Ayer 116/2019 (4): 49-76
Sección: Dosier
Marcial Pons Ediciones de Historia
Asociación de Historia Contemporánea
Madrid, 2019
ISSN: 1134-2277
DOI: 10.55509/ayer/116-2019-03
© Pablo León Aguinaga
Recibido: 28-04-2017 | Aceptado: 12-01-2018
Editado bajo licencia CC Attribution-NoDerivatives 4.0 License

Los programas de formación para la «Mutua Defensa» entre España y Estados Unidos en los años cincuenta *

Pablo León Aguinaga

Centro Universitario de la Defensa de Zaragoza
pleonag@unizar.es

Resumen: La asistencia militar fue uno de los elementos más polémicos de la acción exterior de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Esta tomó múltiples formas, siendo una de las más representativas la instrucción de militares aliados, pertenecientes tanto a países democráticos como a dictatoriales. Desde la primera mitad de los años cincuenta cientos de uniformados españoles complementaron su instrucción en escuelas militares e instalaciones americanas situadas en Estados Unidos y Europa o a cargo de instructores norteamericanos desplazados a España. A partir de fuentes archivísticas, inéditas en su mayoría, el presente artículo analiza los objetivos, puesta en marcha y consecuencias iniciales de los distintos programas de training vinculados a la Mutua Defesa en los años cincuenta.

Palabras clave: España, Estados Unidos, franquismo, Guerra Fría, asistencia militar, modernización, formación militar internacional.

Abstract: Military assistance was one of the most polemic forms of U.S. foreign relations during the Cold War. The training of allied military personnel from both democratic and dictatorial countries was one of its more common faces. From the first half of the 1950s onwards, hundreds of Spanish military personnel took courses in U.S. military schools and installations throughout the United States and Europe, or from American instructors deployed to Spain. Relying upon largely unexplored archival sources, this article analyses the objectives, implementation and initial consequences of several training programmes linked to mutual defence in the 1950s.

Keywords: Spain, United States, Francoism, Cold War, military assistance, modernization, international military training.

Durante la segunda mitad de 1941, contingentes de la División Azul comenzaron a llegar a la ciudad de Vilseck (Baviera), donde se situaba «uno de los campos de entrenamiento más duros del Tercer Reich». Se trataba de una de las escalas en su camino al Frente Oriental, donde se batirían con el Ejército Rojo durante más de dos años. Actos como este, de beligerancia contra los intereses aliados en la Segunda Guerra Mundial, le valieron a la dictadura franquista el ostracismo internacional en la inmediata posguerra. El desencadenamiento de la Guerra Fría fue su salvavidas. Los Gobiernos de Estados Unidos y España sellaron tres acuerdos en septiembre de 1953 por los cuales el país norteamericano obtenía el derecho a operar una amplia red de bases e instalaciones militares de utilización conjunta. A cambio ofrecería cobertura política y ayuda económica y militar. El Convenio de Mutua Defensa contemplaba el mayor suministro de material militar a España desde el final de la Guerra Civil. También la instrucción de sus militares. Fue en ese marco en el que oficiales y suboficiales del Ejército regresaron a Vilseck en los años cincuenta. Su destino era la Escuela de Caballería Acorazada del Séptimo Ejército americano en la República Federal de Alemania (en adelante RFA). Su misión, entrenarse en el mantenimiento y empleo táctico de los carros de combate de fabricación estadounidense que estaban siendo incorporados a las Fuerzas Armadas Españolas (en adelante FAS). Como reconoció con sarcasmo uno de los participantes, «bien dotado de imaginación habría tenido que estar el que en el año 1945 hubiera vaticinado que a poco más de un decenio volverían a verse uniformes españoles en tierras germánicas» 1.

La experiencia de los carristas del Ejército no fue ni mucho menos una anécdota. A partir de 1953 fueron miles los españoles que realizaron cursos de instrucción y enseñanza militar o llevaron a cabo comisiones de observación en instalaciones y campos de maniobra de las fuerzas armadas americanas. Conocemos las grandes cifras de aquella experiencia: al menos 9.890 miembros de las FAS participaron en los programas financiados por el Mutual Defense Assistance Program (en adelante MDAP) y el Military Assistance Program (en adelante MAP) durante el periodo 1954-1975 2. Semejante cifra sitúa a España como el quinto país europeo en importancia durante aquel periodo (tabla 1). El decenio inicial de la ayuda americana fue el más intenso, con una media anual de 500 individuos desplazados entre 1954 y 1963, siendo el cuatrienio 1954-1957 el de mayor volumen (coincidente con la llegada a España del material contemplado en el MDAP) 3. Si durante los años sesenta el estrechamiento de las relaciones defensivas y comerciales con Francia permitieron ampliar las oportunidades formativas en el extranjero de los militares españoles de manera significativa 4, durante la década abordada en este artículo Estados Unidos constituyó el único gran canal abierto a la internacionalización de la preparación de las FAS.

Tabla 1

Total de participantes por países en el MDAP-MAP, 1950-1973

Países

En Estados Unidos

En otros puntos
del mundo

Total

España

7.899

1.290

9.189

Países OTAN:

Alemania Occidental*

1.190

434

1.624

Portugal

2.208

673

2.881

Reino Unido

3.719

148

3.867

Dinamarca

3.836

811

4.647

Bélgica

3.768

1.430

5.198

Noruega

4.042

1.386

5.428

Holanda

4.744

1.553

6.297

Italia

8.144

1.219

9.363

Grecia*

11.980

2.164

14.144

Francia*

12.600

1.742

14.342

Turquía*

15.392

2.575

18.507

Selección de otros países:

Yugoslavia

625

219

844

Marruecos

918

1.104

2.022

Argentina

2.654

865

3.519

Brasil

7.001

882

7.883

Irán

9.018

1.789

10.807

* Grecia y Tuquía ingresaron en la OTAN en 1952, Alemania Occidental desde 1955 y Francia se retiró del mando militar integrado en 1966.

Fuente: John L. Lefever: «The Military Assistance Training Program», Annals of the American Academy of Political and Social Science, 424 (1976), p. 87.

Empero, las cifras anteriores no reflejan con exactitud a todos los participantes y beneficiarios de estos programas. No contabilizan, por ejemplo, a los centenares de militares que recibieron formación en España por parte de Equipos Móviles de Adiestramiento (en adelante MTT), ni a quienes fueron instruidos a bordo de buques de la Sexta Flota americana, ni a los españoles que realizaron extension courses (educación a distancia) en las escuelas militares norteamericanas (metodología muy extendida durante la primera mitad de los años sesenta), ni a los integrantes del Programa Civil de Ayuda Técnica (en adelante TAP) que cursaron enseñanzas estrechamente relacionadas con la Mutua Defensa. Los datos disponibles tampoco permiten hacerse una idea de lo que supuso para la transformación de las FAS el asesoramiento continuado por parte del personal del Military Assistance Advisory Group (en adelante MAAG), la unidad interarmas estadounidense que, con sede en Madrid, se encargó de complementar y monitorizar la asistencia militar desde noviembre de 1953 hasta los años ochenta.

En los últimos años, al calor del interés sobre la americanización y las relaciones transatlánticas en la Guerra Fría, así como sobre los agentes y canales internacionales que moldearon la modernización de España durante el franquismo, la historiografía ha venido prestando atención a los programas propagandísticos y de capital humano puestos en marcha por Washington en paralelo a su acercamiento a España y la utilización de las bases militares. Los programas de Intercambio Educativo (en adelante IEE), de Líderes Extranjeros (en adelante FLP/IVP), Fulbright, Non-Military-Agreements (en adelante NMA) y el TAP tuvieron la finalidad estratégica de «allanar el camino a las bases» y cultivar la empatía hacia Estados Unidos entre los «líderes» coetáneos y futuros del país. También pretendían contribuir a su estabilización y modernización económica, lo que redundaría en un mejor clima social para la utilización de las bases. En total, en los programas civiles participaron casi 4.000 españoles hasta 1976. Washington los consideró un medio útil para «anclar» a España en el bando occidental durante el franquismo y la Transición. La historiografía los ha valorado como uno de los canales más eficaces en su empeño por atemperar las secuelas del apoyo estratégico a la dictadura franquista mediante la creación de una red de interlocutores locales y la dinamización de procesos internos acordes a los intereses norteamericanos 5.

