Ayer 111/2018 (2): 83-109
Sección: Dosier
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2018
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/110-2018-04
© Matilde Eiroa
Recibido: 05-10-2016 | Aceptado: 05-05-2017
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

El pasado en el presente: el conocimiento historiográfico en las fuentes digitales*

Matilde Eiroa

Universidad Carlos III de Madrid
meiroa@hum.uc3m.es

Resumen: El entorno online genera nuevos tipos de evidencias históricas, mientras que paralelamente los nuevos mecanismos tecnológico-­cognitivos provocan insólitas manifestaciones de la historia y la memoria. El objetivo que se propone en el artículo es explorar algunas de las múltiples problemáticas que surgen en la investigación digital, especialmente las concernientes a las fuentes nacidas digitales, su clasificación, credibilidad y conversión en conocimiento historiográfico. Distinguimos en él la historia en la era digital de la historia nacida digital, y planteamos el modo en que dichas fuentes afectan a la heurística y a la transmisión del legado historiográfico.

Palabras clave: historia digital, fuentes nacidas digitales, usos públicos del pasado, historia pública digital, historia y memoria.

Abstract: The online world generates new types of historical evidence while new technological and cognitive mechanisms cause novel and unexpected manifestations of history and memory. This article explores some of the many issues that arise from the practice of digital research, especially concerning those sources that are «born digital». Such issues include their classification, their credibility and their conversion into historical knowledge. We distinguish history in the digital age from history born digital, and we propose a theory of how digital-born sources affect heuristics and transmission of historical legacies.

Keywords: digital history, sources born digital, public uses of the past, digital public history, history and memory.

Introducción

El fantasma de la historia se ha introducido en la vida pública a través de actos institucionales como las conmemoraciones, los homenajes, las actuaciones culturales, la recuperación de espacios históricos e incluso en algunos debates políticos. En el ámbito académico su conocimiento se ha fomentado a través de la puesta en marcha de procesos tecnológicos entre los que se encuentran la digitalización de la documentación de archivo, la valoración de las fuentes audiovisuales y la proliferación de las digitales. Al mismo tiempo su difusión se ha incrementado a través de las publicaciones convencionales —libros, revistas científicas, actas congresuales, tesis doctorales— y digitales. Incluso el escepticismo de los posmodernistas sobre la habilidad de los historiadores para escribir una historia rigurosa se diluye ante la visualización de las múltiples presencias del ayer 1.

El pasado, por tanto, se niega a marcharse, e incluso algunos acontecimientos de nuestra historia han emergido en los últimos años con gran fuerza en demanda de una explicación más rigurosa y de la liquidación de asuntos aún pendientes de resolver. A veces se presenta en formas insólitas como un juego, un viaje, una experiencia o un hobby 2; otras veces como un espectáculo de eventos épicos, el depósito del misterio, un patrimonio para salvaguardar o la genealogía familiar. Los historiadores se enfrentan casi a diario al hecho de que determinadas épocas de la autobiografía nacional —la guerra civil, el franquismo, la transición...— no han muerto, incluso parecen comportarse como si no fueran pasado. Esta penetración ha sido facilitada, en parte, por las posibilidades que ofrece internet, una red global de características, capacidad y alcance ilimitados ubicada en nuestra cotidianeidad. Nos encontramos, pues, ante una curiosa dicotomía entre, por un lado, la ausencia de interés en la historia en los currículos formativos escolares y, por otro, el incremento del interés público por su representación.

La historiografía ha puesto de manifiesto, desde la primera década de uso extendido de internet, las oportunidades y dificultades que presenta la investigación en este ámbito 3. Hoy día contamos con una amplia producción al respecto, especialmente en el mundo anglosajón, donde el concepto Digital Humanities y, dentro de él, la Digital History ha sido abordada desde distintas perspectivas, entre las que sobresalen aquellas que inciden en la mayor accesibilidad y visualización de los resultados de la investigación 4. El alcance del término, en el que no me detendré al haber sido tratado en otros artículos de este dosier, está relacionado con el papel que las tecnologías digitales pueden desempeñar en la representación del pasado, así como las nuevas hipótesis o preguntas de investigación surgidas de la conectividad y la interactividad. Se plantea, así, la existencia de dos planos, la historia en la era digital, en la que todos estamos inmersos, y la historia nacida digital, vinculada a las fuentes nacidas digitales y a los usos de las nuevas tecnologías en todo el proceso investigador, un ámbito poco frecuentado por los historiadores. Ambas no son excluyentes, se entremezclan en los distintos formatos electrónicos e incluso proyectan problemas parecidos.

La aparición de la denominada Web 2.0 alrededor de 2004-2005 abrió el camino a nuevas narrativas historiográficas, así como a interacciones entre los investigadores y los nuevos actores aparecidos en la escritura de la historia. Esta segunda ola de la Web es cualitativa, interpretativa, experiencial y emotiva, crea el entorno y las herramientas con el conocimiento nacido digital que vive en varios contextos virtuales e introduce metodologías híbridas. La amplia gama de preguntas que suscitan estos elementos ha sido contestada, en parte, por diversos autores entre los que destacaremos a Fernández Izquierdo, Gallini, Melo, Noiret, Pons, Quiroga, Rosenzweig o Townsend, entre otros 5. En el ámbito nacional, el dosier coordinado por Fernández Izquierdo en 2006 presentaba un análisis amplio sobre cuestiones relacionadas con la investigación y la escritura de la historia con recursos digitales 6. Algunos años después, otro número extraordinario dirigido por Gallini y Noiret reflexionaba sobre algunos temas e introducía numerosos interrogantes sobre el modo en que los medios y las redes digitales permiten hacer el trabajo del historiador 7.

Las nuevas tecnologías digitales, por tanto, sugieren reflexiones epistemológicas y heurísticas, nuevas y diferentes formas de exploración y transmisión del pasado, a veces en escenarios ajenos a la investigación académica y creadas por el público general, dueño de una enorme cantidad de documentación histórica en la red 8.

Más allá de una pregunta retórica, ¿dónde se encuentra y cómo es el pasado en el universo digital?

A pesar de todos los matices que caracterizan a la investigación histórica online, consideramos que los planteamientos metodológicos no difieren en su esencia de la que se realiza offline, puesto que en ambos casos es necesario establecer unos objetivos, partir de una hipótesis, seleccionar las fuentes, definir el marco teórico en el que se sustenta y aplicar las técnicas adecuadas. La diferencia no radica, por tanto, en los sucesivos pasos del método ni en la reflexión científica, sino en las adecuaciones que es necesario realizar en la delimitación del objeto de estudio y la búsqueda de fuentes, en el momento de desarrollar el trabajo empírico con nuevas metodologías, en la organización y la disposición de dicho material, en definitiva, en la búsqueda de respuestas utilizando herramientas informáticas y en la renovación de las prácticas profesionales del soporte papel al digital; una transformación compleja en la que coinciden importantes dificultades fruto de las características de las fuentes, del inabarcable escenario virtual y de cuestiones de carácter formativo 9.

La idea extendida de que en «internet está todo» suscita entre los historiadores numerosas reflexiones y prevenciones derivadas del caos, por un lado, y del universo de la información, por otro, que alberga este «archivo infinito» y la inmensa fragmentación de recursos que genera nuevos retos 10. En realidad, ese «todo» está sujeto en gran parte a restricciones de acceso y a un tratamiento adecuado para que el caudal informativo que expone al gran público se convierta en conocimiento.

Una condición que debe ser asumida cuando se inicia la investigación en internet es la renuncia a la exhaustividad, la aceptación de que los resultados del trabajo tendrán un carácter exploratorio y a menudo no se pueden dar por finalizados, aunque ¿no ocurre igual cuando trabajamos con documentación analógica? 11 El pasado se encuentra en múltiples lugares del universo digital, desde los buscadores generalistas que ofrecen miles de respuestas ordenadas sin criterios de relevancia, hasta en buscadores restrictivos, directorios, bibliotecas y archivos digitales. En general, contienen fuentes primarias y/o secundarias cuyo origen era material y, tras un proceso de transformación, se han digitalizado, dando lugar a un tipo de documento más accesible y con mayores facilidades para la extracción de información. Consideramos, sin embargo, que conocer la existencia de portales, websites, bancos de datos o bases de datos donde acudir es un paso importante en la investigación online, pero no suficiente. Parece más conveniente adquirir las herramientas adecuadas que proporcionen habilidades en la búsqueda y valoración de las evidencias, especialmente las nacidas digitales, aquellas que se podrían considerar como las fuentes primarias de la contemporaneidad y que presentan mayores contrariedades al análisis historiográfico.

