113 Carta de José Subirà a Pierre Paris (7 de mayo de 1922), BNE, Fondo José Subirà, 4-Documentación personal y familiar, 104.
114 Aquel Comité Hispano-Belga mantuvo la proyección elitista del Patronato de Voluntarios Españoles, pues no en vano en una hoja que publicó explicando sus fines señaló que el Comité cumpliría su labor si tenía la fortuna de «hallar eco en la munificencia de las clases pudientes españolas». Suelto del Comité Hispano-Belga, Biblioteca de Catalunya, Arxiu Josep Subirà, P3 C122.
115 Esta cifra aparece en una publicación del Servei de Cultura al Front de la Generalitat de Catalunya editada durante la Guerra Civil, siendo prueba de la pervivencia de una visión mitificada. Fets d’armes de catalans, Barcelona, Generalitat de Catalunya-Departament de Cultura-Serveis de Cultura al Front, 1938, p. 118.