Así pues, la formación de españoles durante el franquismo en el marco de la ayuda militar involucró, como poco, a más del doble de individuos de los que participaron en la combinación de sus equivalentes civiles. Sin embargo, apenas han recibido la atención de los historiadores de las relaciones bilaterales. Por su parte, la historiografía militar ha estado volcada en explorar las particularidades del militarismo franquista en clave fundamentalmente interior, prestando una escasa atención a las influencias internacionales en este ámbito 6. Las aportaciones existentes sobre lo que supuso la formación militar vinculada a la ayuda americana han formulado conjeturas en torno a sus efectos sobre la «modernización» de las FAS. Una parte de esos trabajos, partiendo de una visión que podría tildarse de tecnocrática, han enfatizado su importancia relativa, sobre todo en sus inicios, para la actualización técnica y doctrinal de las FAS 7. En el otro fiel de la balanza se situaría una visión más crítica hacia ese potencial modernizador que habría sido desaprovechado a causa de la naturaleza ultraconservadora del régimen 8. A caballo entre ambas interpretaciones, el politólogo Carlos Barrachina puso el acento en la apertura de miras derivada de aquella experiencia y su carácter instrumental para favorecer el arraigo de una concepción «profesional» de la milicia entre numerosos militares —visión contrapuesta a la noción «institucional» franquista— sembrando así una semilla valiosa de cara a la transición militar 9. Lo cierto es que en todos los casos las hipótesis y opiniones no han sido contrastadas más que de forma superficial con las fuentes documentales de la época, en buena medida por las muchas limitaciones de acceso a los fondos custodiados por los archivos militares españoles.

El presente artículo tratará de contextualizar y analizar aquella experiencia formativa como paso previo imprescindible en el acercamiento historiográfico a su significado y consecuencias. En concreto, en las páginas que siguen se procederá a un análisis de los programas de formación vinculados a la asistencia militar americana a la España de los años cincuenta, concretando sus objetivos, canales y protagonistas, identificando las principales áreas de incidencia y problemáticas derivadas durante su desarrollo. Debido a que el grueso de las fuentes empleadas corresponden a fondos norteamericanos, la perspectiva privilegiada será la estadounidense, si bien incorporando al relato la interacción bilateral, para lo que se ha recurrido a fuentes hemerográficas y archivísticas españolas 10.

Objetivos, instrumentos y destinatarios

Desde el inicio de las conversaciones bilaterales quedó claro que una de las aspiraciones españolas era lograr asistencia para que, al igual que venía ocurriendo con los principales aliados de Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Washington contribuyese al rearme material y doctrinal de las FAS 11. Poco después de producirse la llegada a España del embajador Stanton Griffis (enero de 1951), el Pentágono remitió invitaciones para que un pequeño grupo de oficiales cursasen formación avanzada en centros militares americanos. Ese mismo año se consumaron también las primeras visitas de uniformados españoles a instalaciones militares americanas en la RFA y Estados Unidos 12. El tránsito ya no se interrumpiría.

Los programas de formación destinados al personal militar español no fueron concebidos como instrumento de penetración ideológica. Las acciones propiamente propagandísticas hacia las FAS se canalizaban a través de los servicios informativos de la embajada en Madrid, en coordinación con las agregadurías militares y, desde 1953, también con el MAAG. Dicho esto, sí se esperaba que tales experiencias contribuyesen a los principales objetivos de aquel esfuerzo durante los años cincuenta, ya que la oficialidad era uno de los target groups señalados para convencer a las elites franquistas de la valía de los acuerdos bilaterales para España (que implicaban, entre otras cosas, la pérdida de soberanía y la subordinación estratégica del país), de la importancia de los mecanismos de seguridad colectiva occidental [el ingreso del país en la Alianza Atlántica (en adelante OTAN) estaba en el horizonte de Washington] y de la sinceridad del anticomunismo americano (punto de encuentro entre los Gobiernos de ambos países) 13. A este respecto, todas las evaluaciones sobre el estado de la moral de las FAS realizadas a lo largo de la década iban a coincidir en que el anticomunismo y la fidelidad al general Franco estaban garantizados pese al generalizado descontento con los salarios, el sistema de ascensos y determinadas decisiones del régimen 14. Quizá por ello, o quizá porque ni siquiera se contempló (esta es la sensación que emana de la documentación consultada), no se intentó aprovechar las estancias de miles de militares españoles en Estados Unidos y Europa —o su instrucción en España— como vehículo activo de promoción del sistema político americano 15. Tampoco para sugerir la necesidad de una evolución «hacia un régimen más democrático»; fórmula que, al menos sobre el papel, sí se acabó convirtiendo en uno de los objetivos de la política americana hacia España desde octubre de 1960 16.

Los programas de formación vinculados a la Mutua Defensa respondieron a un objetivo meridiano: ser instrumentales para garantizar la colaboración española en la construcción y activación de las bases en la fecha prevista (1957). La óptima incorporación del material y armamento cedido a las FAS bajo el MDAP era considerada esencial a tal efecto. Y para ello era necesario poner en marcha un intenso programa de instrucción de su personal.

Conseguir una óptima utilización del considerable volumen de equipos militares transferidos a España entre 1954 y 1957 representaba un reto mucho más complejo de lo que podría resultar a simple vista. La pobreza de medios y el atraso educativo y tecnológico de la España del momento, señalados en todos y cada uno de los informes de las misiones americanas, suponían obstáculos considerables. Además, la incorporación prevista de decenas de aviones de reacción, navíos «modernizados», carros de combate utilizados en Corea, sistemas de armas electrónicos, equipos de radar y sónar... demandaban que la infraestructura logística e industrial de las FAS y el país se adaptasen a marchas forzadas tanto en medios como en conocimientos técnicos, organizativos y de gestión.

El Convenio de Mutua Defensa contempló dos tramos en la ayuda militar a España. El inicial abarcaba el cuatrienio 1954-1957, durante el cual, y bajo las siglas MDAP, Estados Unidos se comprometía a transferir material y formación militar valorados en 350 millones de dólares. En el sexenio 1958-1963, el volumen y cuantía de la asistencia se reduciría sensiblemente, pasando a depender de las partidas reservadas a España en el MAP. Los fondos MDAP/MAP se dividirían entre material y training (tabla 2). El MAAG fue el organismo encargado de planificar ambos programas por años fiscales (en adelante FY) para cada uno de los tres Ejércitos que componían las FAS. En los programas de training se establecían los cursos disponibles, así como el cupo de plazas ofrecidas; también la tipología y duración de los MTT y los tours de observación en Estados Unidos (bases, centros logísticos y de investigación, campos de maniobra, escuelas y fábricas) o Europa. Sus interlocutores locales serían los comités de enlace de los tres Ejércitos (Tierra: CEMAG; Armada: CEMA, y Aire: CEFFAA), dependientes del Alto Estado Mayor (en adelante AEM). Estos se encargaban de proponer a los candidatos españoles, además de plantear demandas en materia de cursos de formación; empero, la última palabra quedaba siempre en manos americanas.

El MAAG desarrollaría otras acciones destinadas a adaptar el nivel formativo de las FAS. Se encargó, por ejemplo, de facilitar películas documentales, publicaciones y otro material formativo al AEM y los ministerios militares; también de canalizar el tránsito de publicaciones doctrinales norteamericanas. A su vez, le competió impartir formación on the job en momentos excepcionales, como cuando en plena crisis de Ifni-Sáhara personal de su Navy Section se desplazó a Cádiz para revisar y asesorar en el uso de las trece lanchas de desembarco Landing Craft Medium adelantadas a España a cargo del MAP FY58 y empleadas semanas después

Tabla 2

MDAP-MAP Funds for the Modernization
of the Spanish Armed Forces, 1954-1959

(millones de dólares)

1954-1957

1958

1959

Total

Air Force Material

Air Force Training

126,25

11,75

2,25

0,75

4,60

0,20

143,80

Army Material

Army Training

115,58

0,73

14,15

0,32

6,61

0,22

137,61

Navy Material

Navy Training

105,10

1,49

1,20

0,10

12,63

0,41

120,93

Total

360,90

18,77

24,67

Fuente: Memorandum for General Caldara, «Bias Against Spanish Navy», 27 de julio de 1960, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 8.

en el teatro de operaciones 17. También se encargó de gestionar la colaboración de la Sexta Flota en la instrucción de la Armada, así como de coordinar con la embajada la contribución del TAP a la Mutua Defensa.