Cada medio tiene su propia historia y convenciones y es necesario ser consciente de que la información historiográfica depende del tipo de información primaria que haya permanecido. En la historia digital, además, el medio no solo cambia el mensaje o la interpretación, sino que es contingente históricamente. Julio Aróstegui afirmó hace tiempo que en ningún otro terreno ha sido tan evidente el avance de la historiografía como en el concepto de fuente, en el que tiene cabida un amplio abanico de huellas materiales e inmateriales de las sociedades 12. Resulta obvio que internet forma parte de estas, aunque las evidencias que genera estén alejadas de las formas tradicionales, puedan transformarse y a veces no tengan autoría, unas cualidades que las distancian del documento acabado, firmado e inmutable. La información virtual no es homogénea, pero comparte ciertas propiedades que han de tenerse en cuenta a la hora de su utilización como fuente primaria.

En primer lugar, en el espacio online la información no sigue la ordenación narrativa de los soportes tradicionales y estructura los contenidos proponiendo caminos no secuenciales y multidireccionales. Nos referimos a la hipertextualidad, esa facultad que permite trasladarnos de un documento a otro y elegir los pasos en la selección de la información, desde el orden de la misma a la elección de textos, imágenes o sonidos. Es una forma de presentar una colección de fuentes que puede expresar tanto diversas perspectivas sobre el mismo acontecimiento como las rutas para ofrecer una versión unívoca del mismo, contribuyendo a que el historiador sea activo en la discriminación de los contenidos y en la construcción del relato.

Vinculado a la presencia de los enlaces, hemos de considerar que cuando extraemos información de cualquier formato digital —las fuentes hemerográficas online son un ejemplo la sacamos del entorno en el que nació y la aislamos del contexto productivo original. Esta separación de la matriz puede generar problemas de interpretación que solo pueden ser reducidos con la incorporación de anotaciones complementarias o metadatos que preserven los aspectos técnicos o formales de la arquitectura de las fuentes.

En segundo lugar, la multimediación, o la convergencia de varios medios y, en consecuencia, la eventualidad de encontrar fuentes primarias textuales salpicadas de fuentes audiovisuales —fotografías, vídeos, testimonios orales— o infográficas 13. Esta facultad tecnológica tiene un importante efecto sobre el modo de transmisión de la historia, puesto que permite observar los acontecimientos en una amplia dimensión y sugiere la aplicación de técnicas metodológicas que van más allá de la síntesis documental o la disposición cronológica de la información.

El factor multimediático invita a la reflexión sobre los sonidos, las imágenes, el discurso, los escenarios y el entorno donde tienen lugar los acontecimientos. Es el caso de la webpage sobre la cárcel de mujeres Les Corts (http://www.presodelescorts.org/es) 14, o de los proyectos Todos los Nombres (http://www.todoslosnombres.org/) y E-xiliad@s (http://www.exiliadosrepublicanos.info/es/proyecto) 15, ejemplos que aúnan la función de difusión de investigaciones con la de configurarse en depósitos de fuentes audiovisuales del pasado. En acontecimientos recientes nacidos en la sociedad digital, como los Atentados del 11-M del 2004 o el denominado Movimiento del 15-M, la perspectiva y versión que ofrece la multimediación no puede ser valorada únicamente como el «primer borrador de la historia», según se ha considerado a la producción periodística tradicional, sino que estamos ante documentos históricos per se. En lo que respecta al Movimiento del 15-M y sus derivaciones, han proliferado distintas tipologías de fuentes digitales, incluida la existencia de una enciclopedia wiki15Mpedia— donde se ha introducido todo el proceso de formación, desde los orígenes a las plataformas sociales presentes, las acciones, los lemas o un glosario de términos 16. Todas ellas configuran un gran archivo virtual del fenómeno.

Sin embargo, ambas propiedades —la hipertextualidad y la multimediación— pueden favorecer la dispersión y dificultan en gran medida el discurso reflexivo y acotado de la historiografía. La mediación de la historia y de la memoria provoca una estrecha relación entre estas y los medios, convertidos en un filtro a través del cual el pasado puede ser ordenado y editado artificialmente 17.

Una tercera característica sería la interactividad o interactuación, definida como la relación entre los lectores, usuarios y/o investigadores, y la información 18. Esta singularidad de la participación ciudadana en la red ofrece al historiador la oportunidad de conocer la opinión sobre un acontecimiento o el impacto del mismo en la sociedad. Averiguar la reacción de los testigos ante los hechos ha sido uno de los elementos que a menudo ha quedado como una incógnita en el relato historiográfico, a veces resuelta en la historia contemporánea con las fuentes orales. En internet son muchas las voces activas, desde los gobiernos a las instituciones, los líderes o los individuos que nunca habían tenido presencia pública. Todas ellas constituyen una fuente primaria para los historiadores cuya validez y credibilidad ha de ser evaluada y analizada.

Estas propiedades de las fuentes nacidas digitales tienen un conjunto de contrapartidas que han de tenerse en cuenta en su uso y valoración. En primer lugar, la volatilidad, dado la naturaleza cambiante de internet y la facilidad para que la información ­desaparezca. Resulta complicado argumentar una investigación con evidencias capturadas en un momento y desaparecidas posteriormente. En parte se debe a la proliferación de autores de todo tipo, las facilidades para modificar los formatos digitales o la suspensión de financiación de las iniciativas virtuales. Los mensajes en las redes sociales se pueden consultar gracias a herramientas tecnológicas, pero suelen desvanecerse y hay grandes dificultades para encontrarlos pasado cierto tiempo 19.

En segundo lugar, la abundancia informativa. En la red se ­acumula la memoria del mundo en todas las facetas de calidad posibles, desde la cultura especializada a la divulgativa e incluso la ilegal. En muchas ocasiones resulta redundante y puede llegar a saturar y generar rechazo. Además, las fuentes no suelen estar organizadas en archivos, repositorios centralizados o entidades reconocidas para el depósito legal, pero inundan al conjunto de la sociedad 20. Durante años los historiadores hemos sido adiestrados en la cultura de la escasez de fuentes y las dificultades para su acceso y consulta. En la era digital, sin embargo, nos enfrentamos a una fase pródiga en documentación de diversa tipología que nos sumerge en una cultura de la abundancia a la que no estamos acostumbrados 21. Es complicado afrontar una investigación historiográfica con la enorme cantidad de información factible de extraer en portales como Youtube, o en redes sociales que han desarrollado plataformas donde se eluden los derechos de autor o de propiedad intelectual. En ellos discurren textos y toda la gama de expresiones audiovisuales que conforman un conjunto de fuentes historiográficas primarias y directas. Una cuestión clave es si esta abundancia de evidencias de nuestro tiempo servirá para construir una historia más rigurosa y sistemática.