El TAP, pese a que en teoría había sido dotado con fines exclusivamente civiles, se utilizó como complemento de la asistencia militar. El AEM formaba parte del consejo asesor de la Comisión Nacional de Productividad Industrial (en adelante CNPI), organismo encargado de seleccionar los sectores y beneficiarios que recibirían instrucción a cargo del TAP en Estados Unidos, así como de concretar los planes de estudio ofrecidos por las propias comisiones regionales y locales de la Comisión abiertos a personal militar 18. Entre los interlocutores de la CNPI, además de los organismos de ayuda técnica de la embajada, se encontraba el MAAG 19. Semejante presencia militar explica por qué algunas de aquellas oportunidades fueron reservadas a militares, personal civil de dos centros de investigación estrechamente vinculados a las FAS —la Junta de Energía Nuclear y el Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA)— 20 y sectores industriales estratégicos para la Mutua Defensa. A este respecto es preciso recordar que la asistencia militar norteamericana permitió a España participar desde mediados de los años cincuenta de tres programas norteamericanos destinados a revitalizar la industria militar europea: el Off-Shore Procurement Program (en adelante OSP), el Facilities Assistance Program (en adelante FAP) y el Mutual Weapons Development Program (en adelante MWDP). Y para ello era preciso mejorar la formación de los ingenieros y los técnicos españoles.

Así, por ejemplo, a comienzos de 1955 un grupo de ingenieros de la Empresa Nacional de Pólvora se desplazaban a Estados Unidos a fin de realizar el primero de los tres tours de inmersión técnica organizado por el MAAG para impulsar la modernización del sector de la fabricación de municiones. Del mismo modo, especialistas americanos viajarían a España para analizar las deficiencias del sector y proponer soluciones 21. Un año después, una veintena de representantes de las principales refinerías del país, el INTA y los tres Ejércitos se trasladaron a Estados Unidos para visitar centros de investigación y refinerías, como la planta de Shell Oil en Martínez (California). A su vuelta debían poner en marcha un programa de extensión nacional de control de calidad de combustibles y lubricantes, y, en el plano estrictamente militar, ocuparse de la adopción «de las normas de Estados Unidos» al modo de los «convenios de normalización de la NATO para combustibles y lubricantes» 22. Durante el bienio 1956-1957, el TAP patrocinó proyectos directamente vinculados a la Mutua Defensa por valor de 160.000 dólares, que permitieron el viaje de sesenta y siete españoles —civiles y militares— a Estados Unidos y de diez especialistas americanos a España con el cometido de fomentar la transferencia de conocimientos especializados 23. Entre ellos se contaban varios oficiales de la Armada que cursaron estudios de ingeniería en la Universidad de Stanford 24.

El hecho de que la mayor parte de la formación a cargo de la asistencia americana estuviese vinculada al material suministrado supuso que los beneficiarios fuesen, como norma general, suboficiales y oficiales entre los veinticinco y cuarenta años. Se trataba de formar, al fin y al cabo, a los encargados de la utilización y mantenimiento de aquel material. La mayor parte de los oficiales participantes poseían el rango de capitanes y comandantes (o niveles equivalentes de la Armada). Los beneficiarios más jóvenes (tenientes) pertenecieron habitualmente al Ejército del Aire, que debía formar a una nueva generación de pilotos a reacción. Todos estos oficiales habían pasado por las Academias Generales de Zaragoza (AGM, Tierra), San Javier (Ejército del Aire) y la Escuela Naval Militar de Marín, y por su edad solo una minoría había participado en la Guerra Civil o la División Azul. El MAAG tuvo muy en cuenta esta última particularidad, ya que la brecha generacional entre veteranos de guerra y jóvenes oficiales era, pese al carácter jerárquico de la institución, uno de los principales elementos de tensión interna en los ejércitos franquistas 25.

Los americanos insistieron en privilegiar la participación de los oficiales más jóvenes, con nivel formativo y de inglés, solicitando garantías de su posterior acceso a puestos acordes con su formación. El Ejército, especialmente bajo el ministerio de Agustín Muñoz Grandes, dio muestras de que tenía sus propias prioridades, seleccionando a individuos sin el suficiente nivel técnico o de idioma, lo que pronto causó las protestas del MAAG 26. La respuesta del personal que no se benefició de aquellas oportunidades era otro factor a tener en cuenta. Por ejemplo, el MAAG denunció en sus informes que la actitud inicial de algunos elementos del Ejército del Aire rozó el sabotaje, llegándose a «destruir la iniciativa» del personal retornado o ralentizándose las reformas impulsadas a fin de mantener el «acomodado y pausado estilo de trabajo» previo a la ayuda americana 27.

La experiencia de la inmersión en la realidad de las fuerzas armadas norteamericanas de miles de oficiales españoles no tuvo siempre las consecuencias deseadas. Entre el puñado de oficiales que participaron en las primeras actividades pre-MDAP hubo «de todo» 28. Al fin y al cabo, los militares españoles debían acoplarse a un sistema de vida, mando y enseñanza que difería en muchos aspectos del de su país de origen. Además, muchos de los individuos implicados albergaban considerables prejuicios antiamericanos 29. Pronto, sin embargo, el principal problema desde el punto de vista español consistió en la gestión de las expectativas creadas entre los retornados. Ya en 1956, el propio Muñoz Grandes llamaría la atención acerca de las consecuencias negativas en la moral de los participantes «debido al fuerte contraste con los medios y el armamento norteamericano» que encontraban al regresar a España, y que no hacían sido evidenciar la pobreza y atraso material de las FAS 30. Los informes de seguimiento del MAAG constatan numerosos ejemplos de ese sentimiento de frustración.

Los militares más veteranos (tenientes coroneles, coroneles y generales) no quedaron completamente al margen del programa de training. No en vano ellos eran los que ocupaban los cargos decisivos en el AEM, los comités de enlace, las unidades «modernizadas», las escuelas castrenses y las regiones militares que albergaban a unas y otras. Con el objeto de conseguir su colaboración, el MAAG organizó numerosas visitas vip a instalaciones en Estados Unidos y Europa y buques de la Sexta Flota, así como a maniobras y ejercicios de diverso tipo. Al mismo tiempo, las agregadurías militares en Madrid organizaron visitas para los equipos responsables de los ministerios castrenses. Su frecuencia y cronología ofrecen pistas de la diversa prioridad que el Pentágono dio a los tres Ejércitos, así como de las dificultades surgidas en la implementación del MDAP. El ministro del Aire, Eduardo González Gallarza, fue el primero en viajar a Estados Unidos (julio de 1951) y en repetir visita (mayo de 1954), con Muñoz Grandes pisándole los talones (octubre de 1954 y mayo de 1955). Por su parte, el almirante Salvador Moreno solo viajó a Estados Unidos en una ocasión (abril de 1955), al igual que su sucesor al frente de Marina, el también almirante Felipe J. Abárzuza (septiembre de 1957). Todos recibieron un tratamiento similar tras los Pactos de Madrid, que incluía amplias recepciones en el Pentágono e intensos tours por las principales bases, escuelas y unidades de los ejércitos norteamericanos.

El desplazamiento de miles de militares al extranjero en los años cincuenta no pareció despertar grandes temores de «contagio» ideológico entre las altas esferas de las FAS (al menos según la documentación norteamericana), si bien hay que hacer algunos matices. Empezando por Estados Unidos, todos los países que iban a frecuentar los militares españoles en el marco del MDAP/MAP eran democracias liberales, caso de la RFA, Italia y Francia. Los dos últimos contaban con potentes partidos comunistas (y el segundo con una importante comunidad de exiliados españoles), motivo esgrimido por el CEMA para solicitar su exclusión como punto de entrega de los navíos que iba a incorporar la Armada y que requerían del desplazamiento de las tripulaciones que se hiciesen cargo. Esto implicaba que el viaje debían hacerlo tanto oficiales como marineros de reemplazo, los cuales no habían pasado el filtro de las academias militares. Y es que la cúpula de la Armada sí que «temía» los posibles efectos sobre estos de «su exposición indirecta a la propaganda comunista», algo que no era considerado un riesgo en el caso «de oficiales y suboficiales» 31. Como resultado, solo uno de la quincena de navíos incorporados en los años cincuenta sería transferido en puertos europeos (concretamente en Brest y después de que el MAAG ejerciera toda su capacidad de seducción) 32. El resto tuvo lugar en Estados Unidos.

En agosto de 1957, las más de dos mil salas cinematográficas de España emitieron el noticiero del No-Do que daba cuenta de la cesión a la Armada de dos destructores decomisionados por la U.S. Navy (en adelante USN), rebautizados como Almirante Ferrándiz y Lepanto. Las imágenes se centraban en el acto de transferencia en San Diego (California), así como en la llegada a España de ambos buques 33. Lo que no contaron ni el No-Do ni la prensa española es que cinco de los marineros desplazados a los centros de adiestramiento de la USN habían desertado. Aprovechando la cercanía de San Diego a México (país que no mantenía relaciones diplomáticas formales con España), los cinco marineros cruzaron la frontera de forma ilegal, siendo detenidos y entregados a Estados Unidos. Las autoridades consulares españolas reclamaron su repatriación, pero, bajo asesoramiento de la American Civil Liberties Union, los desertores solicitaron asilo poniendo en duda la neutralidad de los tribunales militares españoles 34. El Gobierno español, a fin de frenar el creciente eco mediático del acontecimiento en Estados Unidos e Hispanoamérica, acabó cediendo y aceptando la propuesta de México de acoger a los fugados 35. Tres años más tarde, durante la cesión de un tercer destructor decomisionado a España, esta vez en Nueva York, desertó otro marinero 36. Aunque anecdóticos, aquellos actos evidenciaron que el «problema» con el personal de reemplazo no era la «exposición a propaganda comunista» (las deserciones tuvieron lugar en Estados Unidos), sino que sencillamente algunos españoles no deseaban vivir en un país empobrecido y con un régimen dictatorial como la España del momento.

Los programas de training del MDAP (1954-1957)

El ritmo e intensidad inicial en la implementación del MDAP fue acorde a las necesidades del programa de asistencia material. De los tres Ejércitos, el del Aire fue el que recibió el equipo que suponía el desafío más significativo. Concretamente, el MDAP supuso la entrega de más de tres centenares de aviones a reacción: cazas Sabre F-86F y trainers T-33 y T-34. También se incorporó una docena de helicópteros de rescate marítimo, así como aviones de hélice de diverso tipo. La magnitud del reto —el salto a la era de la reacción— explica la fuerza con que comenzó el AF Training Program, que en sus tres primeros años involucró a 1.801 efectivos entre los desplazados al extranjero y los formados en España 37.

La meta era dotar de personal a las nueve alas de intercepción a las que se asignarían los aviones Sabre. Para ello hacían falta pilotos, mecánicos, controladores de vuelo y cuadros capaces de afrontar las necesidades operativas, logísticas y técnicas vinculadas al nuevo material. A tales efectos se reservaron numerosas plazas a directivos y mecánicos de las escuelas del Ejército del Aire: reactores (Talavera la Real), vuelo básico (Matacán), mecánica de aviación y motores (León), comunicaciones y electrónica (Cuatro Vientos) y academia general (San Javier). El Mando de Defensa Aérea, creado en 1956, fue el otro organismo en beneficiarse en mayor medida de las oportunidades formativas.

Los profesores de la escuela de Talavera fueron los primeros en salir del país para ampliar su instrucción, concretamente en la base aérea de Fürstenfeldbruck (RFA), donde recibieron cursos de técnica aeronáutica. En los meses siguientes, otras instalaciones de la U.S. Air Force (en adelante USAF) en Europa se convirtieron en destinos habituales para mecánicos, pilotos y cuadros intermedios, como Ramstein, Rhein-Main, Bitburgm y Kaufbeuren, en Alemania Occidental, y Châteauroux, en Francia 38. En Estados Unidos, los cursos iniciados entonces llevaron a decenas de españoles a bases repartidas por todo el país, como Amarillo (Texas), Chanute (Kansas), Palm Beach (Florida), Williams (Arizona) y Bryan (Texas) 39. En la mayor parte de los casos la formación recibida se orientó a especialidades relacionadas con el material incorporado, destacando pilotaje, mantenimiento, armamento, construcción, electrónica, comunicaciones y meteorología. En 1955 y por primera vez, dos oficiales españoles cursaron estudios en la «universidad del aire», situada en Maxwell (Alabama) y sede del Air Command & Staff College de la USAF 40.

En 1954 se iniciaban los vuelos de prácticas en Talavera y Matacán bajo estrecho asesoramiento de instructores de la USAF. Dos años después, tras la llegada de los primeros Sabre, comenzarían los trabajos de las alas de Manises (Valencia) y Son San Juan (Mallorca). Los españoles contaron con el asesoramiento del personal de un F-86 Mobile Training Detachment, cuya presencia fue extendida más allá del tiempo previsto ante la tendencia española «de volver a los malos hábitos del pasado» 41. Las reuniones de seguimiento entre el MAAG y el CEFFAA dedicaron especial atención a esta cuestión, así como a la utilización del personal formado bajo el MDAP. El MAAG puso de manifiesto repetidamente su incorrecta «asignación» 42. Por ejemplo, meses después de inaugurarse la Escuela de Reactores estuvo a punto de quedarse sin los técnicos de mantenimiento recién formados, puesto que estos eran reasignados conforme concluían su instrucción a destinos donde ni siquiera existían aviones a reacción 43.

Esta caótica política de recursos humanos concentró buena parte de los esfuerzos de asesoramiento del AF Section del MAAG en sus primeros años, orientados a estandarizar y profesionalizar la selección de los pilotos de los aviones a reacción F-86F. En este caso, los recursos del MDAP y el TAP se combinaron para convencer al Ministerio del Aire de la necesidad de introducir métodos modernos en el proceso de selección. La USAF envió a Madrid un Personnel Classification Training Team que, junto a la Escuela de Psicología del CSIC, se encargaron de preparar un método de selección adaptado a las necesidades del Ejército del Aire. Este, «tras veintisiete meses de presión continuada» por parte del MAAG, acabó incorporándolo, en lo que los norteamericanos calificaron como uno de sus principales logros. Representó también una «gran victoria para el desarrollo de la psicología en España» y un ejemplo temprano de la transferencia de conocimientos al mundo civil derivada de la asistencia militar 44.

En el caso del Ejército, la gama de material militar incorporado fue mucho más variada y voluminosa, si bien menos avanzada. El programa se orientó hacia la utilización y uso táctico del más avanzado (carros de combate, obuses remolcados y autopropulsados, cañones anticarro, etc.), así como a la gestión logística, mantenimiento y reparaciones de su conjunto 45. La distribución de aquel material entre las veintidós divisiones de las que constaba el agigantado Ejército de Tierra quedó en última instancia en manos de las FAS, si bien el Joint Chiefs of Staff (en adelante JCS), a través del MAAG, puso especial énfasis en un puñado de unidades de las tres divisiones más relevantes para cumplir con la misión asignada en la Mutua Defensa, así como de catorce grupos de artillería. Las divisiones en cuestión fueron las de Infantería de Montaña de Pamplona (62.ª) y Lleida (42.ª), en ambos flancos de los Pirineos, y la 11.ª División de Infantería de Madrid 46. También recibieron especial atención el Regimiento de Carros de Combate 61 (Campamento, Madrid) y el Regimiento de Caballería de Alcalá de Henares, así como unidades de menor tamaño como el Grupo de Sanidad de El Goloso (Madrid) y las Compañías de Defensa Química, Veterinaria y Farmacia (Madrid).

La importancia concedida a la conservación del material MDAP explica el énfasis del programa de training en el personal de los centros de mantenimiento del Ejército, entre los que destacaron los talleres regionales de la I, IV y VI Regiones Militares (Madrid, Barcelona y Burgos) y los parques centrales de mantenimiento de vehículos (Segovia y Torrejón), de material de ingenieros (Villaverde, Madrid), de material de transmisiones (El Pardo, Madrid) y el taller de precisión de artillería (Madrid). Asimismo, el profesorado coetáneo o futuro de la red de enseñanza se benefició en especial medida del programa formativo, destacando el de los siguientes centros de especialidades: academias de infantería (Toledo), caballería (Valladolid), artillería (Segovia), ingenieros (Burgos) y politécnica ­(Madrid); sus correspondientes escuelas de aplicación, así como las de mecánica y automóviles (todas en Madrid) y la de montaña (Jaca). El MDAP también prestó atención a los cuarteles generales de las nueve regiones militares, la AGM de Zaragoza, la Escuela de Estado Mayor de Madrid y la Academia de Suboficiales de Villaverde (Madrid). Todos estos centros y unidades concentraron las inspecciones periódicas a cargo del MAAG, cuya finalidad no era sino comprobar el grado de utilización del material y, muy importante, de quienes habían participado activamente en los programas financiados por el MDAP/MAP. El personal americano también obtuvo permiso para observar y asesorar en la utilización de material americano en las maniobras que realizaba el Ejército, siendo las primeras con material de la ayuda americana las de Burgos en julio de 1955 47.