En tercer lugar, podríamos subrayar la paradoja de que en la era de la información abundante, ilimitada y globalizada, una gran parte de la misma se ubica en sitios protegidos a los que no tenemos acceso. En la Deep Web, la zona profunda de internet a la que solo se puede acceder con contraseñas o suscripciones, se encuentra la mayor parte de los contenidos que no aparecen en los buscadores tradicionales 22. Según García Algarra solo están indexados alrededor del 1 por 100, mientras que el 99 por 100 restante permanece en zonas insondables debido a diversas razones entre las que se encuentran políticas institucionales que deciden salvaguardar contenidos del acceso libre, decisiones personales de los autores que prefieren no compartir información, limitaciones por derechos de autor e incluso la censura. A estos factores es necesario añadir que determinadas fuentes valiosas para la historia social se encuentran en las listas de distribución, los foros y chats, en grupos de redes sociales que solo se accede con la autorización de un administrador e incluso en los millones de correos electrónicos que viajan por el ciberespacio a diario 23. Incluso una iniciativa de gran envergadura puesta en marcha para las fuentes históricas digitalizadas como el portal Europeana está sujeta a restricciones establecidas por legislaciones nacionales que previenen de la difusión general de contenidos audiovisuales. Un buen modo de paliar algunos obs­táculos es la consulta de catálogos generales, directorios de páginas o portales institucionales que recogen fuentes primarias protegidas. Igualmente puede resultar de interés la suscripción a servicios de RSS (Really Simple Syndication), que envía contenidos especializados, o la base de datos My News (http://www.mynews.es/), que alberga contenidos de las ediciones de la prensa online desde los inicios de esta a mitad de la década de 1990. Asimismo, el acceso a fuentes, en gran parte residentes en la web profunda, puede realizarse con la consulta a The Wayback Machine, una sección de ­Internet Archive que conserva los materiales tal y como fueron en su instante de creación (https://archive.org/). No obstante, una parte importante de las evidencias permanece inaccesible.

Hacia una taxonomía de las fuentes digitales

Como hemos señalado con anterioridad, las fuentes para la historiografía no son ya únicamente los objetos materiales y los discursos que proceden de la creatividad humana, sino también los objetos virtuales de variada procedencia. En la contemporaneidad, la única etapa en que se generan fuentes nacidas digitales, es necesario abordarlas con una conciencia histórica crítica, que se interrogue sobre su naturaleza, procedencia, proceso productivo, el tipo de información que exhiben, la autoría o autorías —en un entorno en el que la colaboración y la modificación del documento es habitual—, así como los efectos en el conocimiento histórico. Para entender cómo se crean, refuerzan o transforman, debemos contemplar tanto el proceso digital que los mediatiza como el contexto socio-político, porque ambos dejan una visión específica de los acontecimientos.

Sin embargo, no resulta nada fácil utilizar la red como el gran archivo mundial, a pesar de que proporcione acceso a documentos primarios y testimonios a los que difícilmente se tendría oportunidad de conocer por otras vías. La falta de jerarquización en la pantalla entre lo verdadero y lo falso, lo importante o lo trivial, son solo una parte del problema de la depuración y objetivación de las fuentes nacidas digitales producidas por las sociedades actuales y la necesidad de conocer los significados de este entorno, su organización y producción para comprender la historia actual 24. En una primera aproximación, y asumiendo la inviabilidad de ser exhaustivos, proponemos los siguientes criterios de categorización, cuya utilidad es sobre todo técnica y pretende facilitar la observación, evaluación y la crítica de las fuentes.

Una primera clasificación básica atiende a su origen, es decir, si se trata de fuentes históricas digitalizadas o nacidas digitales. En cuanto a las primeras, no hemos de olvidar que se trata de las fuentes tradicionales, a las que se aplica un tratamiento tecnológico y metodológico específico que permite búsquedas, visualizaciones digitales y conclusiones inducidas por la aplicación de dichas tecnologías 25. Constituyen la base de la inmensa mayoría de los trabajos más relevantes y conocidos de las humanidades digitales y de la historia en la era digital, sobre las cuales se ha reflexionado acerca de las potencialidades y retos que ofrece. Cada vez proliferan más las instituciones que proporcionan acceso tanto a sus manuscritos como a prensa histórica o colecciones de testimonios orales y visuales. Algunos hacen uso de las capacidades interactivas de la Web 2.0 ofreciendo espacios para la participación, como foros de discusión, comentarios —donde los usuarios contribuyen con información y opinión— o colaboraciones —una posibilidad que permite el envío de textos e imágenes—. Aunque sería prolijo enumerar todas, citaremos como ejemplos la importante aportación del portal PARES y la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, ambas del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, o la iniciativa de la Agencia EFE de digitalizar y contextualizar parte de su archivo fotográfico 26. Sin embargo, son las fuentes nacidas digitales las más complejas en su análisis y categorización.

Una segunda tipología hace referencia a las fuentes factibles de ser tratadas con un enfoque cualitativo, como las escritas, las hemerográficas, las orales y audiovisuales, los blogs o las websites, y las de enfoque cuantitativo, como los anuarios, las estadísticas oficiales, los bancos de datos y las bases de datos. A veces encontramos fuentes que permiten ambos enfoques, como las redes sociales, entre otras, sobre las que los historiadores pueden extraer información tanto de los contenidos difundidos como del número de interacciones ocurridas entre sus miembros.

En tercer lugar consideramos una tipificación de los distintos órganos o instituciones de emisión de contenidos en la red. Así, es posible localizar fuentes de distinto carácter y titularidad a cargo de la Administración Pública y los Gobiernos; en instituciones privadas, como fundaciones o empresas; en entidades colectivas, como asociaciones, partidos políticos, sindicatos, movimientos sociales, equipos de investigación, grupos de interés, etc., y, finalmente, en espacios virtuales personales creados con fines memorialísticos, reivindicativos, divulgativos o promocionales 27.

La multiplicidad de emisores en la era digital ha difuminado el papel hegemónico que la historiografía ha tenido en otros momentos en la esfera pública. La red, los modos de comunicación de la historia y sus fuentes han fomentado el que gran parte de los usuarios prefieran un acercamiento al pasado sin la mediación de los historiadores, es decir, prefieren un encuentro directo con el ayer a través de las visitas a museos, muestras, exhibiciones y/o lugares virtuales donde comprobar directamente las huellas de nuestros antecesores. El movimiento social por la Memoria Histórica ha potenciado mucho esta actitud a través de su gran actividad en internet donde circula una importante cantidad de contenidos de carácter histórico y memorial generado por las asociaciones e individuos 28. La difusión de los mismos, no obstante, genera un relato fragmentado y a menudo descontextualizado, a veces excesivamente localista o individualista, que impide conocer la dimensión de los procesos históricos e insertarlos en contextos amplios vincu­lados a la epistemología de la historia. De ahí que este criterio taxonómico sea muy relevante para conocer la procedencia de la fuente, su autoría y otros elementos que ayudan a valorar la credibilidad de la información.

Una cuarta clasificación incluiría el tipo de formatos electrónicos en que las fuentes se crean y se propagan por la red. En este sentido, los más prolíficos para los historiadores son la prensa digital, las páginas web, los blogs weblogs o cuadernos de bitácoras—, las redes sociales con predominio de texto y elementos audiovisuales —Facebook—, aquellas en que prevalecen las imágenes —Instagram o Vine—, microbloggings —Twitter y la plataforma Tumblr— o los portales para subir y visualizar vídeos —Youtube. Este criterio es esencial, puesto que el continente y el proceso productivo condicionan la información difundida. En este sentido hemos de recordar que una noticia contenida en un cibermedio —fuente hemerográfica nacida digital— no aporta los mismos datos que una noticia de la prensa histórica digitalizada —carente de hipertextualidad y multimediación—, un post de un blog o una publicación en un grupo de la red social Facebook.

Cada formato encierra su propia complejidad técnica que afecta a su finalidad y a los mensajes que transmite. Los blogs, por ejemplo, pueden concentrar información sobre temas de diverso cariz, con cierto peso de la subjetividad y la afectividad. Justo Serna los ha definido como una agenda pública para opinar sobre el mundo, pero también difunden trayectorias privadas sin timidez y exhiben con orgullo documentación del pasado personal o familiar 29. Los bloggers interesados en la historia conforman estructuras en las que coexisten, en fronteras poco marcadas, la memoria cultural, la memoria personal y la historia, convirtiéndoles en una fuente interesante de datos. El blog de Jordi Grau, entre otros, integra estos elementos y apuesta, en cierta medida, por la función informativa con la reproducción de noticias de medios online, las generadas por las asociaciones de memoria, actos de carácter cultural y materiales multimediáticos aportados por sus seguidores 30. Su actividad es intensa tanto por el número de posts ­—3.305 en 2014 y 5.150 en 2015— como por el de usuarios, aunque la cifra varía según los temas 31. Es decir, se configura a modo de boletín informativo de la memoria histórica y de un repositorio importante de fuentes de carácter público y privado de la Web 2.0, donde la interactividad y la participación son claves. Estas comunidades virtuales permiten al historiador valorar aportaciones de distinta índole y comprobar la opinión de ciudadanos corrientes. Suelen tener ramificaciones en otros ámbitos, como las listas de distribución por correo electrónico o los grupos de Facebook, donde se multiplica el alcance de la información y las interacciones. Sin embargo, no todos son factibles de utilizar como fuente historiográfica al responder a menudo a finalidades didácticas o de autopromoción sin interés para la investigación.