La sombra del MAAG en las unidades «modernizadas» no siempre fue bien recibida entre los militares españoles 48. Desde el punto de vista americano, y como se demostró con el Ejército del Aire, la supervisión era fundamental, en especial en materia técnica. Las carencias de personal adecuado en las FAS en este terreno se hicieron más evidentes conforme se aceleraba la llegada de material de más alto nivel a partir de 1956. En el caso concreto del Ejército de Tierra, los problemas fueron especialmente acuciantes en materia de electrónica. La presión del MAAG acabó dando sus frutos tras la llegada del general Antonio Barroso al frente del Ministerio, quien hizo suyas las conclusiones de una comisión bilateral establecida para analizar la problemática, autorizando la fundación de un Cuerpo de Especialistas de Reemplazo «a fin de crear un incentivo profesional para atraer, educar y retener a especialistas técnicos», establecido por decreto en enero de 1958 49.

El ritmo del Army Training Program fue constante, aunque con una tendencia ascendente. Durante el bienio final del MDAP (1956-1957), 254 oficiales y suboficiales cursaron formación en el extranjero, nueve altos mandos realizaron tours de observación y hasta 583 individuos participaron en los cursos impartidos por once MTT 50. En un principio, los destinos más habituales fueron instalaciones del ejército americano en la RFA, caso de sus escuelas en Vilseck, Füssen (artillería) y Murnau (ingenieros). A partir de 1955, sin embargo, la balanza se inclinó hacia las escuelas de especialidades en Estados Unidos, como las de infantería (Fort Benning), caballería acorazada (Fort Knox), ingenieros (Fort Belvoir), transmisiones (Fort Monmouth), artillería (Fort Sill) e intendencia (Fort Lee). Otros centros más singulares también recibieron la visita de cursillistas y observadores españoles a lo largo de la década, como las escuelas de aviación (Fort Rucker), montaña y tiempo frío (Black Rapids, Alaska), guerra no convencional (Fort Bragg) y zapadores ferroviarios (Fort Monroe) 51. En ocasiones, las estancias formativas tuvieron lugar en plantas industriales como la British-Thomson-Houston Company, fabricante de los radares antiaéreos 3MK7 incorporados a cargo del MDAP y en cuya sede en el estado de Nueva York se formaron siete militares españoles durante la primera mitad de 1956 52.

Los fondos del MDAP también permitieron financiar estancias de oficiales españoles en escuelas e instalaciones del Ejército italiano (por ejemplo, en materia de radar y sistemas de armas antiaéreos). Se trataba de aprovechar los lazos existentes entre los militares de ambos países —no importó que estos datasen de la intervención fascista en la Guerra Civil— a fin de abaratar costes y reforzar los puentes entre las FAS y los ejércitos de países de la OTAN 53. Los españoles aprovecharon esa oportunidad para cultivar los vínculos con sus colegas transalpinos y, de paso, acceder a formación que Estados Unidos se negaba a incluir en los programas bilaterales, en concreto en materia de misiles 54.

El principal centro de enseñanza del ejército americano, el U.S. Army Command & General Staff College, situado en Fort Leavenworth (Kansas), abrió sus puertas a oficiales españoles en 1954, presencia que sería ya ininterrumpida. El objetivo, junto con las estancias en las escuelas de especialidades, era ir promoviendo la actualización doctrinal del Ejército, puesto que se consideraba que la formación recibida en España era adecuada, aunque «continuaba enfatizando enfoques del tipo de guerra anterior a la guerra mundial» 55. A eso mismo debían contribuir los tours de personal vip, especialmente destinados a mostrar a los oficiales «más veteranos» la importancia de las «acciones de apoyo al combate y la logística». Es decir, familiarizar a las FAS con el tipo de operaciones conjuntas (aire-mar-tierra) de una guerra moderna como la de Corea, así como con las acciones combinadas (interaliadas) para las que el JCS contaba con la participación española en caso de conflagración mundial 56.

Pese a la insistencia del Ejército, los americanos pusieron mucho menos énfasis en compartir sus conocimientos en materia de guerra nuclear, aunque las poblaciones de Madrid, Sevilla y Zaragoza se habían convertido en objetivos potenciales de los bombarderos soviéticos por albergar las bases militares en sus proximidades. El MAAG facilitó por primera vez ayudas a la enseñanza «en materia de defensa contra armas atómicas» a comienzos de 1955 57. El año siguiente, el comandante médico José Amaro Lasheras fue el primer español en recibir formación en la Escuela de Guerra Química de Fort McCellan y el Hospital Militar Walter Reed, en donde se inició en el tratamiento de víctimas de radiación nuclear 58. Pero la instrucción en la materia a cargo del MDAP no arrancó de manera propiamente dicha hasta el año siguiente, cuando un MTT del U.S. Army ofreció un curso intensivo en Madrid «sobre el empleo de armas atómicas» para 130 oficiales de los tres Ejércitos 59.

El Navy Training Program se puso en marcha con la vista puesta en las futuras tripulaciones y escalones de mantenimiento de los navíos que iban a incorporarse (entre los que destacaban una docena de dragaminas, un cala-redes y dos destructores) y modernizarse (finalmente una treintena de los buques de la Armada) en el marco del MDAP. Al igual que en el caso del Ejército, el ritmo se intensificó en el bienio 1956-1957, durante el cual 391 oficiales, 43 civiles y 890 marinos se desplazaron a Estados Unidos (ante la inexistencia de escuelas de la USN en Europa, todos los cursos en el extranjero tuvieron que desarrollarse en Estados Unidos) 60.

El hecho de que el grueso del programa material consistiese en la modernización de buques en servicio supuso que se incluyera la formación en Estados Unidos del personal civil de Bazán, la empresa pública encargada de ejecutar el contrato de modernización de los buques de la Armada. Por la misma razón, la Marina se benefició especialmente de las posibilidades formativas del TAP, sobre todo en materia de combustibles, municionamiento y electrónica. El programa de modernización propició también la apertura en Madrid de una U.S. Navy Shipbuilding Liaison Office, encargada de reforzar al MAAG en las tensas negociaciones que dieron forma al contrato, cuya versión definitiva se demoró hasta el verano de 1956. La complejidad de las reformas pactadas obligó, por exigencia americana, a que España subcontratase a una empresa extranjera los trabajos en materia de electrónica. La elegida fue la empresa pública transalpina Finmeccanica 61.

En orden de importancia, los cursos recibidos en Estados Unidos por el personal de la Armada abarcaron siete grandes áreas: aviación, sistemas de armas, ingeniería, guerra antisubmarina, minado de aguas, electrónica y mando y operaciones. Los oficiales y especialistas de la Marina visitaron con especial asiduidad las escuelas de especialidades de sónar (Key West, Florida), submarinos (New London, Connecticut) y dragaminas (Yorktown, Virginia), así como algunos de los principales arsenales de la USN (Boston y Nueva York) 62. También se incluyó en el circuito la Escuela de Infantería de Marina (Quantico, Virginia), con la idea de reforzar la contribución española a la defensa de Rota. Coincidiendo con la apertura del U.S. Naval War College (Newport, Rhode Island) a personal extranjero en 1956, la Armada fue invitada a enviar un representante anualmente para realizar su curso de Estado Mayor. Doce meses después, dos oficiales españoles cursaron estudios por primera vez en la prestigiosa U.S. Naval Post Graduate School de Monterey (California) 63. A partir de 1958, y aprovechando la experiencia de los oficiales retornados, la Armada inició una profunda renovación doctrinal plasmada en la serie Cuadernos Tácticos 64.

El programa de training de la Marina también incluyó el desplazamiento a España de personal extranjero, como técnicos de la Sikorsky Aircraft Corporation encargados de instruir en el mantenimiento de la media docena de helicópteros HRB-3 incorporados vía MDAP. Más relevante incluso fue la formación en aguas españolas, para lo que se contó a partir del verano de 1955 con la colaboración de la Sexta Flota. Durante sus ya frecuentes fondeos en las aguas de Palma, Valencia, Cádiz y Cartagena se realizaron numerosos ejercicios de dragado de minas y guerra antisubmarina. Esta experiencia pronto se convirtió en «el mejor catalizador disponible para mejorar las relaciones entre la Armada y la USN», permitiendo atenuar los repetidos roces surgidos durante la negociación del contrato de modernización 65. La mejor constatación fue la insistente solicitud de la Armada para que la Sexta Flota realizase una demostración de desembarco anfibio en la costa española. Retrasada por el estallido de la crisis de Ifni-Sáhara, se acabó ejecutando en las costas de Almería a finales de junio de 1958 66.

A vueltas con la modernización

Durante los primeros años que siguieron a los Pactos de Madrid los sumisos medios de comunicación de la España franquista se hicieron amplio eco de la reciente amistad hispano-norteamericana, así como de sus réditos específicos en materia de defensa. La actualización del arsenal disuasorio de las FAS fue uno de los ­temas más destacados, reservándose especial cobertura mediática —también en el Desfile de la Victoria que se celebraba anualmente en las calles y cielos de Madrid— al material más avanzado, caso de los carros de combate y los aviones a reacción 67. Aquel relato comenzó a agriarse hacia finales de la década, y en especial tras la finalización del MDAP y la crisis de Ifni-Sáhara. Al malestar causado por el uso condicionado del material militar de procedencia estadounidense (véase el artículo de Lorenzo Delgado en este dosier) se unió el disgusto acerca de la calidad y cantidad del equipo recibido. Pero también se reconocía que la aportación americana había sido importante en comparación con la realizada por el propio país desde el punto de vista económico para la reconstrucción de los ejércitos. Es más, no faltaban críticas hacia dentro —coincidentes con el diagnóstico del MAAG— que reconocían la incapacidad para rentabilizar de manera más eficiente la ayuda recibida: «Puede aducirse en contra nuestra, y en cierto modo es cierto, que nuestra capacidad de absorción ha sido pobre. La llegada de mucho material implica graves problemas de personal, principalmente de especialistas, de logística e instrucción, que no habían sido totalmente resueltos por el Ejército español; nos damos cuenta de ello» 68.

Así, el único aspecto en el que coincidieron los primeros balances elaborados sobre la trayectoria de la asistencia militar era en resaltar la influencia positiva de los programas de training vinculados a la ayuda americana. Aquellos, y no tanto el material suministrado, constituyeron el principal canal de modernización de las FAS durante los años cincuenta. Tal vía, por estrecha que fuese, existió y tuvo consecuencias que fueron más allá del terreno militar. No en vano, la mayor parte de los especialistas y mecánicos militares formados por sus colegas norteamericanos iban a ganarse un sobresueldo trabajando en la industria civil y la empresa privada, en lo que el MAAG definió como «double hat» o «doble gorra». Aquella práctica, además de evidenciar la triste realidad salarial de las FAS del momento («woefully underpaid» según sus colegas americanos), fue considerada por el MAAG como la principal contribución de la asistencia militar americana a la «economía civil», uno de los aspectos que con más atención se evaluaba desde la embajada en Madrid al programa de asistencia militar (a su vez evaluado anualmente por los congresistas norteamericanos) 69. Asimismo, todo parece indicar —si bien es preciso una investigación específica— que los programas de training vinculados a la Mutua Defensa supusieron una vía de actualización, poco reconocida hasta la fecha, de las ingenierías, la administración de empresas, la psicología y la medicina en España.

Conocer la génesis y evolución de los programas que se han ido desgranando en este artículo resulta fundamental para determinar el nivel de modernización educativa, técnica y doctrinal derivada de la experiencia formativa vinculada a la Mutua Defensa. Lo mismo podría trasladarse a una posible evaluación de la relevancia de aquellos programas para sus participantes tanto por su impulso profesional como en el plano cultural e ideológico. Para ello es necesario rastrear la trayectoria profesional de los individuos involucrados. Del mismo modo, será necesario indagar en la prensa local y las escasas memorias publicadas, así como obtener acceso a los informes custodiados en los archivos militares de ambos países. Esto último es muy relevante porque los roces surgidos durante la implantación de los programas de training fueron conscientemente silenciados en la prensa española; como hemos visto, los escasos pero muy sensibles casos de deserciones fueron omitidos del relato coetáneo que se hizo de aquella experiencia.

Por último, cabe añadir una reflexión sobre la concepción de modernización militar existente en Estados Unidos durante la primera mitad de la Guerra Fría, que podríamos tildar de «tecnocrática». Los programas de training relacionados con la Mutua Defensa en los años cincuenta no fueron diseñados para moldear la mentalidad de los militares españoles, sino para permitir una mejor ejecución de los acuerdos bilaterales y cultivar una cierta sintonía entre los uniformados de los dos países. Para extender tal conclusión a todo el franquismo será necesario ampliar el análisis a la evolución posterior de los programas iniciados en 1954, así como abordar la incidencia que tuvo sobre la experiencia de los militares españoles desplazados a Estados Unidos la promoción del sistema político norteamericano en el MAP desde mediados de los años sesenta 70. Lo que sí sabemos es que una parte relevante de los oficiales españoles que ocuparon puestos clave durante la Transición —y el ingreso en la OTAN— habían participado en los programas de training. A mediados de los años ochenta del siglo pasado, y poco después de consumarse la polémica compra a Estados Unidos de los cazabombarderos McDonald Douglas EF-18 Hornet por el primer Gobierno de Felipe González, la misión militar norteamericana relacionaba abiertamente aquel hecho y la buena sintonía con los militares españoles en general con que «el jefe del Estado Mayor de la Defensa, todos y cada uno de los altos mandos del Ejército del Aire con grado de general de división o superior, veintitrés generales del Ejército de Tierra y cinco almirantes» hubiesen «cursado estudios en Estados Unidos» 71.


* Este trabajo se ha derivado de los proyectos de investigación «La modernización del sistema educativo y científico español en su dimensión internacional, 1953-1986» (MINECO, HAR2014-58685-R) y «El factor internacional y la transformación de las Fuerzas Armadas (1953-1982): diplomacia de defensa y transferencia de tecnología» (CUD-Zaragoza, 2014-09). Todas las traducciones son del autor.

1 La anécdota en Ignacio Rupérez Frías: «Con el ejército norteamericano en Alemania. La escuela de carros del 7.º Ejército americano en Vilseck», Ejército, 211 (1957), p. 3. El referido «campo de entrenamiento» fue la base de Grafenwöhr.

2 Para el periodo 1954-1973, las dos obras de referencia ofrecen una cifra prácticamente idéntica (9.189 y 9.209 participantes). Ambas recurren a las mismas fuentes oficiales americanas (el trabajo de Lefever fue encargado por el Congreso norteamericano), si bien cruzadas por Barrachina con los boletines oficiales de los ministerios militares (lo que le permite ofrecer la cifra de 9.890 participantes hasta 1975). Durante el mismo periodo, cerca de 450.000 individuos de hasta setenta países distintos participaron en los programas de instrucción y enseñanza militar de Estados Unidos. Véanse Carlos Barrachina: El regreso a los cuarteles: militares y cambio político en España (1976-1981), cap. IV, tesis doctoral, UNED, 2002, y John L. Lefever: «The Military Assistance Training Program», Annals of the American Academy of Political and Social Science, 424 (1976), pp. 85-95. Para la contextualización e historiografía sobre la asistencia militar norteamericana y el inicio de la Guerra Fría véase el artículo de Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla en este dosier.

3 La cifra para ese periodo es de «over 5,000 Spanish officers and non-commissioned officers». Véase Eugene E. Keefe et al.: Area Handbook for Spain, Washington DC, U.S. Government Printing Office, 1976, p. 281.

4 Véase Esther M. Sánchez Sánchez: «Armamento e instrucción militar: Francia y la modernización del ejército español, 1948-1975», Ayer, 63 (2006), pp. 211-232.