En lo que respecta a Twitter, el microblogging más popular ha demostrado su importancia en determinados ámbitos, especialmente en lo referente a la cohesión social y la agitación política de­sem­peñada, entre otros, en el ya citado Movimiento 15-M o en la denominada Primavera Árabe (2010-2013). Evidentemente quienes cuentan con mayor número de seguidores son los personajes populares, pero la inmensa mayoría de los twitteros son gente corriente que busca un lugar para exponer su voz y su breve opinión, aunque en gran parte de las ocasiones se haga desde la anécdota, el humor y la baja calidad redaccional 32. Su relación con la historia ha sido mostrada con los distintos usos que hacen los responsables de cuentas de distintas épocas de la disciplina —destacando los didácticos, publicitarios o promocionales— o aquellos que twittean hechos históricos con propósitos divergentes, aunque el principal sea promover la conectividad y la publicidad de actos académicos 33. Algunas cuentas de Twitter están colaborando en la divulgación de conocimiento histórico, como el que se realiza desde @Dia_Como_Hoy o @inesgce, en las que se anuncia, de forma cronológica, hitos de la historia, mientras que otras combinan esta función con la difusión de materiales a los que de otro modo no tendríamos acceso, como @AmigosBrigadas, impulsada por la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales. Una tercera función sería la de erigirse en espacios virtuales de memoria, como la que desarrollan en @BunkerCapricho o en @letter1418, un sitio memorial sobre los soldados de la Primera Guerra Mundial 34.

Desde nuestro punto de vista, Twitter es un recurso para la historia social, el estudio de la vida cotidiana, las pautas culturales y de consumo, pero también para conocer las reacciones de la sociedad ante un acontecimiento, aunque sea necesario analizar su valor a fin de evitar tener como resultado historias de lo estridente o de la extravagancia. Con las herramientas metodológicas adecuadas, la historiografía puede extraer evidencias textuales y multimediáticas de estos registros de la coetaneidad en 140 caracteres 35.

De igual modo, la red social Facebook se configura con aplicaciones similares a las definidas para Twitter. La actividad de los grupos de historia se orienta, igualmente, hacia la difusión de materiales y noticias de la actividad historiográfica, la divulgación del conocimiento, la interactuación entre historiadores y aficionados, e incluso pueden desempeñar la función de repositorio de hallazgos de proyectos de investigación, como el grupo sobre la arqueología de la Guerra Civil Española 36. La opción de unirse a un determinado colectivo permite el acceso a los recursos y la participación en foros de discusión donde comentar los materiales compartidos. De alguna manera la fuente es sometida así al análisis de la credibilidad y la veracidad, un factor fundamental para su utilización en la reconstrucción de un hecho histórico. Estas redes sociales suelen ocupar microespacios, pero tienen la capacidad para transitar hacia macroespacios, como la prensa online, donde los efectos informativos o de cualquier otra funcionalidad se amplifican.

Mención aparte merecen las fuentes hemerográficas digitales —cibermedios, medios online o prensa digital­—, continentes de una gran riqueza de huellas para la historiografía, al igual que lo fueron sus predecesoras editadas en soporte papel. La historia aparece generalmente en la prensa en tres formas: las conmemoraciones, aniversarios y efemérides; las analogías históricas, y los contextos históricos 37. En el primer caso, los periodistas ensalzan el evento y relatan la historia del mismo, creando una conexión especial con el presente generalmente con la idea de resaltar el acontecimiento como el hito de la autobiografía nacional de un determinado país. Cuando escriben noticias que se podrían considerar analogías históricas, intentan hacer el pasado relevante para el presente, utilizando un acontecimiento histórico para analizar y predecir una situación de la actualidad. Es la idea del pasado como lección positiva para el presente —por ejemplo, cuando se habla de la transición política a la democracia— o la idea del pasado como lección que no se debe repetir —las alusiones en prensa sobre la Guerra Civil—. Aunque su intención en teoría sea moralizante y tenga grandes dosis de «utilitarismo» y predicción, no es en absoluto neutral, puesto que una analogía histórica define la naturaleza de un problema y sus responsables a la vez que plantea posibles soluciones en las que los fines políticos o interesados no están ausentes. Por último, las noticias sobre contextos históricos remiten a porciones de un pasado relevante que explican el modo en que una determinada sociedad ha reaccionado ante una eventualidad adversa, como las referencias a coyunturas económicas críticas de siglos pasados para expresar los paralelismos y las diferencias con la crisis comenzada en 2008.

Esta divulgación de la historia en la prensa de papel se transforma en la versión online con la inclusión de fuentes primarias de época o de materiales nacidos digitales. En ellas aparece todo el abanico de elementos hipertextuales, multimediáticos e interactivos que brinda al historiador la oportunidad de construir un relato profundo y preciso sobre nuestro pasado reciente, especialmente con aquel material que reproduce los acontecimientos en directo, sin apenas mediación. Las hemerotecas digitales dan cuenta de los contenidos cronológicos y temáticos desde su aparición a mitad de la década de 1990. Algunas cabeceras cuentan con hemeroteca propia —El País.com, La Vanguardia.com, ABC­.es, El Mundo.es—, mientras que otras alojan los contenidos en los depósitos de búsquedas virtuales.

La información histórica que difunden los medios de masas pretende dirigirse a la sensibilidad y a la emotividad de los lectores. Son responsables, en parte, de la transmisión de la memoria colectiva, mientras que los medios individuales —fotografías familiares, vídeos caseros, grabaciones— son expresivos de la memoria individual. En esta simple distinción hay que tener en cuenta una retroali­mentación, es decir, que los medios de masas modelan las percepciones de los sujetos y de los colectivos al mismo tiempo, pero también los sujetos, en el ámbito de la Web 2.0, pueden contribuir a perfilar los contenidos de los primeros.

En el escenario online no tiene mucho sentido, por ejemplo, que las fuentes se clasifiquen por su criterio posicional —directo o indirecto— o intencional —voluntarias o no voluntarias— 38. En este entorno se diluyen esos principios, puesto que se mezcla el hipotético escrito de algún testigo presencial de un acontecimiento con la mediación que inevitablemente sufre al ser difundido en la red. E igualmente se diluye la idea de que un documento o una imagen hayan sido creados de forma voluntaria o no pretendida. Desde el momento en que nace y crece en el espacio virtual, tanto la posición de su creador como su intención inicial se transforman.

Estas nuevas fuentes tienen importantes implicaciones epistemológicas y heurísticas, en cuanto que afectan a la información histórica, a los métodos y al conocimiento que se deriva de la misma. Los formatos electrónicos reflejan una dimensión del pasado afectiva e interpretativa, e involucran, tal vez más que otros medios, a los sentimientos e identidades. Las representaciones de los acontecimientos están envueltas en una cierta tensión entre la interpretación —es decir, la explicación de las relaciones causales, la genealogía de las ideas y las sociedades o los cambios producidos en el espacio y el tiempo— y la identificación —es decir, la empatía con otros modelos sociales y políticos—. Algunos medios conducen fundamentalmente a la interpretación, como la prensa o los documentos escritos en sus diversas variantes, mientras que otros evocan emoción e incitan a la identificación, como la fotografía o las grabaciones audiovisuales. El entorno de internet, en cambio, combina ambas representaciones, la interpretativa y la identificativa, al erigirse en un canal en el que puede compartir espacio (por ejemplo, el texto de un discurso de un político con una galería fotográfica y un vídeo sobre su comparecencia). Puede abrir nuevos caminos para vencer los monopolios del conocimiento y, paralelamente, prevenir ciertas versiones de la historia, puesto que los acontecimientos se articulan con distintos puntos de vista obtenidos de espacios y orígenes poliédricos.

La abundante presencia de la historia online exhibe, por un lado, la tendencia a priorizar los relatos e intereses personales y mostrarlos a través de las fuentes digitales, pero también la necesidad de conectar las memorias individuales con las colectivas y con su pasado como comunidad nacional. El multimedia interactivo «Los niños que nunca volvieron» (http://www.­losninosquenuncavolvieron.es/) es un ejemplo de ello al facilitar la participación activa del usuario y configurar la narración con fotografías, textos y vídeos de testimonios directos de especialistas y exiliados en tiempos de la Guerra Civil. Los hitos nacionales aparecen entrelazados a los individuos, siendo estos los principales actores de la historia. Al vincular la historia individual con la nacional se fomenta una visión emotiva que trasciende el mero proceso cognitivo y proporciona una interpretación sobrentendida de las causas, significados y consecuencias de los fenómenos históricos. Es el caso de la importante cantidad de websites dedicadas a la Guerra Civil Española y el franquismo o las dedicadas al Holocausto, las guerras mundiales y otros acontecimientos dramáticos 39. Mujeres y hombres prácticamente anónimos han visto la oportunidad de construir y reconstruir un relato transmedia sobre estas etapas cruciales, en la mayor parte de los casos dejando a los historiadores al margen, aportando información de forma directa, posicionando sus recuerdos personales en objetos culturales y actividades que dan un sentido a su experiencia y contribuyen a dar significado histórico y político a los acontecimientos en los que ellos o sus familiares han sido protagonistas o actores. Igualmente hay numerosos lugares virtuales relacionados con temas históricos que generan o han generado controversias historiográficas, en especial las identificadas con el revisionismo neonazi, el negacionismo o el neofranquismo. En muchos casos pretenden construir una historia «normalizada», es decir, convertir las catastróficas actuaciones de los dictadores de los años treinta en episodios inevitables para salvar la humanidad de amenazas funestas. Según Rosenfeld, desde comienzos de siglo se observa una incesante acometida hacia la normalización del nazismo y la negación del Holocausto a través de la literatura, los medios de comunicación o las incontables webpages 40. Las representaciones de Hitler a través de estos canales proyectan el borrado de los horrores que provocó para insertarle en un marco histórico en el que se reparten responsabilidades y en el que justifican sus actuaciones. En lo que respecta al franquismo, contamos también con lugares digitales sostenidos por instituciones y fundaciones que pretenden minimizar los efectos negativos de la dictadura en el conjunto de la economía y la sociedad, así como mostrar una versión de la Guerra Civil que ignora los resultados de la investigación historiográfica profesional 41. No obstante, el único interés que despiertan reside en que constituyen en sí mismos un objeto de estudio para los especialistas en la ultraderecha, el neofranquismo y la manipulación histórica.

Igualmente tienen implicaciones de gran calado en el plano metodológico. Los historiadores en la era digital combinan prácticas tradicionales y emergentes en sus tareas de investigación. Para muchos Google es la primera herramienta a la hora de localizar documentación a través de la introducción de términos o palabras clave que revelan hallazgos de interés. Organizar esa documentación, anotarla con observaciones, proceder a su análisis, etc., forma parte de los procesos sistemáticos en la búsqueda de conocimiento. Los gestores de referencias Zotero, Mendeley, ­Refworks y DeepDyve, el software de organización Spotlight o la base de datos Omeka pueden ser muy útiles en estas etapas en las que se procede a la creación de bases de datos propias. Los retos se concentran en el tratamiento metodológico de las fuentes, donde es necesario el aprendizaje de técnicas próximas a otras ciencias sociales y humanísticas, como el análisis de contenido y semiótico, la denominada minería de textos —utilizada sobre todo por la lingüística­—, o las técnicas de análisis hemerográfico, fotográfico y audiovisual, entre otras 42. En este contexto muchos historiadores, incluidos los especializados en el estudio de la historia reciente, se decantan por métodos más simplificados y próximos a las rutinas metodológicas habituales. No obstante, es difícil eludir el entorno virtual, desde la utilización de fuentes nacidas digitales a la participación en listas de distribución temáticas, la preservación de documentos en la nube y la difusión de los resultados en publicaciones online.

En busca de la credibilidad de las fuentes nacidas digitales

La evaluación y crítica de fuentes resulta una tarea compleja que hay que acometer desde la idea de un concepto amplio de la información histórica y desde la aceptación de que contamos con una enorme variedad de evidencias con características singulares 43.

El uso de la documentación digital para la historiografía implica, al igual que la documentación material, la evaluación de su credibilidad y fiabilidad. El escepticismo acerca de la información digital está muy extendido porque la manipulación es asequible y no son necesarios profundos conocimientos para modificar sus formas y contenidos. La desconfianza hacia las fuentes mediáticas, por ejemplo, no es nueva y obedece a razones bien fundadas referidas a sus relaciones con poderes políticos y económicos, o a intereses espurios de diversa consideración. En bastantes ocasiones se ha puesto de manifiesto la desinformación, las noticias incorrectas y sesgadas, la supuesta teatralidad de las fotografías en contra de la naturalidad que deben retratar 44 o las grabaciones interesadas de los sucesos. No obstante, hoy no es posible afirmar que lo escrito es profundo y las imágenes o los sonidos son sombras, que los textos son irrefutables y lo visual o lo sonoro es incierto, porque la experiencia de los historiadores y archiveros ha demostrado que en los documentos textuales tradicionales también encontramos inexactitudes, ocultación y falseamiento 45.

Esta situación requiere de una reflexión acerca del papel que desempeñan los recursos digitales en la creación de materiales y en la difusión del pasado. ¿Cómo saber de dónde procede la información y qué pretende quién la envía? ¿Cómo reconocer y juzgar la información histórica entre la sobreabundancia informativa? Dicha información, encaminada a transformarse en conocimiento historiográfico, puede ser vista como el resultado de la relación entre el acontecimiento, el personal implicado en su grabación y representación, y la sociedad que consume los productos que narran el pasado. La historia y la memoria presentes en la red no son solo acontecimientos o lo que la gente ha pensado, dicho o creído, sino también los hechos seleccionados para la grabación, las imágenes que ha rodado y recreado, cómo se quieren recordar, cómo desean que sea recordado, cómo y de qué manera se presentan los materiales en el soporte digital. La comprobación de la fiabilidad de una fuente nacida digital obliga, por tanto, a la aplicación de un proceso teórico y técnico orientado a conocer esta cadena de relaciones y a garantizar, en cierto modo, que construyamos un relato historiográfico de cierta calidad. A través de las mismas es posible constatar la veracidad de los hechos transmitidos, el rigor en la captación de la realidad, la naturaleza de la mediación y la recepción en el contexto actual.

Las propuestas para el análisis de la verificación y credibilidad de las fuentes digitales no son numerosas, pero hay algunas iniciativas puestas en marcha que se ocupan del establecimiento de criterios de calidad. Una de ellas es la red académica Porta Histórica 46, una organización interesada en aspectos relativos a la edición, publicación y análisis de fuentes digitales que ha planteado criterios para su edición digital. El Digital Object Identifier 47 asegura, asimismo, la calidad de los recursos académicos, al igual que el sistema del Open Access, basado en la transparencia de los procesos, la difusión de las fuentes y la accesibilidad. ¿No suponen estas actuaciones una cierta garantía que asegura la fiabilidad de las fuentes? 48 La mera existencia de una evidencia, sin embargo, no dice nada acerca de su significado porque no es posible valorarla sin una información contextual y sin referencias a su proceso productivo; factores que se presentan como una condición hermenéutica 49.