5 Para la versión oficial americana véase Richard Rubbottom y Carter J. Murphy: Spain and the United States since World War II, Nueva York, Praeger, 1984. Sobre los programas civiles véanse Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla: Viento de poniente. El programa Fulbright en España, Madrid, Comisión Fulbright España-LID Editorial Empresarial-AECID, 2009; íd.: «Objetivo: atraer a las elites. Los líderes de la vida pública y la política exterior norteamericana en España», en Antonio Niño Rodríguez y José Antonio Montero Jiménez (coords.): Guerra Fría y propaganda. Estados Unidos y su cruzada cultural en Europa y América Latina, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, pp. 235-276; Adoración Álvaro Moya: «Guerra Fría y formación de capital humano durante el franquismo. Un balance sobre el programa estadounidense de ayuda técnica (1953-1963)», y Francisco J. Rodríguez Jiménez: «¿Misioneros de la americanidad? Promoción y difusión de los American Studies en España, 1969-1975», ambos en Historia del Presente, 17 (2011), pp. 13-25 y 55-70, respectivamente.

6 Carlos Navajas Zubeldia: «Las Fuerzas Armadas y la sociedad en la España democrática. Un estado de la cuestión», Ayer, 104 (2016), pp. 231-246.

7 Miguel Platón: Hablan los militares. Testimonios para la historia (1939-1996), Barcelona, Planeta, 2001; Fernando Puell de la Villa: «El devenir del Ejército de Tierra (1945-1975)», y Juan Escrigas Rodríguez: «Los Pactos de Madrid y la transferencia de doctrina a las Fuerzas Armadas: el caso de la Armada», ambos en Fernando Puell de la Villa y Sonia Alda Mejías (coords.): Los ejércitos del franquismo (1939-1975), Madrid, Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado-UNED, 2010, pp. 78-79 y 310-311, respectivamente. Esta fue la conclusión más habitual también en las evaluaciones internas de las FAS durante el franquismo, véase IV Ciclo de Conferencias sobre Defensa Nacional, Madrid, ­CESEDEN, 1968. También por parte de muchos de los participantes véase Manuel Gutiérrez Mellado: Un soldado de España. Conversaciones con Jesús Picatoste, Barcelona, Argos Vergara, 1984, pp. 51-56, esp. p. 147.

8 Véanse, por ejemplo, Juan C. Losada: Ideología del ejército franquista, 1939-1959, Madrid, Istmo, 1990, y Gabriel Cardona: El poder militar en el franquismo, Barcelona, Flor del Viento, 2008, pp. 190-191 y ss. En la misma línea encontramos los distintos trabajos de Carlos Busquets y Ángel Viñas.

9 En la actualidad, investigadores extranjeros como la estadounidense Carol Atkinson han utilizado el concepto de military soft power para incidir en el valor de los programas de formación militar en esa misma dirección. Véase Carol Atkison: Military Soft Power. Public Diplomacy through Military Educational Exchanges, Nueva York, Rowman & Littlefield, 2014.

10 Las colecciones custodiadas por los National Archives of the United States-College Park (NACP) y citadas en este artículo son las siguientes: Department of State (RG 59), Joint Chiefs of Staff (RG 218) y Military Assistance Advisory Groups (RG 334). También se cita documentación del Archivo Histórico del Ejército del Aire (AHEA) y de la Fundación Nacional Francisco Franco. Las revistas oficiales de los ministerios militares han sido de especial valía: Ejército, Revista General de Marina y Revista de Aeronáutica.

11 Véase el artículo de Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla en este dosier.

12 El comandante Miguel J. Urmeneta, veterano de la División Azul y futuro alcalde de Pamplona, fue el primer español en realizar un curso de Estado Mayor en Estados Unidos, concretamente en el Army War College. Véase Miguel J. Urmeneta: «Un curso de Estado Mayor en Norteamérica», Ejército, 167 (1953).

13 Pablo León Aguinaga: «“Faith in the USA”. El mensaje de la diplomacia pública americana en España, 1948-1960», en Antonio Niño Rodríguez y José Antonio Montero Jiménez (coords.): Guerra Fría y Propaganda. Estados Unidos y su cruzada cultural en Europa y América Latina, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, pp. 197-234.

14 Véanse, por ejemplo, «Country Statement for the Preparation of FY55 MDAP», s. f., pp. 2 y ss., NACP, RG 334, MAAG Spain, General Correspondence, 1954-1962, caja 1, y «Narrative Statement for Period Ending 30 June 1958», s. f., pp. 43-44, 64 y 96-97, NACP, MAAG Spain, Security Classified Correspondence (SCC), 1952-1962, caja 6.

15 En 1965, el Congreso de Estados Unidos obligó a que todos los militares extranjeros que cursasen estudios en las escuelas militares del país participasen de un Information Program (IP) sobre los «ideales, valores e instituciones democráticas» de Estados Unidos. Véase Michael D. Stewart: Raising a Pragmatic Army. Officer Education at the U.S. Army Command and General Staff College, 1946-1986, tesis doctoral, University of Kansas, 2010, pp. 151-154. Los críticos con la asistencia militar no quedaron satisfechos, en especial ante el goteo constante de escándalos en los que beneficiarios de aquellos programas eran vinculados a la violación de derechos humanos y golpes militares durante los años setenta y ochenta. Véase John A. Cope: «International Military Education and Training: An Assessment», McNeir Paper, 44, Washington DC, Institute for National Strategic Studies, 1995, pp. 4-8.

16 Sobre la política americana y la promoción de baja intensidad de la democracia en España véase Francisco Rodríguez, Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla y Nicholas Cull (coords.): Selling Democracy? U.S. Public Diplomacy and Democratization in Spain, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2015.

17 «Weekly Activity Report for MAAG, Spain, for the Ambassador», 22 de enero de 1958, p. 1, NACP, RG 334, MAAG Spain, Security Classified Correspondence (SCC), caja 7. Sobre el MDAP y la guerra de Ifni-Sáhara véase el artículo en este dosier de Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla.

18 Las publicaciones militares dedicaron espacio en sus páginas a promocionar las técnicas de gestión y organización publicitadas por el CNPI, así como a los cursos ofrecidos por el Instituto Nacional de Racionalización del Trabajo. Véanse, por ejemplo, Alberto Goytre Lagüera: «La organización científica de la producción. Racionalización y productividad», Ejército, 177 (1954); Antonio R. Tourón: «Economía aeronáutica. Racionalización del mantenimiento de material», Revista de Aeronáutica, 182 (1956), y Miguel A. Ternero: «La investigación operativa en la decisión», Revista de Aeronáutica, 210 (1958).

19 La labor del MAAG con relación al TAP estaba contemplada desde su constitución. Véase «Terms of Reference of Joint U.S. Military Group (Spain) and Military Assistance Advisory Group (Spain)», 14 de enero de 1954, p. 5, NARA, RG 218, Joint Secretariat, Central Files, 1959-1976, caja 78.

20 Adoración Álvaro Moya: «Guerra Fría y formación de capital humano...», pp. 18-20.

21 «Weekly Activity Report...», 27 de abril de 1955, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 2.

22 Véase Manuel Espada García: «Cursos de investigación de la calidad de los productos petrolíferos», Revista General de Marina, 153 (1957).

23 Datos en «Technical Assistance Program Annex», en «End of Tour Report of Chief, MAAG Spain for period 1 July 1956-30 June 1958 (U)», 29 de agosto de 1958, p. 3, NACP, RG 334, SCC, caja 6.

24 La documentación española sobre esta experiencia sigue clasificada. Los fondos pertenecen al Archivo del Cuartel General de la Armada, custodiado en la actualidad por el Archivo General de la Administración.

25 En especial en el caso del Ejército de Tierra, la primera mitad de los años cincuenta reflejó una tensión larvada entre los jóvenes oficiales formados en la AGM y sus «antiguos» que tenía como principal exponente el fuerte contraste entre la retórica caballeresca del Ejército «de la Victoria» y una realidad de bajos salarios, pluriempleo y pobreza de medios que derivó en un creciente desprestigio profesional. Véase Juan C. Losada: Ideología del ejército franquista..., pp. 294-309. Los análisis del MAAG apuntaban en la misma dirección. Véase «Narrative Statement...», pp. 43-44, 64 y 96-97.