Un punto de partida básico en la valoración de las fuentes digitales podría consistir en la identificación de un conjunto de elementos, como el autor/emisor, la localización del lugar y momento de su creación y distribución, la comprobación de su estructura y organización interna, la detección del colectivo a quien va dirigida y su intencionalidad. Estos datos —comunes al proceso de crítica y evaluación de las evidencias materiales— suelen estar consignados en los denominados metadatos, que acompañan a los recursos con alto grado de fiabilidad, como las fuentes hemerográficas digitales, las webpages oficiales públicas y privadas, así como los blogs. En este último caso el software que permite su elaboración incluye esta información, del mismo modo que la ordenación interna cronológica y temática de los posts garantiza importantes datos para su evaluación.

La fiabilidad de una fuente puede ser escrutada desde el enfoque de una lista de verificación o check list al modo anglosajón y de los estudios culturales que incluyen las denominadas 5 W’S para la confirmación de la validez y veracidad de una determinada información. Averiguando el «quién, qué, cómo, por qué y cuándo» se consigue conocer la «autoridad», nivel o calidad de una fuente, la precisión o rigor de los contenidos, su validez y la usabilidad —o constatación de su estabilidad en el tiempo—. La hipertextualidad y la multimediación son, asimismo, recursos para la comprobación de la veracidad a través de la navegación por los enlaces que llevan a otros lugares virtuales donde comprobar datos o testimonios. La verificación del contenido se puede realizar, por último, a través del cotejo con materiales offline y de la práctica de técnicas metodológicas que ayuden a contrastar los datos, desde las consultas bibliográficas a la comparación con informaciones diversas.

Estas fuentes sugieren nuevas oportunidades para la interpretación historiográfica y nuevas formas de difusión de los resultados, entre los que se podrían incluir el despliegue de las evidencias primarias utilizadas y los recursos relacionados con las mismas, como gráficos, mapas, tablas y elementos audiovisuales. De alguna manera el procedimiento de la investigación se hace más transparente, puesto que la metodología y las fuentes utilizadas se manifiestan prácticamente en toda su extensión.

Conclusiones

Internet, pues, es una herramienta poderosa de transformación en la que encontramos una historia y una memoria evolucionadas en función de las innovaciones tecnológicas y del acceso que las sociedades tienen a las mismas. La dialéctica pasado-presente o, lo que es lo mismo, el análisis de las huellas que el tiempo ha dejado en la actualidad, el modo en que se interpretan los acontecimientos más recientes y la forma en que se construyen y recomponen los imaginarios colectivos, es una labor propia de los historiadores, centrada en el estudio de la acción del presente sobre el pasado y a la inversa. En el caso de algunos episodios conflictivos y/o traumáticos, como la Guerra Civil o el franquismo, la transformación de su relato en la red es especialmente intensa y contradice gran parte de las afirmaciones del discurso oficial existente durante años. No hay ya un solo pasado oficial y/o académico, sino una representación virtual del mismo en la que conviven relatos neofranquistas con aquellos que se muestran reivindicativos de justicia y reparación para los vencidos, los pactistas herederos de la transición política a la democracia o el de los historiadores que buscan la difusión de una narrativa ajustada a los cánones de la teoría y el método historiográfico —aunque entre ellos encontremos corrientes de diverso tipo—. Esta diversidad es representativa de los distintos colectivos presentes en la red —institucionales, científicos y distintos individuos y grupos de la sociedad civil—, que utiliza todos los formatos posibles para su expresión, desde los medios online a las redes sociales, blogs, websites o youtube. La mayor parte de esta presencia virtual se sitúa en el lado de las asociaciones, foros o agrupaciones centradas en la Memoria Histórica, especialmente a partir de la aprobación de la ley en 2007, aunque muchas de ellas hayan sido poco estables debido a la falta de financiación, así como a la disolución o la fragmentación de estos grupos. Se trata de temáticas que incitan a reflexionar sobre la historia y su uso público y político, el papel del historiador en el nuevo conocimiento y la necesidad de su intervención en la historia digital.

En este marco cabe mencionar la existencia de la denominada Digital Public History, un ámbito de actuación historiográfica en el que historiadores y usuarios de las redes sociales coinciden en la producción de contenidos que llevan a una memoria individual y colectiva mediada por las características de la red. El artículo de Serge Noiret en el presente dosier se extiende con profundidad en la misma.

El pasado y su representación en las fuentes nacidas digitales, gestionadas y creadas en parte por actores que actúan con gran soltura, debe ser abordado desde un enfoque sistemático que permita establecer un relato más riguroso con herramientas metodológicas apropiadas a las evidencias históricas de cada época. En la actualidad gran parte de esas evidencias son digitales, de ahí que sea necesario un esfuerzo para su clasificación y uso por la comunidad académica en esa nueva forma de afrontar el pasado desde la disciplina de la historia. El denominado oficio de historiador sigue siendo hoy necesario y útil como narración verificada, contrastada y contextualizada, pero también verificable y vinculada a inesperadas fuentes de las sociedades coetáneas.


* El presente artículo se enmarca en el proyecto de investigación financiado para el periodo 2016-2018 con referencia: HAR 2015-63582-P, MINECO/FEDER.

1 Tessa Morris: The Past within Us. Media, Memory, History, Londres, Verso, 2005; Mark Greengrass y Lorna Hughes (eds.): The Virtual Representation of the Past, Ashgate, Farnham, 2008, y Jerome de Groote: Consuming History: Historians and Heritage in Contemporary Popular Culture, Hoboken, Taylor & Francis, 2008.

2 Recuperado de internet (http://www.history.com/). Véase también fororestosguerracivil2. Foro catalogación restos guerra civil española. Recuperado de internet (http://www.municion.org/).

3 Entre los primeros trabajos en España señalaremos los de Ángel Martínez de Velasco: «Internet e historia contemporánea de España», Espacio, Tiempo y Forma. Historia Contemporánea, 8 (1995), pp. 331-388; Esteban Canales: «Internet para historiadores», Revista Biblioteca Informacions (1996), pp. 9-11; Antonio Rodríguez de las Heras: «Las nuevas tecnologías en la investigación interdisciplinar. Historia interactiva de la humanidad», Congreso internacional sobre sistemas de información histórica, 2 (1997), pp. 473-476; María Cruz Rubio et al.: «Internet y la historia de España», Revista General de Información y Documentación, 8, 2 (1998), pp. 149-163, y Juan Andrés Bresciano: La investigación histórica y las nuevas tecnologías, Montevideo, Librería de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2000.

4 Daniel J. Cohen y Roy Rosenzweig, del Center for History and New Media (http://chnm.gmu.edu/), son algunos de los autores de referencia en este ámbito. Entre sus obras más citadas figuran Daniel J. Cohen y Roy Rosenzweig: Digital History. A Guide to Gathering, Preserving and Presenting the Past on the Web, Pensilvania, University of Pensilvania Press, 2006, e íd.: «History and the Second Decade of the Web», Rethinking History, 8, 2 (2004). Igualmente, Tony Weller (ed.): History in the digital age, Londres, Routledge, 2013, y Frédéric Clavert y Serge Noiret (eds.): L’histoire contemporaine à l’ère numérique/Contemporary History in the Digital Age, Bruselas, Peter Lang, 2013.

5 Stefania Gallini y Serge Noiret: «La historia digital en la era de la Web 2.0. Introducción al dosier Historia digital», Historia Crítica, 43 (2011), pp. 16-37; Anaclet Pons: El desorden digital. Guía para historiadores y humanistas, Madrid, Siglo XXI, 2013; Roy Rosenzweig: Clio Wired. The Future of the Past in the Digital Age, Nueva York, Columbia University Press, 2011, y Robert Townsend: «How is New Media Reshaping the Work of Historians?», Perspectives on History (2010). Recuperado de internet (http://www.historians.org/Pers-pectives/issues/2010/1011/1011pro2.cfm). Véase también Michael J. Galgano, Chris Arndt y Raymond M. Hyser: Doing History: Research and Writing in the Digital Age, Boston, Cengage Learning, 2013, y David J. Staley: Computers, Visualization, and History: How New Technology will Transform our Understanding of the Past, Armonk, M. E. Sharpe, 2013.

6 Francisco Fernández Izquierdo: «Investigar, escribir y enseñar historia en la era de internet. Presentación», Hispania. Revista española de Historia, 66, 222 (2006), pp. 11-30.

7 Stefania Gallini y Serge Noiret: «La historia digital en la era del Web 2.0...», pp. 16-37.

8 Stephane Lamassé y Philippe Rygiel: «Nouvelles frontières de l’historien», Revue Sciences/Lettres, 2 (2014). Recuperado de internet (http://rsl.revues.org/411). Véase también Estefanía Aguilar, Ángela Guimaraes y Alessia Ghezzi: «Gobierno de la memoria digital: generación de confianza a través de la participación», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 17 (2014), pp. 61-74.

9 Chimo Soler: «Enseñar a investigar en red. Tecnificación de la historia y humanización de la tecnología», Clío: History and History Teaching, 13 (2000), pp. 1-20. Jennifer Rutner y Roger C. Schonfeld: Supporting the Changing Research Practices of Historians: Final Report from ITHAKA S+R, 10 (2012). Recuperado de internet (http://www.sr.ithaka.org/wp-content/uploads/2015/08/supporting-the-changing-research-practices-of-historians.pdf).

10 Anaclet Pons: El desorden digital...; íd.: «En el umbral del archivo: los documentos digitales», Revista d’Arxius, 11-12 (2012-2013), pp. 315-326, y Antonio Rodríguez de las Heras: «La migración digital», Telos, 61 (2014), pp. 4-6. Recuperado de internet (https://telos.fundaciontelefonica.com/telos/editorial.asp@rev=61.htm). Véase también Adrian Schubert: «Essay: Lost in Digitization», Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, 39, 1 (2014), pp. 120-131; Jairo Antonio Melo: «Historia digital, la memoria en el archivo infinito», Historia Crítica, 43 (2011), pp. 84-85, y Marc Ferro y Jean Planchais: Les médias et l’histoire. Le poids du passé dans le chaos de l’actualité, París, CFPJ, 1997.

11 Anaclet Pons: «La historia maleable. A propósito de Internet», Hispania. Revista Española de Historia, 66, 222 (2006), pp. 109-130, y Susan Brown et al.: «Published Yet Never Done: The Tension Between Projection and Completion in Digital Humanities Research», Digital Humanities Quaterly, 3, 2 (2003). Recuperado de internet (http://www.digitalhumanities.org/dhq/vol/3/2/000040/000040.html).

12 Julio Aróstegui: La investigación histórica: teoría y método, Barcelona, Crítica, 1995, p. 337. Véase, asimismo, Cayetano Tornel: «Internet, los archivos y la escritura de la historia», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 16 (2013), pp. 161-177.

13 Jessica Bushey: «La fotografía en las redes sociales: ¿archivos personales o materiales efímeros?», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 17 (2014), pp. 107-122.

14 Fernando Hernández Holgado: «Memoria de la prisión de mujeres de Les Corts. Un balance (2006-2014)», Ágora, 2, 4 (2015), pp. 89-112; íd.: «Presodelescorts.org. Memoria e historia de la prisión de mujeres de Les Corts (Barcelona, 1939-1955)», Entelequia. Revista inter­disciplinar, 7 (2008), pp. 187-196, e íd.: «Presodelescorts.org. Las nuevas tecnolo­gías al servicio de la memoria y la historia de la prisión de mujeres de Les Corts (Barcelona 1939-1955)», en Pilar Amador y Rosario Ruiz Franco (eds.): La otra dictadura: el régimen franquista y las mujeres, Madrid, Universidad Carlos III, 2007, pp. 171-181.

15 Lidia Bocanegra: «Memoria, exilio republicano e historia digital: el proyecto e-xiliad@s», Quiroga, 6 (2014), pp. 60-63, y Lidia Bocanegra y Maurizio Toscano: «El exilio republicano español: estudio y recuperación de la memoria a través de la Web 2.0. Nuevo enfoque metodológico con el proyecto e-xiliad@s», Migraciones & Exilios. Cuadernos de la Asociación para el Estudio de los Exilios y Migraciones Ibéricos Contemporáneos, 15 (2015), pp. 113-136.

16 Sobre los atentados del 11-M véase, entre otros, http://www.rtve.es/temas/11m/1052/, https://www.facebook.com/AAV11M y https://www.­facebook.com/pages/11M-TODOS-IBAMOS-EN-ES-E-TREN/354637518070. En lo que respecta al Movimiento 15-M, http://www.movimiento15m.org/, la wiki https://15mpedia.org/wiki/15M, así como https://twitter.com/A-rchivoSol_15M.

17 Michel Mathieu (dir.): La médiatisation de l’histoire. Ses risques et ses espoirs, Bruselas, Bruylant, 2005; Jacques Le Goff: History and Memory, traducción de Steven Rendall y Elizabeth Claman, Nueva York, Columbia University Press, 1992, y Raphael Samuel: Teatros de la memoria, traducción de Francisco López, Federico Corriente y Sandra Chaparro, Valencia, Universidad de Valencia, 2009.

18 Livia Iacovino: «La participación de los usuarios y el activismo archivístico: pilares de la responsabilización, identidad y justicia reparadora en la propia autenticación del archivo digital», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 16 (2013), pp. 103-122.

19 Hany M. Salaheldeen y Michael L. Nelson: «Losing My Revolution: How Many Resources Shared on Social Media Have Been Lost?», http://arxiv.org/abs/1209.3026v1.

20 Terry Cook: «Panoramas del pasado: archiveros, historiadores y combates por la memoria», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 13 (2010), pp. 153-168.

21 Andreas Fickers: «Towards a New Digital Historicism? Doing History In The Age Of Abundance», Journal of European Television History and Culture, 1, 1 (2012), pp. 19-26. Recuperado de internet (http://orbilu.uni.lu/browse?type=journal&value=VIEW+Journal+of+European+Television+History+and+Culture).

22 Una parte importante de los contenidos de Wikileaks, así como otros documentos policiales y confidenciales, circulan previamente a su salida pública en esta parte de la web. Véase Michael K. Bergman: «White Paper: The Deep Web: Surfacing Hidden Value», Journal of Electronic Publishing, 7, 1 (2001). Recuperado de internet (http://dx.doi.org/10.3998/3336451.0007.104). Véase también Bin He et al. (coords.): «Accesing the Deep Web», Communications on the ACM, 50, 5 (2007), pp. 95-101, y Elisabeth Yakel: «Searching and Seeking in the Deep Web: Primary Sources on the Internet», en Alexis E. Ramsey et al. (eds.): Working in the Archives. Practical Research Methods for Rhetoric and Composition, Carbondale (Illinois), Southern Illinois University Press, 2010, pp. 102-118.

23 Javier García Algarra: «Cómo acceder a las fuentes no indexadas», e íd.: «El entorno digital y el oficio de historiador», ambos en Pensar con la Historia desde el siglo xxi. Actas del XII Congreso de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad Autónoma, 2014.

24 Julio Aróstegui: «El tiempo presente como tema de investigación histórica y como problema didáctico», ponencia presentada en el curso de verano «Educación, historia y crítica», Jaca, 2007. Recuperado de internet (http://www.fedicaria.org/miembros/nebraska/jaca07/1_AROSTEGUI.pdf). Véase del mismo autor «La historia del presente, ¿una cuestión de método?», en Carlos Navajas (ed.): Actas del IV Simposio de Historia Actual, Logroño, Universidad de la Rioja, 2002, pp. 41-75, y también Juan Andrés Barciano: La historiografía en el amanecer de la cultura digital. Innovaciones metodológicas discursivas e institucionales, Montevideo, Cruz del Sur, 2010, y Nieves Prat Molina: «El entorno digital. Objeto, sujeto y medio», e íd.: «El entorno digital y el oficio de historiador», ambos en Pensar con la Historia desde el siglo xxi. Actas del XII Congreso de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad Autónoma, 2014.