26 «Historical Data Report on Military Assistance Advisory Group, Spain. Enclosure 4», 13 de noviembre de 1954, p. 3, NACP, RG 334, SCC, caja 1.

27 «Narrative Statement...», pp. 96-97.

28 «Datos sobre la vida militar en Estados Unidos», 23 de diciembre de 1953, p. 1, AHEA, N67/2.

29 Daniel Fernández de Miguel: El enemigo yanqui. Las raíces conservadoras del antiamericanismo español, Zaragoza, Genueve, 2012, pp. 260-286.

30 «Meeting between the Minister of the Spanish Army and Brigadier General Dahlen - 22 October 1956», s. f., p. 4, NACP, RG 334, SCC, caja 4.

31 «Monthly Report of Chief, MAAG Spain for November 1954», 10 de diciembre de 1954, pp. 1-2, NACP, RG 334, MAAG Spain, SCC, caja 5.

32 «Weekly Activity Report...», 25 de marzo de 1955, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 2.

33 «Crónica del viaje del ministro de Marina», Revista General de Marina, 153 (1957). Véase también el No-Do 764-B, de 26 agosto de 1957, disponible en http://www.rtve.es/filmoteca/no-do/not-764/1486379/.

34 «Weekly Activity Report...», 23 de abril de 1957, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 5. También «U.S. Consulate in Tijuana to the Secretary of State», 10 de julio de 1957, y «Memo of Conversation between Sr. Don José M. Areilza, Spanish Ambassador, and Mr. Thompson, State Department, Spanish Seamen in San Diego Naval Brig», 11 de julio de 1957, NACP, RG 59, CDF, 752.551/7-957 y 952.75/7-1157, respectivamente.

35 «U.S. Department of Justice to the Secretary of State», 15 de julio de 1958, NACP, RG 59, CDF, 952.75/7-1458.

36 «Department of Justice to the Secretary of State», 18 de octubre de 1960, y «Des. No. 35. Embassy of Spain to the Secretary of State», 9 de febrero de 1961, NACP, RG 59, CDF, 752.551/10-1860 y 752.551/2-961, respectivamente. Casi al mismo tiempo, y también en Nueva York, desertaba un marinero del buque escuela de la Armada española, el Juan Sebastián Elcano. Sobre la movilización del exilio republicano en estos casos existe una referencia en Jesús González Malo: Correspondencia personal y política de un anarcosindicalista exiliado (1943-1965), Santander, Universidad de Cantabria, 2016, pp. 33 y ss., y 100 y ss.

37 «Weekly Activity Report...», 8 de diciembre de 1956, p. 2, NACP, RG 334, SCC, caja 6. El programa de Training para el año fiscal 1957 contemplaba la instrucción de otros 489 individuos, pero la documentación consultada no permite confirmar la cifra exacta definitiva.

38 «Historical Data Report...», pp. 1-4.

39 En esta última falleció, en mayo de 1955, el teniente Vallés, primera víctima de la aviación a reacción española. Véase «Weekly Activity Report...», 5 de mayo de 1955, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 2.

40 Véase José Juega Boudón: «Maxwell», Revista de Aeronáutica, 180 (1955). Esta revista apenas hizo publicidad de aquellas experiencias formativas en Estados Unidos, siendo este artículo una de las excepciones.

41 MAAG Spain to the Assistant for Mutual Security, USAF, «Request for Changes to UMD and Training Mission, Air Force Section», 25 de marzo de 1957, p. 1, NACP, RG 334, GC, caja 5.

42 «Weekly Activity Report...», 17 de noviembre de 1955, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 2. Véase también «Nota informativa para el Excmo. Sr. General Jefe del Estado Mayor del Aire sobre conversaciones con el General Kissner, Jefe del MAAG en Madrid», 1 de febrero de 1956, AHEA, N67/3.

43 «Monthly Report of Chief...», 10 de noviembre de 1954, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 2.

44 «Weekly Activity Report...», 14 de abril de 1955, p. 1, y 15 de marzo de 1956, p. 1, NACP, RG 334, SCC, cajas 2 y 4, respectivamente.

45 Este incluía cientos de vehículos de transporte de todo tipo, ametralladoras, lanzallamas, lanzagranadas, cañones, obuses, controladores de tiro, miles de equipos de radio, teléfonos de campaña, generadores eléctricos, puentes, detectores de minas y hasta drones de radiocontrol. Una relación completa en Des. 490, Embassy Madrid, «Study on Future MAP for Spanish Army Narrative Statement», 13 de febrero de 1959, pp. 9-11, NACP, RG 59, CDF, 752.5-MSP/2-1359.

46 Ibid. A partir del MAP FY59 se unieron a la lista de «modernizadas» dos nuevas divisiones, las de infantería de Algeciras (22.ª) y Valencia (31.ª). Una relación completa de las unidades «modernizadas» a comienzos de 1960 en «U.S. Army Section to CEMAG», 21 de enero de 1960, anexo, NACP, RG 334, GC, caja 2.

47 «Weekly Activity Report...», 21 de julio de 1955, p. 2, NACP, RG 334, SCC, caja 4.

48 Gabriel Cardona: El poder militar..., p. 191.

49 «Weekly Activity Report...», 15 de enero de 1958, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 5.

50 «Army Section Annex», en «End of Tour Report of Chief...», p. 2.

51 La revista Ejército contiene numerosos artículos ilustrando aquellas experiencias.

52 «Weekly Activity Report...», 9 de febrero de 1956, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 4.

53 «Historical Data Report... Enclosure 2», p. 1.

54 Sin haberse informado previamente al MAAG Spain, cuatro oficiales fueron invitados por el Gobierno italiano (previa autorización del MAAG Italy) para recibir formación en materia de misiles guiados en la filial italiana de Contraves durante la primavera de 1955. Véase «Weekly Activity Report...», 25 de marzo de 1955, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 2.

55 «Narrative Statement...», p. 45.

56 «Army Section Annex», en «End of Tour Report of Chief...», p. 1.

57 «Weekly Activity Report...», 21 de julio de 1955, NACP, RG 334, SCC, caja 2.

58 Fruto de esa estancia coescribió el libro de cabecera en la materia durante varios años, José Amaro Lasheras y Gonzalo Piedrola Gil: Energía nuclear en paz y en guerra, Madrid, Gráficas González, 1958. La obra fue declarada de «especial interés» por los Ministerios de Marina y Aire. Amaro Lasheras es considerado el padre de la medicina nuclear militar española. Agradecemos esta información a Francisco Escribano y Luis Arcarazo.

59 «Weekly Activity Report...», 22 de marzo de 1957, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 5.

60 «Navy Section Annex», en «End of Tour Report of Chief...», p. 1.

61 Ibid., p. 2, y Juan L. Coello Lillo: La ayuda americana y el programa de modernización de la Armada española, Madrid, Agualarga, 1991.

62 La Revista General de Marina publicó numerosos testimonios al respecto en la segunda mitad de los años cincuenta.

63 «Weekly Activity Report...», 11 de mayo de 1956, p. 1, y 12 de julio de 1957, p. 1, NACP, RG 334, SCC, cajas 4 y 5, respectivamente.

64 Juan Escrigas Rodríguez: «Los Pactos de Madrid...», p. 311.

65 Roces que el MAAG y la embajada relacionaban con algunos de los inconvenientes surgidos durante la construcción de la base de Rota. Véase «Weekly Activity Report...», 29 de mayo de 1957, NACP, RG 334, SCC, caja 5.

66 «Weekly Activity Report...», 10 de julio de 1958, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 5.

67 Los carros M-47 desfilaron por primera vez en Madrid durante el desfile de 1954, los T-33 surcaron los cielos de la capital en el de 1955 y los F-86F en el de 1959.

68 CEMAG: «Impresiones de la ayuda militar americana y previsiones militares para el futuro», 1 de diciembre de 1961, Archivo Fundación Nacional Francisco Franco, doc. 3928.

69 «Country Team Appraisal of the FY 1961 Military Assistance Proposals for Spain», 26 de mayo de 1959, p. 29, NACP, RG 59, CDF, 752.5-MSP/5-2659.

70 «Weekly Activity Report...», 22 de enero de 1958, p. 1, NACP, RG 334, SCC, caja 7.

71 «Joint United States Military Group - Military Assistance Advisory Group-Spain», DISAM Journal, 9, 4 (1987), p. 14.