25 Anaclet Pons: «“Guardar como”. La historia y las fuentes digitales», Historia crítica, 43 (2011), pp. 38-61, e íd.: «La història digital: una certa idea i algunes il·lustracions», Segle xx. Revista catalana d’història, 6 (2013), pp. 15-35.

26 https://www.google.com/culturalinstitute/exhibit/qgIi0fwrfe4XJw?hl=es&position=0%3A0.

27 Lluis-Esteve Casellas y Luis Hernández: «Ego archivo: ¿sociedad digital vs. memoria personal?», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 17 (2014), pp. 13-24. Véase la web de recursos del proyecto Hismedi: http://uc3m.libguides.com/­hismedi y la base de datos de dicho proyecto: http://hismedi.evilinhd.com/om/.

28 Emily Keightley y Philip Schlesinger: «Digital Media, Social Memory: Remembering in Digitally Networked Times», Media, Culture and Society, 36, 6 (2014), pp. 745-747, y Margarita Antón, María Estrella Alonso y Ana Fuertes (coords.): Periodismo y Memoria Histórica. La contribución del periodismo en la recuperación de la Memoria Histórica a partir de testimonios orales, Madrid, Comunicación Social y Ediciones, 2013.

29 Justo Serna: «El pensamiento ordinario. La experiencia del blog», Pasajes de pensamiento contemporáneo, 27 (2008), pp. 45-53; Juan Cole: «Blogging Current Affairs History», Journal of Contemporary History, 46 (2011), pp. 658-670, y Nicolás Quiroga: «Blogs de historia: usos y posibilidades», Historia Crítica, 43 (2011), pp. 62-80.

31 Datos ofrecidos por Jordi Grau a través de correo electrónico el 7 de abril de 2016.

32 Karin Wahl-Jorgensen: «From Letters to Tweeters: Media Communities of Opinion», en Martin Conboy y John Steele (eds.): The Rouletdge Companion to British Media History, Londres, Rouletdge, 2015, pp. 571-581.

33 Manuel de Ramón, Pedro Paniagua y Josep María Sanmartí: «Los medios de comunicación ante el oficio de historiador», en Pensar con la Historia desde el siglo xxi. Actas del XII Congreso de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad Autónoma, 2014. En dicha comunicación se ofrece una relación de cuentas de Twitter dedicadas a la historia. Véase, asimismo, el blog de Katrina Gulliver y su punto de partida, el tweet enviado en septiembre de 2009: Where are all the historians on Twitter? Recuperado de internet (http://katrinagulliver.com/notes-fromthefield/twitterstorians). Igualmente el blog de Elisabeth Grant: http://blog.historians.org/20-11/08/five-ways-for-historians-to-use-twitter/.

34 Guillermo Pérez Casanova: «Tuiteando el centenario de la Gran Guerra: ¿hacia un espacio virtual de memoria?», en Pensar con la Historia desde el siglo xxi. Actas del XII Congreso de Historia Contemporánea, Madrid, Universidad Autónoma, 2014.

35 Colleen Green: «Digital History Tools: Using Twitter For Historical Reenactment». Recuperado de internet (http://www.colleengreene.com/2012/04/10/­digital-history-tools-using-twitter-for-historical.ree-nactment/). Algunas herramientas en https://www.tweetarchivist.com/.

37 Jill A. Edy: «Journalistic uses of Collective Memory», Journal of Communication, 49, 2 (1999), pp. 71-85; David Cannadine: History and the Media, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2004; Siân Nicholas, Tom O’nalley, y Kevin Williams: Reconstructing the Past: History in the Mass Media, 1890-2005, Abingdon, Rou­letdge, 2008; Juan Sánchez: «Sobre la Memoria. El pasado presente en los medios de comunicación», Historia actual on-line, 4 (2004). Recuperado de internet ­(http://www.historia-actual.org/Publicaciones/index.php/haol/article/viewArticle/51). Tambien del mismo autor: «La reconstrucción del acontecimiento histórico a través de los medios de comunicación», en Mario Pedro Díaz Barrado (coord.): Historia del Tiempo Presente. Teoría y Metodología, Cáceres, ICE, 1998, pp. 109-120.

38 Julio Aróstegui: La investigación histórica..., p. 340.

39 Para el caso de Italia véase el estudio Antonino Criscione et al. (eds.): La storia a(l) tempo di internet: indagine sui siti italiani di storia contemporanea (2001-2003), Bolonia, Pàtron, 2004, y Serge Noiret: «Il ruolo della public history nei luoghi della guerra civile italiana, 1943-1945», Ricerche Storiche, 43, 2 (2013), pp. 315-337.

40 Gavriel D. Rosenfeld: Hi Hitler! How the Nazi Past is Being Normalized in Contemporary Culture, Cambridge, Cambridge University Press, 2015.

41 Entre otras, la página web de la Fundación Francisco Franco: http://www.fnff.es/, o la denominada La Tribuna de la Historia: http://www.generalisimofranco.com/index.HTM.

42 Jennifer Rutner y Roger C. Schonfeld: «Supporting the Changing Research Practices...», y Jack Dougherty y Kristen Nawrotzki (eds.): Writing History in the Digital Age, Forthcoming from the University of Michigan Press, Trinity College (CT), web-book edition, 2012. Recuperado de internet (http://WritingHistory.­trincoll.edu). Véase también Antonio Rodríguez de las Heras: «Metodología para el análisis de la fotografía histórica», Espacio, tiempo y forma. Serie V, Historia contemporánea, 21, (2009), pp. 19-35.

43 Juan Andrés Bresciano: «Fuentes históricas para un nuevo tiempo. Los procesos de globalización y su abordaje heurístico». Recuperado de internet (https://www.academia.edu/2699807/Fuentes_historicas_para_un_nuevo_tiempo._Los_procesos_de_globalización_y_su_abordaje_heuristico).

44 Tessa Morris: The Past Within Us..., pp. 71-73, y Luciana Duranti: «Autenticidad y valoración: la teoría de la valoración enfrentada a los documentos electrónicos», Tabula: revista de archivos de Castilla y León, 6 (2003), pp. 13-20. Un caso muy conocido es la fotografía del miliciano caído de Robert Cappa, una de las que ha suscitado más dudas respecto a su autor y a su carácter —natural o escenificado—.

45 Alejandro Delgado: «Los archivos como ficción y los lugares de la evidencia», Revista d’Arxius, 11-12 (2012-2013), pp. 293-302.

47 Administrado por la Digital DOI Foundation, una organización sin ánimo de lucro. Recuperado de internet (http://www.doi.org).

48 Bernhard Rieder y Theo Röhle: «Digital Methods: Five Challenges», en David M. Berry (ed.): Understanding Digital Humanities, Houndmills, Palgrave Macmillan, 2012, pp. 67-84, y Paul Groth et al.: «Requirements for Provenance on the Web», The International Journal of Digital Curation, 7, 1 (2012), pp. 39-56, Recuperado de internet (http://www.ijdc.net/index.php/ijdc/article/view/203).

49 Louise Benjamin: «Historical Evidence: Facts, Proof and Probability», en Donald G. Godfrey: Methods of Historical Analysis in Electronic Media, New Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 2006, y Elena Boretti : «Valutare Internet. La valutazione di fonti di documentazione web». Recuperado de internet (http://www.aib.it/aib/contr/boretti1.htm). Véase también Fabio Vecchio: «La storia in rete: la valutazione delle risorse», Storiadelmondo, 41 (2006). Recuperado de internet (http://www.storiadelmondo.com/41/vecchio.valutazione.pdf). Además, Hinke Piersma y Kees Ribbens: «Digital Historical Research. Context, Concepts and the Need for Reflection», BMGN-Low Countries Historical Review, 128, 4 (2013), pp. 78-102, Recuperado de internet (http://www.bmgn-lchr.nl/articles/abstract/10.18352/bmgn-lchr.9352/). Un ejemplo de evaluación de fuente digital en Thomas Chesney: «An Empirical Examination of Wikipedia’s Credibility», First Monday, 11 (2006). Recuperado de internet (http://firstmonday.org/article/view/1413/1331).